Parezco una santa diabla. Por un lado, imito la inocente postura de Laurita con mis manos enlazadas bajo mi vientre. Por otro, diría que estoy seductora con esta falda ligera y la desahogada camiseta de tirantes.
La puerta se abre y sostengo una amable sonrisa.
—Hola. —Me recibe una mujer delgada y de mi estatura con ropa de andar por casa. Sus cortos cabellos negros y su rostro me recuerdan a Víctor en versión femenina y con varias décadas acumuladas. Intuyo que es su madre.
—Hola... —saludo, pero ella se adelanta a mi presentación.
—Tú debes ser Ana. Víctor me habló de ti. ¡Qué chica tan preciosa! —me halaga y me agrada su simpatía.
—Gracias. Sí soy Ana. —Sonrío.
—Yo soy Susan, la madre de Víctor. —La señora me da dos besos—. ¡Qué perfumada! —¡Qué vergüenza! Es el olor de Laurita.
—Encantada. —Mantengo mi apariencia de joven educada.
—Igualmente. Debes ser muy importante para mi hijo, eres la primera chica que invita a nuestra casa —dice en voz baja, como toda una madre que actúa a favor de su bebé sin que este se entere. Me sorprende. O bien no sabe que Víctor es un mujeriego que sale con universitarias, o sí lo sabe y lo protege proporcionándole la mejor cuartada. Apostaría por lo primero porque presiento que es una mujer noble.
—Oh. ¡Je! Bueno, he venido a hacer un trabajo del instituto con él. ¿Se encuentra en casa? —No quiero crearle falsas esperanzas.
—Sí. Ven, pasa. Siéntete como en tu casa —me invita y asiento con la cabeza como agradecimiento—. ¡Víctor!
—Sí, mamá. Las señales celestiales cantaban su nombre, pues no esperaba a otra persona. —Víctor estaba cerca. Él también anda con ropa casera—. Gracias, mamá. Ya la atiendo yo.
—Bien. Ana, te dejo en buenas manos. Y lo dicho, como en tu casa —dice Susan.
—Muchas gracias —digo y ella se aleja—. Hola... —saludo a Víctor, pero él me ignora y vigila a su madre hasta que desaparece de nuestras vistas.
—¡Qué desfachatez la tuya! —Víctor me agarra por el hombro y me saca de su casa. Ni he tenido tiempo para observar minuciosamente el salón.
—¡Ay! ¿Qué haces? —No me esperaba esta reacción tan brusca de su parte.
Regreso al pasillo. Él también sale y cierra parcialmente la puerta.
—Que en esta casa seamos amables no significa que puedas escupirnos en la cara. ¿Qué haces aquí? —Vale, está enojado.
—Es obvio, habíamos quedado... —Adopto una postura más relajada y jugueteo con un mechón de pelo. Sus ojos lo traicionan detrás de esas gafas, me mira como si contemplara una obra de arte.
—Eso fue hace unas tres horas.
—Ya, pero tengo responsabilidades. Tenía que cocinar, comer, recuperarme de la pelea con Sandra, prepararme, el camino para venir. Una chica necesita su tiempo. Deberías saberlo, has tenido muchas novias —argumento.
—Y salvar el mundo también, ¿no? —dice con sarcasmo—. No soy idiota. Te hablaré en lenguaje mundano para que me entiendas. Puedes irte por donde mismo has venido.
—Vamos, Víctor, no seas así. Me he retrasado un poco, le puede pasar a cualquiera. Mejor tarde que nunca, ¿no? —La verdad es que me marcharía encantada, pero prefiero no perjudicar mi compromiso con mi castigo.
—Por supuesto, pero tú y yo sabemos que eres una viciosa. Has resultado ser de esas personas, una lástima. No importa. Mañana hablaré con la directora al respecto. Tranquila, omitiré la parte que describe tu irresponsabilidad y tu falta de respeto, por mencionar algo. Chao. —¡Qué testarudo es! Va en serio.
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La hermana de mi novio [Disponible en físico en 2 tomos + Extras]
RomanceTras superar mi etapa de rebeldía, mi vida de adolescente se convirtió en un sueño hecho realidad. Mis padres me permitieron vivir sola con mi novio e incluso me asignaron una paga mensual. Mis únicas obligaciones consistían en estudiar y ayudar a m...