Capítulo 30

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Siento el frío cuero de la tapicería del coche bajo mis manos. Todo me da vueltas, siento un agudo dolor en la cabeza, ojalá acabe ya...

Abro los ojos. El coche está vacío. Miro por la ventanilla de la izquierda, afuera hay un gran murmullo, un par de periodistas entrevistando a los policías. Sin embargo al otro lado, está la carretera.

Me llevo la mano a la cabeza, donde recibí el golpe. Dios, duele.

Ahora supongo que me llevarán de vuelta al psiquiátrico. Bien, vale, no voy a llorar, no merece la pena. Vuelvo a mirar a la carretera, es ahora o nunca.

Abro la puerta del coche intentando no hacer ruido, me agacho todo lo que puedo, y aprovecho cuando no pasa ningún vehículo para cruzar la carretera.

Llego a la otra acera, y rápidamente me escondo tras unos contenedores.

Bien Catherine, estás un paso más cerca...

No dejaré que White se salga con la suya.

Entro en una calle muy estrecha que hay enfrente, y, de repente, la sensación de que me han visto salir del coche y que me persiguen me mira invade por completo. Echo a correr sin rumbo alguno, tan solo quiero ir lejos, a algún lugar donde esté segura.

Las calles de Florida son bonitas, el lugar donde me encuentro ahora está rodeado de casas de piedra, con flores en los balcones. Me paro delante de una farmacia, con suerte no me reconocerán y me venderán algunas pastillas, creo que es mejor opción que la de cortarse las venas.

-Buenos días, -digo un poco agobiada. El farmacéutico es un hombre mayor, con larga barba y pelo canoso. Me mira por encima de sus gafas.

-¿En qué puedo ayudarla?

Me acerco al mostrador y le indico los distintos tipos de pastillas que necesito.

El hombre me observa incrédulo.

-No son todas para mí, es que, el médico me las ha recetado para, mis hermanas, como puede ver necesitan ayuda y... eso.

El farmacéutico se encoge de hombros y se gira. Oh Emma Catherine Thompson, nunca aprenderás a fingir, aunque la verdad, aun haciéndolo de pena, nunca me han pillado. El hombre coloca los botes de pastillas en la mesa y yo los meto en mi mochila a la vez que saco un fajo de billetes y le pago lo que me pide.

Al meter las pastillas en la mochila me doy cuenta de que el bolsillo de abajo estaba abierto, y todo lo que había dentro ya no está.

"Vale, tranquilizate, no pasa nada."

Decida, salgo de la farmacia. Unos metros a la derecha hay una gran casa de campo, y tras ella un enorme prado verde que se extiende hasta una montaña.

Esta es la montaña que veía desde Redford, ahora parece mucho más grande. Nunca imaginé que la vería tan de cerca...

Doy media vuelta, un taxi se aproxima y rápidamente levanto la mano.

-¡Eh! ¡Espere!

El coche amarillo da un frenazo y se para justo delante de mí. Me aseguro de que el pañuelo me cubre el pelo y parte de la barbilla y entro.

-Al Motel Baelfire, por favor.

El hombre que conduce asiente y se pone en camino sin hacer ninguna pregunta, cosa que le agradezco.

Avanzamos por calles de piedra, y el sol se cuela por las ojas de los árboles que rodean la carretera, creando sombras de distintas formas. Afuera hace frío, los cristales de algunos coches aún tienen hielo de la noche anterior, las gotas de deslizan debido al sol, el hielo se derrite y va desapareciendo.

Los niños juegan haciendo dibujos en los coches a los que aún no les a afectado el sol, riendo, sonriendo, corriendo... Los niños son los únicos inocentes, son totalmente ajenos al destino que el mundo les deparará el día de mañana, y envidio eso.

Llegamos a Baelfire, le pago al conductor y salgo del coche. Aunque para mi sorpresa no estoy preocupada, podrían haber averiguado dónde me estoy quedando y estar por aquí vigilando, pero no me afecta. Estoy en el tramo final de mi historia, a punto de acabar lo que empecé hace casi un año.

Llego a mi habitación, observo el bolsillo pequeño, he perdido mi bolígrafo negro y el papel que me dio Jared con su número hace tiempo.

Está bien, está bien, he ganado, o ¿me  han vencido? Esto es lo que yo quería, lo es, pero, si lo hago habré defraudado a Jared.

-Dios, porqué... -Miro al techo llevándome las manos a la sien. -Lo siento, lo siento, pero no puedo... -Rompo en un llanto desgarrador y me dejo caer al suelo.

El mundo no está hecho para mí, yo aquí no pinto nada. Y ya no necesito la ayuda de nadie, alguien me ayudó una vez, tendría que tener mucha suerte para que me pasara otra vez, pero  no es el caso.

Está bien, nadie lo tiene todo.

Soy la heroína de mi historia, no necesito ser salvada.

-Lo siento... -Susurro una última vez mientras busco los botes de las pastillas.

Abro el primer bote, lo vacío en mi mano y me tomo tres de las pastillas amarillas. De repente siento un mareo y uñas horribles ganas de vomitar, pero sé que si lo hago no conseguiré mi propósito.

Abro el segundo bote.

DESAPARECERWhere stories live. Discover now