¿Esperanza?

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—Estamos perdidos…

—Kagome.

—¡Perdidos! ¡Y en Japón!

—Kagome…

—¿Cómo se supone que iré a casa luciendo así? ¡Todo esto es mi culpa!

—Kagome… Ya en serio.

—No, todo esto es culpa de Yuka. Ella insistió y las demás la apoyaron… ¡Si pudiera le mordería la cara!

—¡Kagome!

—¡¿Qué?! —ladró la pelinegra cansada de ser interrumpida.

—Deja de lamentarte y haz silencio —ordenó—. Necesito concentrarme para encontrar el camino a tu casa o…

—¿No creerás que podemos ir caminando hasta casa o sí? —lo interrumpió— Estamos a las afueras de la ciudad y tardaremos, como mínimo, tres días en caminar hasta allá. Eso si un auto no nos pasa por encima primero —comentó más para sí misma que para su compañero.

—Entonces más vale que comencemos a caminar si queremos llegar lo antes posible —gruñó. A él tampoco le gustaba estar en esa forma y escuchar las quejas de Kagome solo incrementaba su mal humor.

—Sí, como sea… —cedió y comenzó a seguirlo con las orejas gachas, realmente la angustiaba su condición y no quería hacer más incómodo el trayecto gracias al enfado del hanyou.

     Caminaron por un largo rato por las calles menos concurridas de la ciudad. Inuyasha intentaba identificar algún olor que le resultara familiar, mientras que Kagome intentaba trazar alguna ruta en su mente que los llevara lo antes posible a su hogar. Miraron los grandes edificios y los oscuros callejones repletos de ratas, era más de mediodía y ninguno había comido. Kagome desde el día anterior e Inuyasha desde hace casi cinco días.

—Oye… Inuyasha —llamó— ¿No tienes hambre?

—No —contestó tajante, ella movió sus orejas inquieta sin saber por qué la trataba así— ¿Tú sí?

—B-bueno… —¿Para qué mentir? Ella moría de hambre. Pero no lo obligaría a gastar sus pocas energías en conseguirle algo para ingerir— No —mintió.

—Bien, sigamos.

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—Hija, ¿Dónde está Kagome? Salió hace ya varios días y no ha vuelto.

—Debe haberse ido con Inuyasha —respondió tranquilamente la señora Higurashi mientras picaba cebolla.

—Pero… mi hermana siempre nos avisa —interfirió esta vez Sota.

—Debieron salir con prisa.

—Y si…

—Shh… —calló a su suegro poniéndole media cebolla cruda en la boca— Así son los jóvenes. ¿Quieres más cebolla, papá? —amenazó risueñamente, una clara señal de peligro para ambos varones.

—N-no…

—Entonces, ¿Volverán a preguntar por Kagome?

𝑈𝑛𝑎 𝑎𝑣𝑒𝑛𝑡𝑢𝑟𝑎 𝑑𝑒... ¿𝑷𝒆𝒓𝒓𝒐𝒔?Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum