Capítulo 8

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Betty en realidad se sentía agotada. Después del comité, y que todos salieran de la sala, doña Catalina se quedó con ella.

—Como se pudo dar cuenta, doña Catalina, el ambiente no es el mejor. —dijo, mientras limpiaba las gafas con la orilla de su blusa, para colocárselas de nuevo.

—Pero lo está manejando muy bien, Betty. —respondió Catalina. —Lo único que sí veo que no maneja muy bien, es la ausencia de él. ¿No le había contado que se iba de viaje?

¿Por qué tenía que ser tan obvia?

—No. —Betty negó con la cabeza. —Nos tomó a todos por sorpresa.

—Especialmente a usted. —declaró ella. —Betty. ¿Qué siente, ah?

¿Qué sentía? Ni siquiera ella misma lo sabía.

—Confusión, doña Catalina. —respondió. —Estoy muy confundida. Cuando ya me había hecho a la idea de vivir sin él, se presenta esta maldita fatalidad de tener que trabajar a su lado, de tener que verlo todos los días. De tener que volverme a acostumbrar a él. Y ahora voy a volver a sufrir por su ausencia.

Se sentía patética. Porque en serio, ¿qué la ataba tanto a sufrir por él?

—Pero sí, es mejor que se vaya. —aceptó. —Lo mejor es que se vaya para que pueda tener su espacio, y para que pueda estar con las mujeres que desea. Y para mí también es lo mejor, tal vez así pueda dejarlo atrás por completo.

—Eso solo son pañitos de agua tibia, Betty. Pero parece que no tiene otra opción. Aunque, podría aprovechar su viaje, ¿mmm? —sugirió Catalina. —Aprovechar su cargo, salir, conocer otras personas.

A Beatriz no le entusiasmaba la idea. No se sentía lista, preparada. Aún estaba terriblemente lastimada. Además, tenía un convenio con cierto doctor. 

Aunque quisiera, estaba metida en esto hasta el cuello.

***

La hora del almuerzo llegó más rápido de lo esperado, y Daniel observó como Nicolás Mora dejaba uno a uno sus asuntos pendientes para irse. Ninguno de los dos habló una sola palabra en toda la mañana, pero antes de que el hombre se fuera, Daniel decidió preguntar.

—Mora, ¿sabe de algún lugar que quede cerca donde pueda almorzar? —le dijo, tratando de sonar indiferente, con la mirada aún sobre el computador.

Nicolás se sobresaltó al escuchar su voz.

—Bueno, bueno, está El Corrientazo, a dónde la mayoría de los empleados van, pero yo no se lo recomiendo, como que la comida de este barrio me está haciendo daño. —concluyó, frotándose la barriga con una mano.

—Entiendo. —respondió Daniel. —¿Usted a dónde va, entonces...?

—Ah, voy a donde doña Julia, la mamá, de Betty. Es que, ya estoy acostumbrado a su comida, y pues, no es fácil, no es fácil encontrar un lugar con sazón tan bueno como el de ella, ¿me entiende?

¿Por qué a casa de Beatriz, y no a su propia casa?, quería preguntar. ¿Es que eran de verdad tan cercanos? Probablemente era eso.

—Ajá. Procure no tardar mucho, ¿ah? Voy a necesitar que me genere unos reportes. —le dijo, finalmente mirándolo a la cara.

—Sí, sí, como usted diga. —le contestó Mora afanado y se fue.

Daniel cogió el teléfono y marcó el número del celular de Marcela. Después de dos timbres, ella contestó.

—Aló.

—¿Todavía estás en tu oficina? —le preguntó.

—¡Ay, Daniel, perdóname! —exclamó Marcela y se rió abiertamente. —Me olvidé por completo de que estabas en Ecomoda, ¿quieres que te lleve algo para almorzar de regreso?

Fake Lovers: Un desenlace alternativo de YSBLF (Daniel x Betty)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora