Veintiseis.

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- Hola... - musitó Raúl, tras segundos de incómodo silencio.

- Raúl, no quiero hablar.

El mayor negó, acercandose a Luzu. El menor instantaneamente retrocedió algunos pasos, como si el tacto de Auron fuese a quemarle.

- No hay nada que hablar. - murmuró - Quédate con quien quieras, no quiero saber nada de ti. Quiero empezar de cero.

- Borja...

- Raúl, escucha, solo dime... - se relamió los labios, nerviosos ante la mirada de su ex prometido - ¿en qué momento dejaste de amarme?

- Yo... Yo jamás...

- Por favor, ¿hace falta que pida honestidad? Simplemente es para calcular cuanto dolor me habría ahorrado.

Auron se removió nervioso.

- Nunca dejé de hacerlo. Pero escucha, tienes todo el derecho de odiarme. Soy un capullo.

- Sí, lo eres. - afirmó - Por eso no quiero saber nada más.

Luzu se giró dandole la espalda, aquel gesto fue suficiente como para indicar que ya no deseaba hablar más.

Viendo como Luzu volvía a escabullirse de entre sus manos y siendo presa del pánico, Raúl rapidamente lo tomó de los hombros. Lo obligó a mirarlo.

- La cagué. La cagué hasta el fondo. — comenzó a hablar — Soy consciente, Borja. Ismael...

- ¿Sabes qué? — lo interrumpió — Es tan simple como aceptar que lo nuestro está más que muerto.

- ¿Qué? No, Borja. Escucha, por favor...

- ¡Hey, Borja!

Auron y el nombrado se girarob hacia la persona que había llamado a Luzu. Era Willy, que tenía una ceja encarnada. Miró a Raúl con algo de confusión.

- ¿Quién es él, Luzu?

Aquello dolió, aquello le dolió mucho a Auron. Escuchar aquel apodo tan íntimo entre ellos salir de la boca de otro hombre desconocido...

Sentía celos y rabia, pero sobre todo tristeza.

- Es un amigo... un viejo amigo, no nos veíamos desde la Universidad.

- Oh, ya veo. — murmuró. El chico de gafas de sol le sonrió al desconocido, ofreciendole cortesmente la mano. — Soy Willy.

- Raúl. — se presentó el otro con una sonrisa que le amargaba.

- Luzu, deja de chillar que no te entiendo, coño. — ordenó Mangel. — Respira y habla tranquilo.

Borja había ido casi corriendo a la casa de Mangel tras su cita con Willy, que se había acabado más temprano de lo que quería.

Miguel Ángel se encontraba haciendo las maletas de su hija, ya que en unos dos días Rubén se la llevaría unos tres meses a Los Ángeles.

- ¡Él estaba allí, Mangel! ¡Lo confundí con Willy y...! Oh Dios, casi corro hacia la fuente para ahogarme.

- Espera... te creo lo de correr hacia la fuente. ¿Pero como demonios confundiste a un chino con tu ex premetido? — murmuró, encarnando una ceja.

- Culpa del sol.

- Papi, ¿que vestido me pongo para cuando vaya al aeropuerto? ¿El amarillo o azul? — Maya llegó con dos vestidos que estabab colgados por perchas.

Hey, Auron...Où les histoires vivent. Découvrez maintenant