De Amor y Otras Yerbas...

Soledad

            Soledad estaba cansada, agotada de hacerle honor a su nombre. Luego de varias relaciones fallidas, había llegado a creer que simplemente el amor no era su zona de confort, y que siempre sería una materia pendiente. Harta de todo, decidió empacar sus cosas y partió rumbo al norte buscando mejores horizontes.

Algún tiempo pasó y se encontró a si misma sentada en el mismísimo sillón del éxito, puesto que la suerte y el talento habían caído juntos de su lado. Trabajaba de lo que amaba, vivía en el lugar más soñado del Caribe y, por si fuera poco, había hecho grandes amigos aquí y allá que siempre estaban a su lado cuando los necesitaba. En las buenas, en las malas, en las fáciles y en las difíciles. Sin embargo, Soledad seguía sola. Alguna que otra relación más volvió a darle la espalda, y la vida le dijo una vez más "no, todavía no es para vos".

Una fresca noche de abril Soledad concurrió a una reunión de amigos después del trabajo. Creyó que sería una buena oportunidad para compartir algunos tragos con sus amigos de siempre y relajarse un poco después de tanto trabajo. Lo que no imaginó es que a aquella reunión concurriría un desconocido. Martín, un muchacho extranjero al igual que ella, había huido de su país por los mismos motivos que Soledad. Esa era su primera noche en aquella ciudad desconocida y sus compañeros de trabajo lo llevaron para que se dispersara un poco...

Vaya si se dispersó. Pasó la noche entera conversando y riendo con Soledad. Se descubrieron tan distintos como iguales. Tan ajenos a todo, pero tan propios el uno al otro. Martín y Soledad encontraron esa noche en aquella casa lo que tanto creyeron que no era para ellos: encontraron su otra mitad.