❅ El mismo error ❅

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Sett había despertado hace ya un par de horas. Era un nuevo día, la luz del sol se inmiscuía sigilosa por entre los espacios abiertos de la persiana y reinaba una calma alegre al cantar de los pequeños pajaritos y el ruido suburbano de fondo. De vez en cuando, se escuchaba pasar uno que otro auto a la distancia, algunos pasos apresurados por la escalera del edificio: todo el resto era suma calma y tranquilidad. Pero era esta misma calma quien exponía la profunda amargura y desapego a la felicidad de nuestros dos pobres muchachos. 

Cuando Sett despertó, Aphelios no estuvo para presenciarlo, sin embargo, en sus ojos se manifestaba la confusión de la mezcladura de recuerdos sumado a encontrarse en una habitación que desconocía. Por supuesto, esto estaba lejos de ser algo malo. Era la primera pizca y probada de realidad consciente que tenía en días. Aún no podía poner en orden todo lo que le aquejaba debido al severo shock emocional que sufrió, incluso le costó varios minutos poder procesar dónde se encontraba. Al final había hallado su respuesta durmiendo junto a él. A un lado de la cama, sentado en una silla con una pequeña cobija demasiado delgada para los fríos de la época, el joven pelinegro dormía recogido entre sus hombros con un rostro algo perturbado. Al verlo ahí, tan cerca, a lo único que atinó fue a rozar su rostro con su mano. Era suave, tibio, aunque no tanto como recordaba. Daba igual, sobretodo había una cosa que destacaba: era real. 

La, en otra situación, enternecedora reunión con el pelinegro, le llenó el pecho de felicida; instantáneamente seguida por una profunda melancolía que sumergía en lo más hondo de los oscuros lugares a su ofuscado corazón. El mundo se le desplomaba una vez más encima. 

—Ma, Phel... —musitó con un hilo de voz para luego posar sus ojos en sus propias manos. Estaban vendadas, no sólo eso... todas sus heridas estaban tratadas. No había que pensar mucho para adivinar obra de quién era. Su corazón volvió a encogerse y pasaron a través de su cabeza imágenes que lo helaron y lo dejaron aterrorizado. Miró al chico que dormía inocente a su lado y de improviso se sintió la persona más miserable y repugnante sobre la tierra. 


                                                                ...


Apenas despertó, pudo sentir la presión ineludible de un par de ojos posados sobre él. Tragó saliva antes de poder siquiera bostezar o desperezarse a gusto, ¡incluso antes de poder poner su mente en marcha! Aphelios levantó la mirada y encontró aquellos ojos ámbar fijos en él. No, no eran los mismos de hace un par de horas atrás; lo atraparon y se lo llevaron consigo a una escena atemporal, ajena a cualquier paso inexorable del tiempo. Desentendidos de cualquier culpa o depravación de la madurez, ambos se encontraron tal cual dos muchachos apremiados por la juventud, por el jubilo del colegio y la benevolencia de la amistad. Aphelios vio en ellos el amigo al cual tantas noches lloró y extrañó y creyó perdido para siempre. Sett, por su parte, a su pequeño protegido que acudiría todos los días a él con temas tan fascinantes como excéntrico era él mismo, con sus intervenciones algo disparatadas y una introversión incesante sin la presencia de su hermana. Alune, la recordó a ella también, una amiga que ha día de hoy se veía tan lejana; le había encargado protegerlo en su ausencia. ¿Y él qué había hecho?   Se deshizo de él ante la mínima intromisión en sus planes. Lo había traicionado eludiendo cualquier lazo o relación que pudieran haber tenido. ¿Cómo podía siquiera tener el derecho de observarlo así? Tan cercano, tan indiferente a todo lo que había acontecido. Ninguno de los dos se sintió merecedor de ese momento y la magia se rompió tan pronto como llegó, con ambos rehuyendo la mirada en direcciones opuestas. 

Así pasaron segundos, minutos y horas en que ninguno de los dos pudo pronunciar palabra. La incomodidad era palpable, había demasiado de qué hablar y a la vez tan pocas las cosas que se podían adjuntar.  De todas las preguntas que Aphelios tenía para él, la más importante la había respondido a solas mientras el mayor dormía: no era un asesino temerario como tal, la persona a la que había asesinado al parecer tenía cargos de la clase más baja de ser humano que podía existir, entre abusos y otros temas de irrefutable ilegalidad que prefería no recordar. Había mucha gente que estaba en contra de su captura, mas también estaban los que alegaban que justicia era justicia. Era clara la posición que había tomado el joven pelinegro. Sin embargo, un detalle importante, es que esta pregunta era la que más temía Sett que le hiciera y no sabía explicar su caso. Bajo su punto de vista, él era un asesino sin más del cual el menor debería temer. Sin esta pregunta clave en el aire, era muy difícil avanzar entre lo que correspondía a la relación entre los dos. 

Aquello que no te he dicho [AU][SettPhelios]Where stories live. Discover now