14

2.2K 283 96
                                    

Estaba por terminar enero cuando Matthew Cuthbert se fijó una tarde en el granero que Gilbert Blythe hablaba con Jerry sosteniendo un tono muy bajo. En su mano derecha sostenía una hoja de papel doblada con una exactitud digna de un ser perfeccionista.

—No puedo hacerlo —decía el francés con su acento distintivo—, la señorita Marilla me lo tiene prohibido.

—Es una simple carta, Jerry —susurró él cada vez más insistente—. Me he cansado de dejarle notas en la cartelera sin saber su respuesta hecha palabras, te prometo que nadie se va a enterar.

De hecho, a Gilbert le sobraban las ideas para las supuestas notas anónimas, pero se estaba comenzando a hartar de no tenerla cerca... de que se fuese alejando. «Querida Anne» —había empezado a escribir una de tantas veces— «¿Alguna vez te han mencionado la similitud de tus pecas con las estrellas, misteriosas, infinitas, delicadas». También estuvo aquella vez en la que... «Querida Anne, ¿Las mariposas en mi esTómago sE Irán en algún momento? EXisten insTantes en los que no puedo Razonar, no puedo distinguir la reAlidad de un sueÑo porque con una chica cómo tú por ahí siquiera pensar es impOsible». Las mayúsculas eran esenciales en cada escrito, la adrenalina de descifrar el mensaje volvía la situación cada vez más emocionante, aunque era algo preocupante lo distraídos que eran el resto de sus compañeros como para no notarlos.

—Es prácticamente imposible, no arriesgaré mi trabajo por un capricho de dos enamorados —suspiró—. Gilbert, va a sonar un poco egoísta y yo no soy de esa clase de personas, pero todos sabíamos que algo entre ustedes dos iba a ser imposible. Algo lo tenía que arruinar.

Blythe aguantó la respiración un segundo, estaba haciendo que el papel en sus manos se arrugase gracias a la fuerza que sin notarlo le había puesto.

—Es muy fácil decirlo para ti, ¿no es así? Eres feliz con Diana, públicamente lo sabe todo el mundo, nadie les teme, no los miran como si fuesen unos monstruos, sus padres no están decepcionados de ustedes —tuvo ganas de llorar—. Sé bueno conmigo, por favor.

Jerry extendió su mano, pero la voz de Matthew se le adelantó.

—Él no lo hará.

Gilbert Blythe estaba paralizado, volteó poco a poco hasta que se encontró a menos de diez pasos del hombre.

—Señor Cuthbert, yo... yo —comenzó a balbucear.

—Jerry no va a hacer nada —posó su mirada en el muchachito francés—, ve a ver a las cabras, por favor, quiero hablar a solas con Gilbert.

Él asintió y salió con la cabeza gacha, fue entonces donde Matthew comenzó a hablarle al chico.

—Mira, Gilbert -el hombre no sabía por dónde comenzar-, esto no debería estar pasando...

—Ha sido mi error incumplir cuando dijeron claramente que ninguno de los dos volveríamos a vernos, es mejor que me vaya.

—Espera, muchacho, espera.

Él se volteó frenéticamente levantando sus cejas con intriga.

—Yo nunca dije nada, te recuerdo que fue Marilla quien no me dejó hablar aquella mañana —hizo una mueca nervioso—. Si yo pudiese volver al pasado y aprovechar lo bueno del amor juvenil probablemente todo estaría mejor para mí en cuanto a lo emocional —Gilbert sonrió—. Dame esa carta, yo se la haré llegar, todas las que quieras sin que mi hermana se dé cuenta... sé paciente, espera un tiempo, te prometo que las cosas mejorarán.

—¿Cree usted eso?

—Completamente, muchacho. Ahora vete antes que tu madre note que no estás leyendo en tu habitación o haciendo cualquier trabajo en el huerto.

—Gracias —dijo Gilbert pensando en si debía darle un abrazo al hombre.

—¡Ven acá! —soltó el mayor con cierto aire de orgullo, abría sus brazos.

Él se marchó, Matthew se quedó en silencio sentado en una pila de heno. Por un segundo tuvo la tentación de leer aquellas palabras pero se detuvo por respeto a su querida Anne, guardó el papel en su chaquetilla y caminó en dirección a Green gables.

「𝐇𝐞𝐚𝐫𝐭𝐬 & 𝐬𝐭𝐚𝐫𝐬 ; 𝐀𝐧𝐧𝐞 × 𝐆𝐢𝐥𝐛𝐞𝐫𝐭」Where stories live. Discover now