CAPÍTULO TREINTA

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Louis mostró en sus ojos una confusión que me hizo dudar de si realmente sabía qué era lo que estaba haciendo. Le estaba pidiendo algo que ni siquiera yo misma estaba segura de poder darle.

Su mirada no se movió ni un solo milímetro. Se quedó ahí, puesta firmemente sobre mí. No fue hasta que mi mano aterrizó sobre la parte más alta de su pierna que pareció salir de la ensoñación en la que había estado envuelto.

Tragó saliva y entonces pareció que sus articulaciones comenzaron a tener de repente vida propia. Su mano me acarició el rostro. Me acarició el rostro de una manera tan suave que incluso me costó imaginar qué era lo que iba a ocurrir a continuación. Después de lo que me había ocurrido con Richard no podía pensar que compartir algo tan íntimo como el cuerpo propio con otra persona fuese algo que de alguna manera significase amor.

Pero en esos momentos sentía que aquella era la única manera de estar tan cerca de él como mi cuerpo lo requería.

Las yemas de sus dedos viajaron suave y lentamente a través de mi cuello, finalizando su travesía en el hueco que separaba mis pechos.

Respiré de una forma tan sonora que sentí que ya nunca más necesitaría coger aire de nuevo. Louis me miró a los ojos, dedicándome aquella mirada preocupada propia de una persona que ni siquiera sabía lo que estaba haciendo.

—¿Seguro? —susurró colocando su mirada fija en aquel lugar donde su mano descansaba.

Sonreí a pesar de que no me estuviese mirando y asentí con la cabeza.

No sabía si terminaría arrepintiéndome. No sabía si acabaría llorando y destruída por mi propia mente. Realmente no tenía ni la más remota idea. Pero, en ese momento, en ese justo instante: estaba segura.

Jamás había querido algo tanto. Mi cuerpo jamás había ansiado algo de una forma tan inhumana.

Louis se acercó a mí lentamente y me besó. Me besó de una forma tan delicada que casi pude ignorar el hecho de que al mismo tiempo estuviese lentamente desabrochando la parte de atrás de mi vestido para dejar así mi cuerpo al desnudo.

Abrí los ojos a pesar de que lo único que podía ver eran sus párpados suavemente cerrados, permitiendo así que sus pestañas largas y oscuras rozasen tímidamente la piel de sus mejillas.

Todo iba a estar bien.

Nos separamos para coger aire y entonces Louis me dio un ligero empujón para hacer que me tumbase sobre el colchón. Traté de calmar mi respiración. No estaba nerviosa. Louis no me ponía nerviosa. Louis me aceleraba. Me excitaba. Me sobrepasaba. Pero no me ponía nerviosa.

Se tumbó encima de mí, apoyándose sobre las palmas de sus manos para así no hacerme daño con el peso de su cuerpo.

Me miró por un largo rato antes de hacer aunque fuese un solo gesto. Simplemente se quedó ahí, estático. Haciendo un camino con su mirada desde mis ojos hasta el canal de mis pechos que él mismo había abierto.

No hizo nada más. Su rostro no mostraba ninguna expresión. No hasta que yo puse mi mano sobre su mejilla, animándole a agacharse para que así pusiese sus labios sobre los míos y yo pudiese olvidar la situación en la que me había visto envuelta la ultima vez que había estado en una cama con otro hombre.

Louis sonrió. Sonrió y levantó una de sus manos para poder acariciar la mía.

— Te quiero —murmuré en un hilo de voz, como si la confesión que acababa de hacer me hubiese quitado de repente todas las fuerzas que tenía guardadas.

La manera en la que rápidamente decidió romper la barrera invisible que se había creado entre nosotros y no dudó ni un solo momento en besarme me confirmó que de alguna forma él también se sentía igual.

ARGAMASA ; timothée chalametWhere stories live. Discover now