CAPITULO 7. Odio

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  • Dedicado a Eliecer Sanabria Camacho
                                    

Dedico este capitulo a mi novio Eliecer, por leer mi libro pese a lo mucho que le huye a la lectura

Te amo mucho y gracias por apoyarme siempre a tu modo tan peculiar

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ROSE

El agotamiento estaba ganándome en la última semana, no podía dormir por la herida en la espalda y los sueños con el relicario y Zoran cada vez eran más insistentes, incluso la última vez que logré dormir durante quince minutos vi a Zoran con la odiosa Rubia paseando en los jardines del Castillo de Praga, Zoran me buscó con la mirada pero mi presencia ahí era tan débil que no me vio. Lo extraño no fue eso sino el hecho de que cuando me estaba acercando para jugarle una broma a la Rubita se quedó viendo al lugar donde yo me encontraba y se abrazo a Zoran como si le perteneciera.

Ahora conducía por la autopista principal directo al centro comercial después de hacer varias diligencias, pero en varias ocasiones me pareció ver un automóvil detrás de mí, no podía ser más que una simple coincidencia  al menos al principio, hasta que después de ir a la alcaldía me dio la espina de comprobar si esos tipos querían algo, subí la velocidad y adelanté a varios automóviles, mi vista pasaba del retrovisor a la carretera y viceversa  al notar que el automóvil negro con vidrios polarizados aumentaba la velocidad y me seguía con insistencia,  en la siguiente intercepción un automóvil del mismo estilo entró a la autopista con  el mismo patrón, llevaba a los dos casi pisándome los talones, el sonido de protesta de los claxon me aturdían cada vez que mis perseguidores o yo misma pasaba peligrosamente cerca de algún carro, necesitaba quitármelos de encima antes de llegar a mi destino, hice un mapa mental. En la siguiente salida llegaría en cinco minutos al Mall pero si la pasaba saldría a la derecha y debería dar una serie de vueltas antes de poder volver al centro, aceleré y decidí optar por la tercera opción que era alejarme del tránsito ya que no soy una conductora intrépida, a como pude me seque el sudor frio que cubría mi frente, tome una desviación a la izquierda salvándome por los pelos de no darle a un Subaru que iba por ese carril, escuché al chofer gritar una serie de improperios que no llegué a terminar de oír por ir a la increíble velocidad de ciento veinte millas por hora, sentí un alivio recorrerme al salir de la autopista y no ver a mis perseguidores en el retrovisor, baje la velocidad a cien para tomar la siguiente. Mi alivio no duró muy poco, mas pronto de lo que me gustaría me dieron alcance por otra salida de la traicionera autopista, colocándose a tan solo algunos metros atrás.

Volví a subir la velocidad después de sentir el toque de uno de los automóviles en la parte trasera de mi auto, la tensión en mi cuerpo estaba subiendo y el corazón se me coloco en la garganta casi atragantándome, otro automóvil me igualó en velocidad colocándose al lado mío,   con horror vi como la ventanilla descendía y un hombre calvo y con una sonrisa podrida me apuntaba con un arma, si pensaba  que mi adrenalina no podía estar más arriba estaba equivocada, lance mi preciado Toyota contra el auto del desgraciado, ellos por su parte también intentaron darme con más fuerza pero mis reflejos fueron mejores logrando adelantarme, el auto que había estado a mi lado  segundos atrás derrapó hasta quedar fuera de carretera estampado contra uno de los postes de luz, -¡excelente uno fuera queda otro!- pensé con ironía.

En esta ocasión mis  perseguidores no tuvieron tanta misericordia conmigo, observe como un hombre sacaba medio cuerpo de la ventanilla del copiloto y disparaba contra mí, obligándome a ir de un lado a otro de la carretera para que las balas no le dieran al mi auto, por alguna extraña razón sabia que tenían algo que ver con el relicario pero no entendía la conexión, al menos no me querían matar porque si fuera así ya no estaría en este mundo, una idea paso por mi mente para librarme de ellos al menos lo suficiente para perderme en el transito, cuando estaba a punto de llegar a la siguiente entrada al centro, desacelere mi motor con el riesgo de que ellos no me vieran y chocaran, el auto siguió a la misma velocidad pasándome al frente, pero eso no les sirvió de nada. Aproveche ese único momento para tomar la entrada y entrar en tránsito, anduve al menos cuatro o cinco kilómetros a la misma velocidad de antes hasta quedar segura de que no me seguían mas. Solté el aliento de un solo tirón cuando me percate que lo había estado sosteniendo.

Durmiendo con la muerte, Libro 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora