Veinticinco

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Viernes por la tarde, Edimina dando vueltas por la casa, de un lado a otro, de un lado a otro... Los nervios bajo la piel, era la primera vez que alguien más que ella y Lola se unía a la fiesta de pijamas del supersótano. Claro, sus padres siempre estaban por allí al principio, pero se iban temprano a la cama y ellas quedaban despiertas toda la noche haciendo... Bueno, tenían que pensar en otras cosas para hacer esta vez. A Brett tal vez no le gustara hacerse mascarillas, cantar Karaoke, hablar sobre cada persona que conocían, ver películas tontas románticas...

Sí, tenían que buscar algo más.

A las seis de la tarde estaba llegando Lola, se bajó de su auto con una gran bolsa de viaje, una blusa amarilla que le llegaba por debajo de las rodillas con estampado de triángulos negros, una peluca color verde con un corte bob por los hombros y con un flequillo, unos grandes anteojos de sol y sobre su cabeza una tiara de hojas verdes de papel.

Definitivamente tenía que ser una piña.

- ¿Dónde está tu pijama de frutita?- preguntó Lola al llegar a la puerta, se metió en la casa sin esperar invitación con sus anteojos puestos todavía.

- Estaba llevando más almohadones al sótano y ayudando a mamá con las croquetas...

Antes de que pudiera siquiera acabar de decirlo, la rubia corría hacia la cocina en busca de Meryl y su receta secreta de croquetas deliciosas. Edimina oyó a su madre soltar una palabrota, asustada por la repentina aparición de "Lola, la piña". Se rió en silencio y subió a su habitación a tomar una ducha rápida y ponerse su pijama.

🍍🍍🍍

- ¿Así que yo acabo de regresar y tú ya me dejas de lado?

- Suenas como una perra.

- Vete al carajo.

Brett rió y su amigo lo siguió desde el asiento del copiloto. Acababan de tener un trago en un bar cercano para "ponerse al día", pero eso no estaba incluyendo nada más que los problemas de Brett con su padre, su madre y su hermana escondidas, el padre de Cox ayudando a su familia... Cosas que por supuesto Wild Cox ya sabía, pero siempre había algo que decir sobre ello. Y Cox había vuelto con un mal sabor de boca de Londres, estaba en su segundo año de ingeniería en arquitectura, teniendo la misma edad que Brett, pero con un padre decente, había terminado ya el instituto y logrado entrar en una de las mejores universidades por sus propios medio, sin ninguna influencia de su padre. Y así también había conseguido una pasantía, le ofrecían irse a Londres a estudiar por un año mientras trabajaba en una importante empresa de arquitectura.

Cuando Brett preguntó, las palabras exactas sobre eso fueron "son todos unos jodidos imbéciles corruptos", y por eso luego de estar allí cuatro meses, renunció y regresó a casa. Estando acostumbrado a la forma en que su padre manejaba su firma, de forma completamente legal y limpia, no soportó la mierda corrupta. Aquello le daba tanto asco, y esa era una de las grandes cosas que tenía en común con su mejor amigo. Odiaban a los tipos corruptos, los que se creían inmunes a las leyes y lo aprovechaban para hacer lo que querían. Odiaban a Arnold Stevenson.

- Tengo algo más que decirte.

- ¿Qué? ¿Qué me extrañaste y te diste cuenta de que me amas?

- ¡Oh, jódete, idiota!

Cox rió, una risa gastada, más clara que la de Brett, no tan ronca. Pero que pondría más de un par de bragas en remojo si estuvieran en público. Al igual que Brett, se veía letal, peligroso, y con un toque perverso característico.

- Es importante- murmuró sin dejar de ver el camino, concentrado en el volante. Cox lo miró con curiosidad, en silencio, esperando- Mañana iremos al bar, estarán los demás. Vas a ir, supongo.

- Allí estaré, hace cuatro meses que no tomo una cerveza decente- no quería presionar, pero realmente tenía curiosidad por lo que sea que tenía para decirle su amigo.

- Tengo que presentarles a alguien. Estaba esperando que llegaras, porque luego te pones como una perra celosa- ambos rieron por un momento.

- ¿Y quién es?- estaba dudando un poco sobre esto, claro, era una chica, y era importante para Brett, lo que se hizo más raro porque Brett no se relacionaba con chicas. Se las cogía, sí, pero jamás escuchó salir de la boca de su amigo el nombre de alguna de ellas, porque no los recordaba nunca, porque no eran importantes. Y verlo ahora evidentemente afectado por una chica lo tomó desprevenido.

- Su nombre es Edimina, Edimina Masters.

- ¿La conoces lo suficiente?- ambos sabían lo que de verdad había detrás de esa pregunta "¿Estás seguro de que no va tras tu dinero como todas las demás?". Y aunque Brett sabía que la intención de Cox no era insultar, así lo sintió.

- Jodidamente no vuelvas a asumir algo parecido sobre ella- soltó con enfado. Cox levantó las manos en señal de "tranquilo viejo".

- Oye, solo quería asegurarme. Pero supongo que si realmente te dejaste atrapar, la niña vale la pena.

- No hay penas con ella, es perfecta- Cox soltó un silbido.

- Carajo, estás hasta las bolas- se asombró, realmente. Ver a Brett así era algo nuevo y muy raro.

- Espera a conocerla y lo entenderás- dijo justo antes de estacionar frente a una casa.

- ¿Qué hacemos aquí?- Brett hizo sonar la bocina, fuerte, unas cuantas veces antes de que la puerta se abriera y saliera de la casa un Luke de color morado, por completo morado. Zapatos morados, pantalones cortos morados, camiseta morada... bueno, excepto una bandana verde en su frente- ¿Quién coño...

- Luke, es el algo de la mejor amiga de mi unicornio.

- ¿Unicornio?

- Mi novia... ¡Ey!- saludó a Luke cuando estuvo junto al jeep- ¿Qué se supone que eres, un glande? ¿Una berenjena, tal vez?- Cox se rió mirando al desconocido.

- ¡Oh vamos, soy una uva!- ahora ambos, Brett y Cox rieron.

- Sube ya, mi pequeño ponny- Brett le hizo un gesto con la cabeza mientras continuaba riendo.

- Quisiera ver tu disfraz- murmuró Luke enfadado desde el asiento trasero.

Todos guardaron silencio, Brett aún sonreía. Cox miró a su amigo, no podía imaginarlo intentando disfrazarse de forma tan ridícula.

- Si, Brett. Dinos dónde está tu disfraz- se burló.

El rubio abrió su chaqueta de cuero para dejar ver una camiseta gris con el dibujo de dos cerezas justo en medio de su abdomen. Luke se metió entre los asientos para verlo.

- ¡Oh, vamos! Eso es trampa, ellas no te dejarán entrar.

- Te aseguro que entraré- rió suavemente, entraría en varios lugares esta noche, si tenía suerte. Lamentaba un poco el hecho de estar en casa de sus suegros, pero hacía casi cinco días que no tocaba a su unicornio. No por falta de ganas de alguno de los dos, sino por falta de un lugar. Los baños era una buena opción pero estaba entrando gente constantemente y su niña era una ruidosa. Tendrían que comenzar a hacer pequeñas escapadas a algunos hoteles.

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