CAPÍTULO SESENTA Y TRES

2.1K 185 65
                                    

Era bastante tarde cuando Louis decidió salir de su nueva habitación de trabajo y reunirse conmigo en mis aposentos. Ni siquiera apareció para cenar; nos sentamos Tom, Henri, mis dos damas restantes y yo alrededor de la enorme mesa en un silencio sepulcral y absoluto.

Todos sabían lo que había hecho. Todos debían verme como un maldito monstruo por echar a una persona supuestamente tan importante para mí de esa forma tan desconsiderada y cruel.

Pero nadie sabía la historia que teníamos detrás. Nadie sabía la forma en la que me había hecho sentir como la persona más despreciable del planeta cuando lo único que yo había hecho había sido enamorarme. De la persona que no debía y que menos me convenía, sí, pero eso también era amor al fin y al cabo.

Pasada la medianoche finalmente pude sentir como el colchón de mi cama se hundía levemente ante el peso de Louis, haciéndome sonreír sin que él pudiese verme ante el hecho de que a pesar de todo había decidido dormir conmigo.

Sentí como apoyaba su barbilla en mi hombro y dejaba un sonoro beso por encima de la tela de mi camisón. Cerré los ojos con fuerza ante el recurrente pensamiento de que eso era inigualable para mí. Yo, que lo había sido todo. Había sido princesa, reina, fugitiva, traidora. Todo eso me daba absolutamente igual; solo quería estar a su lado y sentir su respiración en mi cuello justamente como lo estaba haciendo en esos momentos.

—Lo siento —murmuró, sin saber con certeza si yo estaba siendo capaz de escucharle.

Pero lo estaba, por supuesto que lo estaba siendo. Que Dios se apiadase de mi alma si alguna vez dejaba de oír su voz por algo tan banal y aburrido como dormir. Ya lo había hecho una vez, cuando me contó una de sus historias de ensueño, y eso era algo que nunca lograría perdonarme a mí misma.

Pasó un buen rato hasta que decidí dejar de mirar la ventana de mi alcoba y girarme hacia él para enfrentarme a su perfecto e idílico rostro. Louis abrió sus ojos verdes de par en par ante el hecho de que estuviese despierta y su expresión se suavizó cuando puse mi mano en su mejilla con el fin de acariciarla.

—Hoy ha sido uno de los peores días de mi vida —respondí aun sabiendo que eso no tenía nada que ver con la disculpa que acababa de deliberar. No me sentía capaz de aceptarla. No podía decir que le perdonaba, al menos, no tan deprisa.

Eso hacía contraste con la manera en la que me había sentido aquella mañana. Esa mañana parecía que lo tenía todo para ser la persona más dichosa del universo, pero la vida parecía no querer eso para mí.

Él sonrió más apenado que nunca y bajó su mirada hacia alguna parte del colchón, incapaz de mantener sus ojos fijos en los míos durante más tiempo.

—Y ha sido todo por mi culpa —murmuró mientras negaba con la cabeza, como si no pudiese reconocer al hombre que había estado hablando conmigo esa misma tarde—. Estaba con un humor pésimo hoy, y he sido un idiota pagándolo contigo.

Yo dejé salir una pequeña risa y dejé de tocar su rostro de inmediato, haciendo que de alguna manera pudiese ver gracias a la luz de la luna una pequeña expresión de decepción. O tristeza. O quizá ambas. Maldeciría a la oscuridad por el resto de mi vida por no dejarme admirar algo tan puro y hermoso.

—No, no ha sido todo tu culpa —admití, recordando que la conversación con Norma también había tenido lugar ese mismo día que probablemente había sido uno de los más largos de toda mi vida—. Pero la verdad es que me he puesto un poco triste cuando has creído a Norma sin siquiera escucharme.

Louis frunció el ceño con una expresión divertida, haciendo así que casi fuese capaz de olvidarme de todo lo que me había hecho daño ese día y que me impulsaba a simplemente besarle y yacer con él una noche más.

ARGAMASA ; timothée chalametWhere stories live. Discover now