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C-Cassandra... Por favor, vuelve... —Lloriqueó Rapunzel, estaba en su vestido de novia, y sólo veía a su mejor amiga alejarse con la mirada en el suelo.


Rapunzel intentó seguirla, pero luego muchas manos y voces comenzaron a rodearla, alejándola de la azabache y asfixiándola al punto de hacerle sentir cómo sus pulmones se contraían con fuerza, buscando alguna fuente de aire.

“¡Princesa Rapunzel, ayudeme!”

“¡Princesa decídase!”

“Rapunzel, ven aquí, necesito ayuda.”

“Rubia ayúdame”.

“AYUDAYUDAYUDAYUDAYUDAYUDAYUDA”

“Princesa Rapunzel de Corona, ¿Acepta al príncipe Horace del Reino Sombrío cómo su legítimo esposo, para unirse en sagrado matrimonio hasta que la muerte los separe?”

La última voz que oyó fue una especie de detonador para ella, quién despertó entré lágrimas, dándose cuenta que estaba acostada boca abajo y por ello no podía respirar.

La ahora castaña se sentó exaltada en su cama, las lágrimas no se detenían, y su cuerpo no parecía querer dejar de temblar.

Se sentía sofocada por todo, el castillo, los deberes, su pronta coronación y su compromiso con Eugene.

Todo caía cómo ladrillos sobre ella, dándole cada vez más y más dolor.

Con suma cautela se levantó, procurando no despertar a su pequeño amigo Pascal, y mientras limpiaba sus lágrimas se dejó guiar por sus pies hasta aquel lugar que no se había atrevido a entrar en meses.

Abrió con cuidado la puerta, y aquel aroma a hierro y limpieza inundó sus fosas nasales.

Cerró la puerta detrás de ella, y se sentó en aquella cama que yacía impecable en la ahora vacía habitación de Cassandra.

Las lágrimas volvieron a ella, sabía que Cassandra debía estar feliz en aquel momento, buscando su propio destino, pero una parte de su corazón anhelaba estar en ese destino junto a ella.

Se acostó en la cama, sintiendo ligeramente el aroma de Cassandra, el cual por alguna razón la estaba cautivando de sobremanera; quizás era la nostalgia.

Su mirada se dirigió a la repisa en una de las paredes, notando que había algo allí.

Se levantó, sintiendo el frío calar sus huesos, y se acercó hasta la repisa, tomando entre sus manos aquel objeto el cuál Cassandra pareció haber olvidado por accidente.

Era una pintura que Rapunzel había hecho de las dos junto a Eugene, pero Cassandra arrancó a Eugene en cuanto el trozo de papel estuvo en sus manos.

Esta estaba enmarcada y algo polvorienta por el tiempo que había estado allí.

Rapunzel abrazó el cuadro, sintiendo una fuerte punzada en su pecho.

— Esto no está bien... Nada lo está... —Musitó Rapunzel para sí misma, una vez estuvo acostada nuevamente en la cama de Cassandra.

No notó en qué momento se había quedado dormida hasta que los rayos del sol invadieron la habitación, despertando a la princesa quién seguía muriéndose de sueño.

Con mucha pereza se levantó, oyendo voces agitadas por todo el castillo, y era obvio a quien buscaban.

Nigel fue el primero en interceptarla, comenzando a decirle su horario y actividades del día, luego llegó Eugene, quién estaba hablando al mismo tiempo que Nigel y le pedía su opinión a Rapunzel sobre algo que la castaña desconocía, pues no estaba prestando atención, luego llegó Faith, y la señora Crowley, y Lance, y Varian, y Atilla, y Stan, y Pedro, ¡Incluso Monty!

Todos seguían y arrastraban a Rapunzel por el castillo, hasta que ella se hartó, sintiéndose agobiada. ¡No le habían dado chance ni de desayunar!

— Nigel cancela todas mis actividades de hoy, estoy indispuesta y me duele la cabeza, y todos los demás, por favor vengan otro día y con gusto les daré mi opinión y ayuda. —Respondió finalmente Rapunzel, antes de cerrar las puertas de su habitación en la cara de todos y pasarle el seguro para no ser invadida por nadie.

Finalmente se desplomó en su cama, su increíblemente blanda y cómoda cama, la cual en aquel momento se sentía totalmente incómoda para la princesa.

Su pequeño amigo verde quién recién despertaba se acercó preocupado a la princesa, y trató de llamar su atención de varias maneras posibles pero ella parecía perdida en su propio mundo.

Debería... Llevarle su cuadro a Cassandra, seguramente lo olvidó... Pero no sé dónde está ella... —Pensaba Rapunzel con la mirada perdida en algún punto inexistente en su habitación.

Su estado de trance desapareció al sentir la lengua de pascal en su oído, lo cual la sobresaltó un poco, y antes de pedir explicaciones vio a Pascal, quién señalaba la ventana por alguna razón.

Volteó al lugar señalado por su amigo reptil y pudo divisar claramente un ave que era imposible no reconocer.

— ¡Buho! —Corrió desesperada hacia la gran ventana y la abrió con dificultad, pues sus manos temblaban.— ¿Pasó algo?, ¿Cass está en problemas? —Bombardeó de preguntas al animalito cómo si este pudiese responderle verbalmente, pero aún así obtuvo su respuesta, pues el animal extendió una de sus patas, la cual tenía amarrado cautelosamente un pergamino.

Rapunzel tomó el pergamino con cuidado de no lastimar al plumífero, y con sus manos vueltas un manojo de nervios comenzó a leer.

“Raps... Soñé contigo anoche... No podría explicar bien como fué, pero sentí que algo estaba mal, y me preocupé, sólo quería asegurarme que todo estuviese bien.

Recibí la invitación a tu boda con Fitzherbert, pero no creo poder ir, pues para esas fechas estaré en Ingvarr, no me quedaré mucho, pero la reina de Ingvarr me pidió que entrenara a algunas de sus guerreras un par de semanas, justo ahora estoy en Vardaros, así que dudo que Buho tarde mucho en llegar a ti, sólo responde a esta nota para saber que todo está bien, no quería preocuparte ni nada parecido, sólo quería saber cómo te encuentras...

Atentamente: Cassandra.

Posdata: La gente de Vardaros te manda saludo, este lugar se puso mil veces mejor desde que nos fuimos, ¿Puedes creerlo?”

Las lágrimas se apoderaron nuevamente de Rapunzel, y llegó a una conclusión después de unos minutos de meditar lo que decía ña carta.

— Pascal... Iremos a Vardaros. —Musitó Rapunzel comenzando a hacer maletas, no sabía por cuánto tiempo quería quedarse, pero sólo quería descansar de todo un rato, y visitar a una vieja amiga.

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En todo el día nadie más vino a molestarla, además de algunas criadas que le traían comida y remedios para su supuesto dolor de cabeza, y Eugene quién luego de una corta conversación decidió darle espacio a su futura esposa.

Al caer la noche Rapunzel escribió una nota, y la dejó sobre su cama, una vez con su equipaje listo (el cuál consistía en una mochila hecha por ella misma y su bolsa que Cassandra le regaló varios años atrás) se escurrió por los pasillos del castillo de Corona, esquivando Guardias y mucamas, hasta llegar a aquel pasadizo por donde Cassandra le ayudó a salir de Corona la primera vez que se sintió asfixiada por las tareas reales.

Respiró profundo y se subió la capucha de la capa que llevaba puesta, adentrándose a aquel tunel subterráneo, preparándose para lo que sea que el destino planeara con ella.

Cassandra, allí voy... —.

[Continuará]

¿Estoy satisfecha? | CassunzelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora