2-. Lo único que me detiene soy yo.

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Cuando, a la mañana siguiente, sonó el despertador, a Yeosang le pareció que acababa de acostarse.

Había pasado gran parte de la noche leyendo, y releyendo, el contrato, pero había algunos puntos que lo dejaban confundido. Sin embargo, quitando eso, era una oportunidad maravillosa. Fue difícil dejar de lado el hecho de que tendría un jefe atractivo, pero lo logró. Necesitaba esto más que nada y no lo arruinaría.
Bostezando y desperezándose, se levantó de la cama y cruzó la habitación para tomar ropa del armario. Acto seguido salió al pasillo y entró al cuarto de baño. Diez minutos después, cuando ya se había duchado y vestido, bajó las escaleras y entró a la cocina, donde encontró a su primo Hyojin sentado a la mesa comiendo cereal, ya vestido con su uniforme escolar.

—Buenos días, Jinnie —saludó Yeosang, dejándole al niño un sonoro beso sobre el esponjoso cabello color chocolate.

Hyojin le sonrió, saludándolo con la mano. Era un niño de seis años, tenía esponjoso cabello rizado, ojos grandes y expresivos, mejillas rosas y un aroma dulce muy característico de los omegas. Hyojin era, sencillamente, encantador. El verano pasado había tenido un accidente automovilístico con sus padres, donde fue el único que sobrevivió, aunque los médicos no encontraron nada físicamente mal con él, desde entonces no hablaba.

—¿Mamá no está en casa? —preguntó Yeosang mientras se servía un vaso de leche o más bien, medio vaso, pues se había acabado. Tendría que hacer las compras pronto.

Hyojin negó con la cabeza.
La madre de Yeosang estaba rota, de alguna forma muy literal y metafórica. Trabajaba en la recepción de una firma de abogados y algunas noches se iba a la casa de alguno de los hombres con los que salía. Había trabajado muchas horas sin quejarse nunca cuando su esposo la había abandonado, intentando dar lo mejor como madre soltera y por eso Yeosang no le reprochaba nunca sus ausencias. Para nadie fue fácil. No era fácil aún.
El señor Kang había muerto hace un año, de todas formas, se había ido incluso antes de morir. Era un alfa, trabajaba en una constructora y bebía su peso en licor y otras drogas. Cuando se fue había sido un alivio para Yeosang, pero no así para su madre, quien se aferró a su recuerdo tanto como pudo. Pero ni siquiera la muerte podía hacer que un hombre así de malo desapareciera sin arrastrar a otros detrás, y había dejado deudas, deudas increíblemente grandes que ahora ellos se veían con la necesidad de pagar.

—Bueno, Jinnie, termina tu cereal que se hace tarde —dijo Yeosang mientras lavaba el vaso que ocupó, giró un poco el cuello para buscar las manecillas fosforescentes del reloj de la cocina. Seis y cuarenta, de la mañana.

Hyojin agitó la mano para llamar la atención de Yeosang y cuando la obtuvo, arrastró una de las cajas de cereales en la mesa hacia él.

—Oh, gracias, pero hoy no comeré cereal —dijo Yeosang, al ver el ceño fruncido en Hyojin, añadió—: Quedé con una amiga para desayunar, no te preocupes.

Era una verdad... a medias y un poco distorsionada, pero Yeosang no quería preocupar a Hyojin con éstas cosas. Tendía a ponerse un poco... sobreprotector. Le costó varios minutos convencer a su primo de que estaría bien y cuando lo logró, ambos llevaban muchísimo retraso para sus deberes. Yeosang fue corriendo a su habitación a tomar su supresor y colocarse una buena cantidad de loción, después chocó con Hyojin cuando bajó por su móvil, que había dejado la noche anterior en el sillón y luego tuvo que subir de nuevo por su mochila y la carpeta del contrato.
Por alguna razón, por más que madrugaran y arreglaran sus cosas antes, siempre parecía que quedaban muchas cosas por preparar.

Finalmente, salieron de casa y Yeosang cargó a Hyojin en brazos las siguientes dos cuadras, mientras caminaba a paso veloz. Gracias al cielo su colegio estaba cerca de casa y llegaron justo a tiempo. Lo besó en la frente y esperó hasta que estuvo dentro para finalmente correr calle abajo para tomar el metro. El trabajo no le quedaba nada cerca.
Veinte minutos después, Yeosang subía en el ascensor del lujoso edificio. Ni siquiera el metro al tope había bajado su buen humor, pero entrar a aquella caja de metal le puso los pelos de punta. Ya iba bajando en el piso veinte cuando su teléfono móvil comenzó a sonar. Lo sacó de su pantalón y respondió.

What Is Love [Seongsang]Where stories live. Discover now