Escape

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     Kagome intentaba por todos los medios quedarse con Inuyasha, tiraba con su cabeza y con sus uñas intentaba arrastrarse hacia el lado opuesto, pero la señora era más fuerte y la cerámica del suelo solo hacía que se resbalara para estar más cerca de su captora. Los tirones cedieron y al alzar la vista pudo comprobar que se encontraba en el centro de la habitación. Divisó a Inuyasha a unos cuantos pasos y trató de correr hacia él, pero terminó ahogándose al notar que la mujer había atorado la cadena en la punta de una silla para impedir su escape.

    Inuyasha observó impotente toda la escena mientras alentaba con la mirada a Kagome para que se pusiera de pie. La vio correr y atragantarse con la correa, se derrumbó en el suelo y se quejaba. El tirón tan abrupto le había hecho daño a su garganta, pero de todas maneras ella tenía que levantarse, no sabía lo que esa vieja sería capaz de hacer.

    Vio que la anciana se acercó a su jaula y tuvo intenciones de morderla, apenas y alcanzó a rozar la pálida piel con sus colmillos antes de que apartara la mano con rapidez, otro poco y podría haber hecho sangrar a la muy maldita.

—Creo que a ti no te soltaré, me gustaría tener una cruza de ustedes dos. Pero no te lo has ganado, tal vez cuando seas más manso podrás disfrutarlo —él gruñó fieramente mientras pasaba la lengua por los colmillos que dejaba entrever, le importaba una mierda lo que esa vieja estuviera planeando. Él iba a escapar, no pensaba dejar que le pusiera un solo dedo encima a Kagome.

   Kagome abrió los ojos mientras intentaba regular su respiración, varios chasquidos llamaron su atención y miró en esa dirección.

—No puede ser… —pasó saliva dolorosamente por su garganta al ver que dos perros habían sido soltados. Ambos grandes y de abundante pelaje, claramente ella no podría pelear contra dos y volteó a mirar de reojo a Inuyasha pidiendo ayuda.

    La vio plegar las orejas hacia atrás y retroceder con miedo. Ella estaba asustada, podía ver en sus ojos que había entendido lo que pasaría. Comenzó a revolverse inquieto en la jaula intentando moverla para estar más cerca de Kagome, pero no parecía funcionar. Le ladró a los dos perros y mordía los barrotes frenéticamente, ¡Tenía que escapar!

—Kagome, ¡Muévete! —ella tenía que cooperar, tenía que tratar de esconderse.

Kagome volteó a mirarlo, se olvidó momentáneamente de aquellos dos perros que parecían muy interesados en olerla a la distancia. Sus orejas erguidas y la forma en que agitaban las colas de pura anticipación no le gustaba para nada. Fue eso, un segundo, y el más grande ya se había tirado sobre ella mientras intentaba sujetarle las caderas con las patas delanteras. Emitió un quejido por la sorpresa y el dolor de tener ese peso sobre ella, pero no se quedaría quieta. Frunció la nariz y movió las orejas hacia atrás amenazadoramente, pero no pareció inmutar al perro. Así que hizo lo único que se le cruzó por la cabeza. Volteó rápidamente y mordió con fuerza el cuello del pastor alemán que intentaba posicionarse sobre su cuerpo, le clavó los caninos hasta que algo de sangre llegó a su boca. Lo escuchó llorar y entonces lo soltó. Ambos perros retrocedieron un par de metros.

—Vas a darme unos lindos cachorritos —interrumpió la mujer que se había quedado viendo la escena—, valdrán una fortuna. Si me dejan una buena ganancia te dejaré ir una vez que des a luz —propuso y Kagome solo respondió con otro gruñido, aunque no tan fiero como los que Inuyasha soltaba desde su posición. La extraña mujer volteó a ver al perro blanco enjaulado a su espalda, esos dos no se habían separado desde que llegaron—. ¿Todo esto es por él? Si quieres puedes cruzarte con él, pero será en tu próximo celo. Claro, solo si ambos se portan bien.

𝑈𝑛𝑎 𝑎𝑣𝑒𝑛𝑡𝑢𝑟𝑎 𝑑𝑒... ¿𝑷𝒆𝒓𝒓𝒐𝒔?Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum