CAPITULO 2, Demasiado tiempo en la tierra te hace alucinar

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  • Dedicated to Rosibel Mungu
                                    

ZORAN

Eran mas de las siete de la noche y la temperatura había bajado hasta los menos dos grados, en Praga el inicio del invierno era frio pero este se estaba volviendo incluso mas crudo que en otros años, estaba haciendo fila con una chica a la que apenas conozco pero sería la cena de hoy, me gire hacia el edificio desviando la atención del cuello de la rubita y en especial del pulso que se le veía saltar en su arteria, El Teatro Estatal de Praga era un edificio en madera tan antiguo como yo, la última vez que estuve en el yo estaba vivo  y disfrutaba con mi esposa del estreno de la obra Don Giovanni, compuesta y dirigida por Mozart  por el año mil setecientos ochenta y siete, al instante sentí como mi ánimo se oscurecía súbitamente, recuerdo que al salir de la afamada obra mi esposa y yo subimos al carruaje realmente contentos y nos íbamos riendo de todo como un par adolecentes, el camino  a casa era relativamente corto y llegaríamos pronto a casa justo para la cena eso si no nos hubiéramos detenido a atender a un hombre tendido en la carretera, Claris tenía un gran corazón y bajó sin dudarlo a prestarle ayuda, casi podía escucharla.

-       Caballero disculpe, Necesita ayuda? – dijo Claris acercándose demasiado

-       Claris no te acerque tanto, si el hombre no quiere déjalo ya – dije al ver que el hombre no respondía

-       Amor -  me dijo con una sonrisa – Dios manda que amemos al prójimo, no lo voy a dejar aquí fuera y con este frio – dijo sonriéndome de manera dulce

El hombre continuaba sin decir palabra pero ya se había dado vuelta en dirección a Claris y ahora sí que me estaba preocupando la cercanía de mi mujer, me acerque todo lo rápido que pude para alejarla justo en el momento que el extraño levantaba una huesuda mano para tomar la delicada de mi esposa.

-       Claris déjalo ya, esto no me gusta – dije casi a la desesperada atrayéndola hacia mi

Pero esta vez no hubo respuesta, el extraño no dejaba libre la mano de mi esposa ni le quitaba la vista de encima, ella a su vez le veía sin ver como si estuviera en algún tipo de trance hipnótico, estaba a punto de darle una patada al mendigo para que la soltara pero se puso de pie demasiado rápido y con la mano que tenia libre me golpeó en el pecho tan fuerte que caí varios metros más atrás muy cerca de las patas de los caballos, al caer me golpee la cabeza tan fuerte que mi vista se volvió borrosa , el cochero por primera vez detectó el peligro y fue sin dudarlo a  tratar de liberar a mi esposa mientras le advertía al tipo lo que le ocurriría si no la soltaba, yo me levante aun algo desorientado y trate de enfocar a mi objetivo, por primera vez vi al hombre sin la capucha que le cubría el rostro, sus ojos eran azules pero un anillo rojo rodeaba el iris, su piel estaba casi pegada a los huesos  y tan pálida como un trozo de papel, me sonrió de una forma tan vil que provocó que  un escalofrió me subiera por la espina dorsal paralizándome en el lugar, mis ojos se abrieron cada vez más al ver sus colmillos alargándose más de los normal, acuno a Claris en su pecho dejando al descubierto su cuello, la furia se apodero de mi y al parecer del cochero quien por estar más cerca se lanzo a darle ayuda a mi esposa, yo me movía muy lentamente obligando a mis piernas a ir una delante de la otra, el extraño bajo su boca hasta el cuello de mi mujer clavando esos filosos colmillos, no me quitaba la vista ni un segundo ni siquiera cuando apaño al cochero por el cuello con una sola mano y lo elevo varios centímetro del suelo,lo soltó solo hasta que su cuello se partió con un sonoro Crack y lo lanzo sin vida a un lado de la carretera, de pronto todo se detuvo a mi alrededor o al menos lo fue así para mí, solo podía escuchar el sonido de succión que provocaba el no  muerto al sacar el liquido vital del cuerpo de Claris, quería gritar y decirle que la dejara en paz pero de mi boca no salía ni una palabra, al ver las manos de mi esposa crisparse quería correr en su ayuda pero no podía moverme, sentía como esa diabólica mirada me detenía sin compasión a presenciar la muerte de la única mujer que ame con mi vida, una silenciosa lagrima rodo por mi mejilla al ver el  cuerpo sin vida de Claris caer al suelo y con un rostro lleno de horror y lagrimas en sus mejillas, cuando dirigí mi mirada nuevamente al asesino este ya no estaba en su lugar original, por lo contrario estaba casi encima mío con un hilo de sangre cayendo por la comisura de su boca, lo último que  recuerdo de esa noche fue verle descender a mi cuello y sentir como la vida salía de mi poco a poco.

Durmiendo con la muerte, Libro 1Where stories live. Discover now