Imagines || Volkacio

¿En serio? (pt.2)

— No sé a lo que se refiere.

Horacio se rehusó a hablarle de camino al Z y se lo dejó claro con lo que le dijo, usando las palabras que siempre utilizaba el ruso, ahora en su contra. Estaba enfadado y contrariado. Gringo no era lo que Volkov creía que era. Sí, es un tío peligroso, pero en ese momento era una de las personas que más le había valorado, un amigo de paso.

Obviamente, esa amistad acabaría cuando se diera cuenta de que sigue siendo del CNP y se viera obligado a enfrentarse a él, lo cual ni siquiera tenía ganas de imaginar. Gustabo siempre había tenido la razón, él se encariñaba muy pronto con cualquier persona que fuera amable y atenta con él sin escatimar quién era.

¿Qué haría cuando se acercara el final? ¿Sería él quien tendría que dar un paseo final con el Gringo antes de la perpetua o algo peor?

Cuando salieron al estacionamiento trasero, Conway ya se había ido con su compañero, así que estaban solos. Volkov le abrió la puerta de los asientos traseros de su patrulla y Horacio entró, mudo. Acto seguido, el ruso se sentó en el asiento del piloto y cerró bastante fuerte su puerta.

— Cuidado — advirtió Horacio involuntariamente.

Volkov lo miró por el espejo retrovisor, sin encender el motor.

— A... ayúdeme a entender, Horacio — le pidió.

— Claro, ahora quieres hablar ¿No? ¿Recuerdas el último interrogatorio? Yo recuerdo que no tenías tantas ganas de entenderme como de hacer que se me cayera el puto pelo por lo que se te ocurriera — respondió el de cresta, recordando ese día, lo humillado que se había sentido en ese cuarto siendo interrogado por quien estaba con él en el patrulla en ese momento.

Además, ni siquiera terminaba de entender su ira. Gustabo le había comentado cómo lo había amenazado con cárcel por decirle una broma, luego volvió a amenazarle en frente de Conway y suyo, ese no era el Volkov que conocía, ese día había desconocido por completo al ruso y, al parecer, hoy había vuelto como si nada a querer "entenderlo".

— Me estaba usted mintiendo en la puta cara, Horacio — observó el comisario, a la defensiva.

— Sí, sí, ya me entero, ya sé que Gustabo y yo somos una vergüenza para el CNP y todas esas mierdas, pero de algo debemos ganarnos la vida y bueno, las cosas son así.

— Las cosas son así — repitió Volkov con frialdad. — ¿No podíais ir y ser buzos? ¿Taxistas? ¿Alguna mierda normal? ¿Sabéis siquiera quién es John Walker?

— John Walker, pero qué...

— John puto Walker, 27 años, alias el Gringo. Coño, ni siquiera... ni siquiera sabe su nombre, Horacio — lo reprendió, volviendo al tono duro de adentro.

— No necesito saber su nombre y tú no necesitabas decírmelo como si estuvieras haciéndome un favor — se la devolvió Horacio. — A mí no me importa cómo se llame, él ha sido lejos más decente que todos ustedes y que toda esta cuidad conmigo en este tiempo...

— ¿Cómo puede decir eso?

Se miraron a través del espejo, Volkov tenía una mano en el volante y aún no encendía el motor.

— Se te va a hacer tarde y Conway te va a comenzar a joder porque no estás llevándome a Federal — observó el de cresta, seco.

— ¿De verdad no... no quiere decirme qué salió mal? ¿Qué pasó? Usted tenía una...

— No quiero hablar...

— ...Tenías una carrera brillante en el CNP, eras un buen alumno... — siguió el ruso, testarudo y dejando las formalidades para hablarle directamente, de tú a tú.