Las cartas sobre la mesa

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Dedicado con amorcito para @IfYouLook y PadillaOrta, que han seguido esta historia muy de cerca desde el comienzo y han acertado bastante en sus teorías. ¡Gracias por tanto apoyo!









Durante su pequeña caminata, el joven investigador se dedicó a escudriñar en su guía de rígido aspecto. El muchacho tenía el cabello teñido de un interesante color rubio miel que hacía juego con su bonito rostro de ojos ámbares rasgados y labios carnosos de un apetecible tono rojizo. A pesar de que era más bajo que Seokjin y no entraba en su tipo, podía decir a ciencia cierta que era un sujeto muy atractivo, pero a su vez alguien muy serio y profesional. Él ni siquiera se inmutó ante las miradas de escrutinio que el castaño le estaba dedicando. Seokjin estaba seguro que se trataba de alguna clase de mayordomo o al menos algún tipo de rango alto en la jerarquía de la servidumbre, su uniforme así lo indicaba.

Luego de bajar unas enormes escaleras y caminar por otros pasillos, llegaron hasta el espacioso comedor donde el vampiro esperaba sentado a la mesa más larga que Seokjin hubiera visto alguna vez.

El hombre lo miró con expresión sorprendida por unos instantes antes de sonreír con gracia hacia el castaño.

El vampiro hizo un gesto con su mano indicando a Seokjin que tomara asiento en el lugar de enfrente que ya estaba preparado con platos y cubiertos relucientes, alistado presumiblemente para él.

Seokjin se sentó y divisó la larga hilera de asientos a su costado que no parecía tener fin. Se preguntó si alguna vez todos esos lugares habrían sido ocupados.

—Realmente Jimin tiene un buen ojo. La ropa te queda perfecta —le dijo el vampiro con una sonrisa de suficiencia, deleitándose con la imagen del muchacho castaño. Sus ojos marrones iban cambiando lentamente a rojo luminoso y Seokjin todavía se sorprendía por ello, pero no de mala manera.

— ¿Quién es Jimin? —cuestionó, bastante seguro de ser la primera vez que el pelinegro lo mencionaba.

—Es el rubio que te trajo hasta aquí. Él escogió tus ropas y cuidó de ti el tiempo que estuviste inconsciente.

Seokjin le lanzó una mirada aguda en respuesta.

—Oh, no. Yo no podría haberlo hecho. Al menos no sin tocar más de lo necesario. —Un abrupto sonrojo asaltó las mejillas de Seokjin y el vampiro le mostró una expresión altanera. —Dime entonces, ¿qué tal dormiste? ¿Soñaste conmigo?

Los ojos del castaño se abrieron como platos al sentirse expuesto.

El maldito lo estaba haciendo de nuevo, esa cosa extraña de leer su mente. Ah, el imbécil sabía exactamente qué botón presionar para hacer que Seokjin quisiera morir de vergüenza.

El sujeto descarado comenzó a reír al ante la contrariedad pintada por todo el rostro del avergonzado castaño.

—No estoy escuchando lo que piensas, si es lo que crees. Ya no puedo hacerlo —aclaró cuando pudo recobrar el aliento. —Simplemente lo sé. El que tú no puedes sacarme de tus pensamientos del mismo modo en que yo no puedo apartarte de los míos.

La sinceridad y seguridad tan aplastantes con que aquellas palabras habían llegado a sus oídos, hicieron al cuerpo de Seokjin vibrar por la ola de calor que le abordó.

Él tuvo que cerrar sus ojos y detenerse a sí mismo de hacer o decir una completa estupidez que más tarde lamentaría. El claro interés de este tipo por Seokjin lo estaba descolocando completamente; no lograba recordar a ninguno de sus antiguos amantes y compañeros de cama que le mirara de la forma en que este hombre hacía, con tanta pasión y fuego en sus ojos. Y realmente el castaño se juraba estar enloqueciendo por desear quemarse en él hasta las entrañas, tan mal.

En las fauces del vampiro «kookjin»Where stories live. Discover now