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La ceremonia

El frío me recorre el cuerpo, con el líquido que baja desde mi cabeza hasta mis sábanas. Aturdida trato de abrir lo ojos que están empapados por el agua helada, hago una mueca cuando me doy cuenta de lo que pasó. Estoy levantada en mi cama, que está toda mojada por agua fría; levanto la vista al escuchar las carcajadas que inundan la habitación, y me encuentro con mi clon masculino, acompañado por la peli blanca que lleva en manos el bote vacío.

¡Los muy malditos me mojaron!

Tienen cinco segundos para correr antes de que los mate con mis propias manos, sanguijuelas. —amenazo con tranquilidad.

1... 2.

—¿Corremos? —pregunta Gael a mi hermana menor Gia.

3... 4.

—¿O desaparecemos? —inquiere ella en respuesta.

5. ESTÁN MUERTOS.

Me levanto a la velocidad de la luz de la cama para seguirlos. Gael y Gianna no tardan ni un poco para correr afuera de la habitación, mientras los sigo por detrás, llevando puesto solo una camiseta grande de mi novio que me llega hasta el muslo.

—¡Haz el amor y no la guerra! —grita Gael sin parar de correr.

—¡Prefiero la ejecución, maldito! —grito en respuesta acercándome más a ellos.

Llegamos al final del pasillo, cruzando al lado izquierdo que da paso a otro largo pasillo. Pero a diferenciar del otro éste está lleno de gente con varias cosas en mano. Gael y Gianna extienden sus alas para volar por encima de la servidumbre.

Los alcanzaré.

Cambio a mi modo demoníaco, dejando ver mis alas de color gris con azul metálico, aleteo impulsándome en el aire para volar detrás de las escorias de mis hermanos, que cambian de pasillo que dirige a la sala del trono.

Vuelo con la brisa rozando mi piel húmeda por el agua, que a medida que avanzo se va secando. Gianna no es tan rápida así que le voy pisando los talones; trato de tomarla y lo logro, pero como consecuencia, se tropieza con Gael haciendo que todos caigamos al suelo.

—¿No ven por donde vuelan? —pregunta Gael abajo del cuerpo de Gia.

—Para empezar está prohibido volar en el palacio. —habla la voz de mi madre parada frente a nosotros, con las manos en sus caderas, mirándonos con esos ojos grises que son muy bellos pero dan miedo cuando se enoja.

Mierda.

Me levanto del cuerpo de mi hermana y quiero que me trague la tierra y me escupa en mi habitación otra vez. La sala del trono no está sola. Está llena de demonios que reconozco como algunos miembros del consejo, y más atrás de mi madre está mi papá fulminándonos con la mirada.

Y yo aquí empapada, recién levantada, con una camiseta grande que es lo único que me cubre y desobedeciendo una estricta regla de mis padres.

Comenzamos el día con el pie izquierdo.

Mis hermanos y yo nos levantamos del piso con la cabeza agacha y la cola entre las piernas, literalmente.

Híbridos #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora