Fuego

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Sus ojos se pedían a gritos. Se buscaban, se sonreían, se rozaban. Sentían como se les erizaba cada centímetro de piel con cada segundo que compartían. Nadie lo sabía, claro, puesto que era parte de su juego, su secreto. Amarse en las sombras y actuar como simples compañeros de universidad delante de los demás.

Aquella noche cuando las luces se apagaron y los amigos se dieron a la fiesta y la noche, ellos encontraron el camino en las penumbras directo a lo desconocido. Ansiaban poder sentirse piel a piel. Habían estrechado labios antes pero jamás se habían animado a llegar al extremo de dejarse consumir por las llamas del deseo. Ella lo tomó de la mano y lo llevó al otro lado de la casa. Allí, la música apenas sonaba y la única luz era el resplandor plateado de una luna llena de agosto. Se enroscaron en un beso apasionado, dejando que sus manos recorran libre y peligrosamente el cuerpo del otro sin control. Se miraron una vez más como buscando en el otro la señal para ir a por todo. Ese silencio que antecede al huracán es tal vez el punto máximo de calor entre dos personas que están al borde del abismo de la pasión.

Se entregaron hasta el cansancio, hasta que la temperatura de aquel lugar alcanzó las nubes y la luna misma. Ahogaron el placer en el más absoluto mutismo, rogando que ningún desatinado interrumpiera aquella danza de dos cuerpos en pleno ardor. Sabían que lo que hacían era riesgoso, pero nada ni nadie los detendría. Aquella noche la llama fue el amor, fue el calor de dos cuerpos apasionados que lo dieron absolutamente todo. El romance también se construye a la vera misma del fuego, donde nace la luz y muere la oscuridad.

De Amor y Otras Yerbas...Where stories live. Discover now