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Cuando llegó diciembre y casi todas las esperanzas de que Gilbert volviese a ser el mismo se habían perdido, los habitantes de la mansión Barry sugirieron a Anne dejarlo pasar lo que para ellos consideraban «sus últimos días» en paz. Ella se negó. Pasaba día y noche tratando de aliviar su fiebre, ponía en su frente paños mojados todo el tiempo, a veces el señor Barry ayudaba a meterlo en una tina repleta de hielo, pero aún así la fiebre que era demasiado anormal no bajaba. Todos se sorprendían de que no estuviese muerto aún, porque es prácticamente imposible que una persona sobreviva seis meses con una temperatura corporal tan alta. Anne no desistía, porque a pesar del cansancio diario y el despertar cada mañana viviendo un poco menos que el día anterior, la pelirroja no podía olvidar que tenía una deuda eterna con ese muchacho que la había salvado, ya había perdido a Matthew, Marilla y a Jerry, no iba a perderlo a él. Así que esa mañana en la que los primeros copos de nieve habían empezado a caer, ella decidió que por primera vez en todo el tiempo que habían estado ahí era hora de llevar a Gilbert a que desde una silla observase bien abrigado las flores congeladas que estaban en el pequeño jardín de la casa, después de todo, necesitaba aire. Cole y el señor Barry bajaron al muchacho sentado, únicamente movía sus ojos de un lado a otro, observando quizás el entorno que no había podido detallar bien con anterioridad.

-Ya vuelvo -le dijo Anne al chico inmóvil-, iré por té.

Él levantó la mirada fijándose en el cielo, sintió una alegría inmensa y empezó a balbucear palabras incomprensibles.

-¿Gilbert? -preguntó Diana limpiando sus manos sucias en su delantal- ¿Que ocurre? ¡Cole, ven de inmediato!

Él seguía balbuceando. La tía Jo con paso lento se acercó a donde se encontraba el muchacho, miró al cielo de la misma forma que él lo hacía, sonrió y puso una mano en su hombro.

-Parece que va a haber una nevada y lo sabe -giró su vista a Anne, quien en sus manos llevaba una bandeja de plata con varios pocillos humeantes-. Es un chico muy inteligente, niña.

Dejó la bandeja en la mesa para acercarse a él.

-El más inteligente de todos -y besó su mejilla.

El sonido de un fuerte relámpago, seguido de las gruesas gotas de lluvia que cayeron retumbó en toda la casa haciendo que todos corriesen a buscar cada ventana para poder confirmar que no estaban viviendo un sueño. Una lluvia torrencial en época de nieve era algo de otro mundo, la confusión empezó a invadirlos hasta que un segundo después, Anne volteó a la silla en la que estaba Gilbert y se sorprendió al ver que este ya no estaba ahí. Su respiración se entrecortó unos segundos, corrió y no pudo creer lo que había frente a ella: Gilbert Blythe con los brazos arriba, dejando que lloviera sobre él.

-¡No lo puedo creer! -exclamó contenta, dio dos pequeños saltos y corrió hacia donde él estaba, saltó en sus brazos. Pensó que querría abrazarlo para siempre. Tocó su frente- ¡Santo cielo! Ya no tienes fiebre.

-Tienes un corazón de oro, Anne Shiley-Cuthbert -la miró a los ojos-. Te quedaste conmigo todos estos meses cuando no era tu obligación.

-Me quedé porque te amo.

Gilbert la miró con emoción.

-¿Es verdad?

«¡Ugh! Cosas de novios» se escuchó por parte de Minnie May a unos metros. Diana cubrió su boca, miró a Cole y el chico rió, ambos emocionados porque su amigo finalmente había vuelto a ser él.

-Es verdad -afirmó la pelirroja.

-Yo también te amo -admitió acercándose a ella.

Y era cierto, porque en el momento que plantó aquel inolvidable beso en sus labios, la lluvia cesó.

----------------------FIN-----------------------

¡Este es el fin! ¿Les gustó la historia? Quiero agradecerles por el apoyo que le brindaron. *redoble de tambores* la próxima se llamará «Roman holiday» y la lanzaré veinte minutos después de la publicación de este capítulo.
Amor y luz;
~Cassie🌻🌈🍑

「𝐑𝐚𝐢𝐧 ; 𝐀𝐧𝐧𝐞 × 𝐆𝐢𝐥𝐛𝐞𝐫𝐭」Where stories live. Discover now