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La soledad de la playa era interesante de cierta forma. El único lugar de toda la isla Príncipe Edward en el que nunca había gente, era también el más hermoso de todos. Cuando eran niños, Anne y Gilbert iban con mucha frecuencia. Les gustaba ver como la espuma del mar limpiaba la arena roja en sus dedos mientras sus padres hablaban de temas que a ellos no les interesaba. Aquel día fue la primera vez en mucho tiempo que irían solos, lo que significaba que iban a sentir nuevamente ese revoltijo repentino en sus estómagos. Estaban más que emocionados.

-¿No es maravilloso el olor del mar? -preguntó Anne caminando con las manos tras su espalda.

-Estás en todo lo correcto -respondió Gilbert mirándola sin que ésta se diese cuenta.

-Quisiera darme un chapuzón -volteó a verlo- ¿Te animas?

-¿Por qué no?

Él empezó a quitarse la camisa, la pelirroja sin pensarlo lo siguió quitándose el vestido con rapidez, ya que, lo que más ansiaba era sentir el agua salada en su piel repleta de lunares rojos. Entonces, unos segundos más tarde, cuando se encontraron uno frente al otro notaron que el sumergirse al mar como solían hacerlo cuando eran pequeños no tenía nada de divertido, era algo incómodo estar a solas y verse semidesnudos. Se suponía que no eran de esa clase de amigos, pero supusieron que las estrellas estaban a su favor aquella tarde. El muchacho contempló su cuerpo y pensó en la distancia entre los dos, viendo que aunque estuviesen a menos de cinco pasos la distancia y un secreto que los separaba era muchísimo más grande. Él estiró su brazo para poner uno de los mechones pelirrojos tras la oreja.

-Gilbert...-susurró Anne sabiendo la intención que éste tenía- Esto no está bien.

-¿Por qué? -se acercó un poco más a ella- No estamos cometiendo ningún pecado.

Y aunque la lujuria que contenían para ese entonces lo era, no importaba, porque nada ni nadie podía detener a dos almas que se amaban. El beso que ambos se dieron despertó aún más las emociones contenidas, tanto, que para el instante en que el sol estuvo en su apogeo quemando sus blancas pieles, no pusieron ni la más mínima atención por estar concentrados en el sabor a cerezas en almíbar y vainilla de sus lenguas. Gilbert Blythe pasó su dedo índice derecho por la cintura de Anne haciendo que un escalofrío empezara a correr por su espalda, ella lo abrazó cuando se separaron.

-¿Que estamos haciendo? -sus ojos azules brillaban cuando los rayos del sol se cruzaban con ellos.

-La mayor locura de nuestras vidas.

Se sentaron en un lugar en que nadie los encontraría, tras una gigantesca piedra café. Anne puso una mano en la pierna de Gilbert, él hizo lo mismo subiendo poco a poco, pero ella lo detuvo, miró sus ojos avellana y lo besó, ese día sus delicados dedos tocaron partes que jamás hubiese imaginado palpar. Por primera vez el deseo había sobrepasado lo que moralmente para aquellos años estaba muy mal. No contaré todo lo que ocurrió, porque al igual que todos en el mundo, Anne y Gilbert necesitaban su momento privado, mágico, quizá lleno de luz que nunca se borraría de sus mentes. Dieron un respiro de felicidad al volver a casa que fue más significativo que cualquier palabra extravagante, pero el sentimiento de que en algún momento los iban a descubrir estuvo tan presente que deseaban que llegara pronto el lunes para hablar sobre qué estaba bien y qué no.

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Volví, les traje el poquito de acción que querían. Gracias por el buen recibimiento que ha tenido la historia. Los ama;
~Cassie.

Amor y luz🌻🌈🍑

「𝐇𝐞𝐚𝐫𝐭𝐬 & 𝐬𝐭𝐚𝐫𝐬 ; 𝐀𝐧𝐧𝐞 × 𝐆𝐢𝐥𝐛𝐞𝐫𝐭」Where stories live. Discover now