Lanzallamas

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Jimin salió de cursar y se dirigió directamente a la plaza.

Cuando se despidieron con NamJoon después de lo acontecido, Jimin le hizo prometer que se verían al día siguiente después de asistir cada quien a la escuela. El alto le aseguró que así sería y por eso Jimin estuvo inquieto toda la jornada de clase.

Sin embargo, cuando llegó hasta aquella banca situada justo en medio de la plaza que separaba ambas instituciones, el alivio recorrió cada fibra de su cuerpo liberandolo de las tensiones. NamJoon estaba ahí, esperandolo.

Jimin no pudo contener su emoción y corrió hacia él para abrazarlo por sorpresa.

-Jimin, me asustaste. -NamJoon habló entretenido cuando vió de quién se trataba.

-Lo siento, es que me pone tan feliz volver a verte por aquí.

-Sí, bueno, es mejor si me reintegro apropiadamente. No más escapes al muelle, supongo. Hay que resistir los golpes de la realidad.

NamJoon bromeó pero aún así Jimin percibió la desolación en sus palabras.

-¿Tienes miedo de lo que vaya a pasar? La incertidumbre de la que tanto hablabas.

NamJoon miró a Jimin cuando éste lo liberó de su abrazo y se sentó correctamente a su lado. El alto suspiró y se encogió de hombros.

-No quiero estar ahí cuando caiga. No quiero estar ahí cuando me estrelle contra el suelo.

-Piensalo así, no puedes levantarte si no te caes. -Lo alentó Jimin con optimismo -La mejor parte de una caída, es cuando te vuelves a poner de pie luego de caer.

-Dios, eso fué tan profundo y reflexivo, Jimin. Déjame anotarlo.

-¿Eh? ¿Anotarlo?

NamJoon revolvió dentro de su mochila y sacó una pequeña libreta arrugada por la húmedad, tomó una lapicera y anotó las palabras de Jimin en un apartado. Ante eso el más bajo se sintió muy apenado.

-Oye, no hagas eso, no escribas lo que te dije.

-¿Por qué no? Lo que dices suena muy bien. Desde que me despertaste en el muelle, anoto todo lo que me dices.

NamJoon le enseñó algunas páginas y Jimin se ruborizó al ver escritas todas las cosas que le dijo aquellos días. Quiso pedirle que arrancara esas hojas, sentía una vergonzosa modestia con todo aquello, pero cuando levantó la vista para hablarle a su amigo, la sonrisa y el brillo en los ojos del contrario hicieron que se arrepintiera de inmediato. Esto hacía feliz a NamJoon, no podía quitarselo.

-Bien, puedes anotarlo. Pero no pongas mi nombre allí.

-¿No quieres tus créditos?

-¡No! Te los regalo.

-Cuando saque mi libro y se venda bien, vas a arrepentirte. -NamJoon rió ojeando las páginas y tachando el nombre de su amigo para luego escribir sobre este -Bueno, si no quieres que use tu nombre, puedo ponerte un ápodo.

Jimin vió el cuaderno y formó una mueca de confusión al ver el ápodo que le puso.

-¿Lanzallamas?

-Sí, Jimin, eres como un lanzallamas.

-No te entiendo.

-¿Recuerdas todas esas veces que yo decía algo negativo y tú tenías una buena reflexión para que yo viera la verdad con tus ojos? Eso me hace pensar que eres alguien que me purifica con el fuego de tus palabras.

Jimin rió avergonzado. -¡Basta! Yo no hago nada de eso.

-Pero lo haces, Jimin. Incluso hace un rato, lo hiciste ¿Cómo lo haces? ¿Es por tu depresión? ¿Tener depresión te da pensamientos profundos?...

No Pertenecemos  ➸MinJoon➸Where stories live. Discover now