❅ La distancia entre nosotros❅

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Todo lo que había era oscuridad. Todo era silencio salvo un goteo eterno que venía a golpear su ventana.

Mmh.

No recordaba ninguna lluvia en el pronóstico del tiempo, mas no se quejaría. No había nada mejor que un día lluvioso. Una pequeña sonrisa boba se plasmó en sus labios, aún no salía del limbo del mundo onírico. Casi como si contara cada gota que caía en la ventana, a cada golpeteo había algo nuevo que lo llamaba a despertar. Primero, fue el recobro de la consciencia de que tenía que despertar. Ladeó su rostro enterrándolo en la escasa almohada que quedaba de su lado, no tenía el más mínimo ánimo para levantarse. En segundo lugar, fue la vuelta inevitable de sus sentidos. Los dedos de su mano izquierda se entrecerraron por arco reflejo y Aphelios sabía que ya estaría pronto a despertar. Qué molestia. Volver a la monotonía de sus días.

Rendido, se cubrió la boca para bostezar e hizo fuerza para al menos sentarse en la cama. Un plan que tenía tantas falencias que no se podían enumerar. Al momento en que Aphelios intentó levantarse, el mundo se le vino encima. No, ese no era sólo el peso de su flojera. Abrió bien los ojos y ante él, una profunda mirada color ámbar aguardaba su llegada. Muchas cosas pasaron por su cabeza, pero ninguna terminaba de hacerle sentido. ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Por qué? ¿El qué... ? Sentía que se le hacía difícil respirar, y no era solo en el sentido metafórico. Sett había despertado hace un buen rato y había permanecido paciente a su lado, observando el torso desnudo del menor como si la vida se le fuera en ello. Su piel pálida hacía juego con el azul oscuro de las sábanas y la luminosidad ambiente de la luna traspasando las rejillas de la persiana hacían de su imagen un plato que muchos estarían dispuestos a observar por horas. Cuando los mínimos indicios de la consciencia se presentaron en el pelinegro, Sett aprovechó pasa posicionarse, recostándose sobre él descansando su cabeza en su pecho. Ahora que Aphelios había despertado, había empezado a presionar adrede su piel contra la suya casi conduciéndolo al sofoco. No era una maldad intencional, sino una curiosidad incluso auto-destructiva.

Expulsando el poco aire que le quedaba en los pulmones, entrecerró un ojo mirando directamente a Sett con una petición obvia de ayuda. El mayor, que se encontraba observándolo con una tranquilidad inquietante, se levantó muy pocos centímetros, los mínimos necesarios para que cuando Aphelios desesperadamente tratase de respirar, su piel se encontrara con el peso de la suya. Le ofreció un trato que le parecía bastante justo. Si no iba a aceptar su considerada y gentil forma de destruirlo; entonces, no le quedaba más opción que consumirlo él mismo. Sin liberarlo de su mirada, Sett se acercó cada vez más a un Aphelios que no podía hacer más aguantar en el lugar.

Cerró los ojos; todo el calor y el peso del cuerpo contrario no tardó en hacerse presente para cuando sus labios habían sido capturados nuevamente. Lo recordaba todo.

Su salida, la pelea, el correr, las heridas que tenía, su rostro, su camisa, su boca, su calor, su piel. Su mirada perdida y sumida en la oscuridad...

Tenía que ponerle un alto.

¿Cómo?

Sus labios se entreabrieron ante la necesidad imperiosa y demandante del deseo ajeno. Su lengua lo devoraba y lo hacía estremecer. Cada lamida, cada tacto que le proporcionaba era ceder más su terreno. Ante cada escalofrío y el mínimo movimiento apresurado de su parte, sentía como sus manos avanzaban ganando terreno. Firmemente, sujetaba su cintura, su pecho; cualquier espacio que le proporcionaba sus dedos se apoderaban, uno por uno, se colaron entre las sábanas y su espalda, bajando parsimoniosamente dejando con sus uñas marcas que se enterraban en su piel. No podían seguir así. No sin antes hablar. Tenía que llegar a él.

Aquello que no te he dicho [AU][SettPhelios]Où les histoires vivent. Découvrez maintenant