Celoso

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¿Volkov celoso?

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Horacio llevaba un tiempo record —según Gustabo— fuera del hospital. Ambos iban discutiendo eso al entrar a las instalaciones ya bien conocidas por ambos cargando a un sujeto que habían encontrado sufriendo en la calle después de un atropello.

Sí, ahora hasta buena gente eran.

— Que venir aquí a traer a un tío todo quebrado no rompe mi record, Gustabo — peleaba Horacio.

— Pues ya estamos aquí, ya no es record si estamos aquí, hombre, te lo digo yo — rebatía su compañero, dejando al desconocido en el suelo. — Eh, ayuda, por favor — llamaba.

— ¿Qué dice? Yo estoy perfectamente, si fuera yo el atropellado en vez de ese tío, pues se acaba mi record, pero ahora estamos aquí por ayudar a un ciudadano — respondió el de cresta.

Gustabo suspiró y se puso a hablar con los enfermeros que llegaban a ayudar, uno de ellos traía una camilla en donde pusieron al hombre herido, quien se quejaba cada tanto débilmente. Horacio, mosqueado, fue a sentarse cuando vio que por las puertas principales que llevaban a las habitaciones de tratamiento, salía el Dr. Muerte.

— Eh, Horacio — y lo había visto.

— ¿Qué tal, Dr. Muerte? — lo saludó, poniéndose de pie. Gustabo seguía con los otros enfermeros.

— Pues aquí todo tranquilo, ¿Qué pasa contigo? ¿Vienes por un chequeo ya que no te has roto nada en las últimas semanas? — preguntó, animoso.

— Hombre, doctor... si tuviera que hacerme un chequeo, sería del corazón — dijo Horacio, dramáticamente. Aún no podía reponerse del rechazo de Volkov. Su corazón ardía por el ruso de hielo y no era correspondido.

— ¿Y eso, Horacio? — siguió el Doctor, interesado.

— Pues nada, que me lo han roto — soltó el de cresta, aún sintiéndose fatal al recordar la vergüenza de aquel momento en el despacho del comisario.

— Tranquilo, Horacio — el Doctor Muerte, quien le había cogido algo de cariño al poli, le puso una mano en el hombro y se lo acarició para darle ánimos. Horacio puso una de sus manos sobre la del Doctor y sonrió apreciativamente.

Gustabo realmente no sabía cómo consolar a la gente, el Doctor sí, pensó Horacio, callado.

¡¿Horacio?!

Aquella voz. Se separó de un salto del Doctor y se volteó. Ahí estaba Volkov con su cabello gris y sus putas gafas que le impedían ver mejor la expresión atónita que llevaba en ese instante.

— Hostia, Volkov — dijo Horacio. — ¿Qué hace aquí?

— Ya entiendo... ya entiendo — dijo el Doctor muerte, entretenido. No le había costado mucho armar las piezas del puzle con aquellos dos.

— Pues Gustabo ha dicho por radio que se encontraba aquí con usted, yo pensé que había pasado algo, que... que se encontraba herido... joder — dijo Volkov, sintiéndose como un gilipollas.

— Resulta que Horacio se encuentra perfectamente, eh, comisario — interrumpió el Dr. Muerte con una sonrisa, abrazando por los hombros a Horacio con confianza. Volkov hizo una mueca con los labios. Horacio hubiera notado todo eso de no ser porque estaba realmente nervioso y adolorido, como cada vez que Viktor Volkov se le aparecía.

— Sí, sí. El herido es otro... un transeúnte que encontramos en la calle luego de un atropello. Ya nos ponemos a investigar qué sucedió y... y quién fue el que pasó por encima de aquel hombre — reportó Horacio, sin ocuparse de apartar al Dr. Muerte, sino que arrimándose más hacia él como si aquello le protegiera de lo que sentía por su comisario.

— Caballero, el alumno aquí se encuentra de turno, me hace el favor y le quita las manos de encima — dijo Volkov, dirigiéndose hacia el Doctor.

Horacio, comenzando a sentirse peor ahora que Volkov ignoraba su reporte olímpicamente, se detuvo en seco en sus pensamientos y analizó todo.

¿Acaso le había ordenado al Doctor alejarse? ¿Dejar de tocarlo?

Pues bueno, era lo correcto, ¿No? No era como si estuviera... celoso.

— Hombre, comisario, ni que estuviera haciendo algo inapropiado — se defendió el Doctor, alzando las manos a la defensiva.

— Eh... no, no... "inapropiado" inapropiado no... a mí no me incumbe lo que esté pasando aquí, solo estoy diciendo que haga eso cuando el señor aquí esté fuera de servicio — respondió Volkov.

Horacio sonrió. Le encantaba cuando tartamudeaba.

— Bueno, doctor, gracias por todo, como siempre — dijo, volteándose hacia el aludido. — Nos vemos en otra ocasión, entonces.

— ¡Claro, Horacio! Sabes dónde encontrarme...

Volkov se alejó soltando un "La madre que me parió", con las manos hecha puños. Horacio lo siguió luego y ambos caminaron en silencio hacia donde se encontraba Gustabo interrogando al hombre herido para encontrar pistas del temerario que lo atropelló.

Ese día fue el primer día en que Volkov sintió algo aparte de lo regular en su vida. Se sintió... ¿Amenazado?

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Lo que fuera que haya sucedido en su interior, lo tuvo todo el jodido día de mal humor.

— ¿Qué te pasa, mariconetti? — le preguntó Conway cuando llevaba ya un buen rato compartiendo estrategias con él y se dio cuenta, de inmediato, que su comisario no estaba colaborando con nada.

Ni siquiera parecía escucharle y eso le reventaba.

— Nada, ¿Qué me va a pasar? — respondió el de cabello gris, cruzado de brazos y apoyado en el escritorio del superintendente.

— Déjame adivinar, muñequita, ¿Te peleaste con tu novio?

— No, estamos de puta madre...

Conway sonrió de medio lado maliciosamente. Seguía siendo tan curioso que cuando hablaran de Paola, en vez de contestar, aclarara primero que ella no era su novia y que no tenía novia; pero cuando le hablara de Horacio —es decir, su "novio"— primero respondiera y luego se diera cuenta de las gilipolleces que salían de su boca.

— ¿Qué coño? Yo... — y ahí iba, la reacción después de la respuesta.

— Bueno ya, eso déjalo para después porque aquí tenemos una situación, capullo... — lo regañó, sin dejarlo excusarse.

— Está bien, vamos, a repasar de nuevo el plan de mierda este — suspiró Volkov, perdido.

¿Así es como era volver a sentir cosas por alguien luego de tanto tiempo?

Imagines || VolkacioWhere stories live. Discover now