La Ventana

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Siempre se preguntó por qué la ventana de aquella casa estaba tan baja. Le parecía ocurrente e incómodo que el ventanal de una casa estuviera a la altura de los transeúntes. Era raro puesto que estaba ubicada en una calle muy transitada de la ciudad. Se podía divisar desde fuera prácticamente todo. Una cocina algo modesta pero bien equipada, un desayunador de madera, unos blancos sillones marcados por el paso del tiempo, y hasta un viejo perro beagle que pasaba las mañanas y tardes durmiendo justamente allí, en la ventana.

Un buen día Nicolás venía caminando como todas noches por aquella calle desierta – claro, era un gentío de día pero quedaba desolada por las noches – y se sintió tentado de ver un poco más hacia adentro. Desaceleró el paso para poder visualizar mejor su interior y por primera vez la vio a ella, Celeste. Celeste era una chica joven, algo bohemia, con la mirada profunda y la sonrisa algo difícil. Aquel día, justamente, se encontraba más desanimada que de costumbre, puesto que su anterior "algo" como lo llamaba ella, la había dejado para retornar a los brazos de su ex novia. Ahora la que no tenía brazos a los que retornar era Celeste. Sin embargo, algo sucedió aquella noche. Del otro lado de aquella molesta ventana, un muchacho joven, algo desgarbado pero atractivo, la miraba atentamente a través de sus gruesos lentes. Ninguno de los dos supo bien por qué, pero fue inevitable mirarse fijamente.

Esas miradas que se repetirían noche tras noche, casi esperando ansiosamente poder cruzarse. Una noche la tentación pudo más. Nico se animó a decir "hola". Celeste se animó a sonreír. Ambos se miraron de lejos por última vez, animándose a creer que el amor podía nacer así, a través de una molesta ventana.

De Amor y Otras Yerbas...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora