✦ The moon n the sheep ✦

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Aphelios era incapaz de comunicar lo que sentía. Aún fuera algo banal tanto como para ayudar a un desconocido en la calle, no le llevó mucho tiempo percatarse de que había una barrera en la que jamás podría llegar a otra persona. Se encontraba solo, completamente solo. Había alejado a la única persona que podía comprenderlo en la faz de la tierra y, desde que su hermana se había ido, se había sumido en un encierro auto-destructivo que tenía los días contados para hacerlo tocar fondo. 

Perdido en su propia oscuridad, siguió ciegamente la tenue luz que se presentaba en su camino. No era ni por lejos la más brillante, tampoco la más cálida. En efecto, era más bien una luciérnaga perdida al igual que él, cuyos brillos hacían ecos en el vacío que los rodeaba. Pequeña e insignificante, una luz a punto de extinguirse a la que se aferró ciegamente ante la más mínima oportunidad. Lo rodeó con sus brazos y se juró a sí mismo que jamás lo soltaría. Su corazón daba fuertes golpes en su pecho y sentía cómo ansiaba escapar por su garganta. Cerró los ojos con fuerza y casi clavó las uñas en su espalda. Quizás no era lo correcto. En el fondo, sabía que estaban danzando en un hilo, en el limbo de la ética y la marginalidad. Pero nada de eso importaba en ese momento, ninguna definición hecha por el hombre, ninguna palabra podría describir la calidez, la inmortalidad de aquel abrazo. Por primera vez en mucho tiempo; no necesitaba de palabras. 

Estoy contigo, 

puedes llorar ahora

Palabras jamás pronunciadas que llegaron en el momento que más lo necesitaba. 

Sett rompió en llanto y ocultó su rostro en el hombro que se le ofrecía. Phel sintió las lágrimas calientes correr en su piel y sus ojos se cristalizaron justo antes de volver a cerrarlos. Sintió su dolor como suyo y juntos se quedaron compartiendo el mismo aire al tiempo que repartía suaves caricias por toda su espalda. 

¿Estaba siendo egoísta?

Alguien normal, ¿hubiera llamado a la policía?

No podía hacerlo.

Quizás fuera el cariño que aún mantenía por él.

Quizás fue un deseo egoísta al ver reflejada su propia soledad en los ojos ajenos. 

Sea lo que fuere, lo único que importaba es que estaban juntos.

Sí, a partir de ahora...

...estaban juntos en ello. 



No volvería a estar solo.



... ... ... ... ...



¿Fue siempre tan difícil respirar? 

Cada bocado de aire que tomaba era una asfixia que le quemaba los pulmones. 

Sett recordaba mientras se dejaba hacer en aquellos brazos tan ajenos y distantes que lo rodeaban; la noticia y todo lo que sobrevino después de ello. 

Estaba pasando por momentos difíciles, o mejor dicho, importantes. Al fin había conseguido algo más de fama en el negocio y se le estaba poniendo a prueba. Por supuesto, nadie llega a lo alto sin enemigos, y con quienes debía de lidiar eran personas de dudosas intenciones. Tenía nociones borrosas debido al shock emocional, mas recordaba cómo le habían asignado tarea tras tarea cada una rozando la ilegalidad más que la anterior. En un momento dado, tuvo que confiar, ¿por qué? Ma... su madre, estaba enferma, sí, desde hace un buen tiempo, pero no era nada grave. ¡Nada de lo que preocuparse! Más aún si estaba haciendo buen dinero para sus tratamientos. Y la fatalidad llegó, tuvo que confiar... confiar en una de estas personas de dudosas intenciones. Dios. ¿Por qué? ¿por qué lo hizo? Lo citaron apropósito, habían conseguido los horarios en que debía llevarla al médico... alguien se ofreció... ¿y qué pasó después? 

Después...

después ella ya no estaba... 

no estaba, oh Dios.

Ella se había ido, Phel... 

Se había ido para siempre y no volvería. Todo era su culpa. Pero lo que más odiaba y jamás se perdonaría, es que ni siquiera pudo llorar. Aquel pobre hombre devastado no podía comprenderlo. Le parecía horrible no poder llorar a su madre, aquella mujer que lo había dado todo por él, aquella mujer a quien tanto quería y amaba. Era incapaz. El shock y la crisis que mantenía sus recuerdos borrosos se produjo después de enterarse producto a una conversación que no debía escuchar quienes habían sido los responsables. ¿Qué pasó después? No recuerda haber podido llorar, incluso después de cometer su venganza. Vagó por las calles, libró peleas contra todos los seguidores del bando contrario, incluso contra los de su bando mismo. No contaba el número de enfrentamientos, cortes ni golpes que recibió; ni tampoco las noches en velas o días que habían pasado desde entonces. Vagaba sin rumbo aferrándose a lo primero que le permitiera sentir algo, pero incluso la sangre que fluía dejaba de tener peso después de tantos golpes. Si no podía sentir nada, entonces desaparecería de la faz de la Tierra vagando en los alrededores, hasta que sus piernas no pudieran mantenerlo en pie y su último aliento escapara de sus labios. Seguiría peleando hasta que la paranoia acabase.  

Una mano tibia acarició su cabeza y un escalofrío recorrió toda su espina. Era extraño, se sentía familiar y a la vez tan distante... Suave, cálido; eran unos dedos finos, demasiado largos para ser de una mujer, mucho menos de su madre. ¿Tenía realmente a alguien más que lo cobijara así o iban a tener merced al final de su pesadilla? Pero si era una ilusión al borde de la muerte, ¿qué otra figura podría recibirlo además de su madre? 

Recordó entonces algo más. 

Era un rostro borroso, cambiado con el tiempo, no podía visualizarlo bien dentro de su cabeza. Una fuerza lo tiraba hacia adelante justo después de que lo habían tumbado en el suelo. Había decidido seguirla ya que debía ser el comienzo de la inconsciencia. Como si flotase en la nada, recordaba haber caminado por mucho rato en lugares en los que nunca estuvo realmente. Después, algo distinto, no recordaba cosas... sólo... sensaciones. Algo cálido, éxtasis, adrenalina; un rostro empezaba a armarse. Pelo negro, tez pálida. Por supuesto que ellos vendrían a recibirlo en su final.

Lamento mucho haber desaparecido en ese entonces —se sinceró en un hilo de voz. Aphelios, quien había permanecido todo este rato abrazándolo y tratando de calmarlo con las mismas caricias que vio a la madre de Sett darle en más de alguna ocasión en el pasado, no dio fe a lo que escucharon sus oídos. Pestañeó dos veces como si con aquellas palabras el mayor hubiese abierto una puerta que había permanecido años llenándose de polvo. Phel quiso apartarse un poco para tratar de entablar una conversación ahora que Sett parecía haberse serenado, mas fue inútil. Del cansancio del llanto desgarrador y liberar todo el peso emocional de estos últimos días, sumadas a todas las noches en vela en que excedió los límites físicos de su cuerpo, el pelirrojo descansaba adormilado en los brazos de Aphelios. 

Tras unos minutos de mantener la posición, logró volverlo a acostar. Habían despertado hace poco más de un par de horas. 


¿Cuánto te odias en este momento como para terminar así?

Le hubiera gustado preguntar.

Aquello que no te he dicho [AU][SettPhelios]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora