3. Canta, canta, canta...

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— ¿En serio no te molesta?

El hijo de Agatha parecía algo preocupado.

— No te contratamos para esto, pero mamá quiere revisar todo lo que tenemos en el ático... — dijo mientras se acomodaba su corbata— Cree que tiene una mecedora de su abuela guardada allá arriba...

— ¿Y no está en el ático?

Miré la escalera que llevaba allá arriba.

— Nunca existió dicha mecedora —aclaró y sonrió tristemente.

El ático era más grande de lo que esperaba y había tantas cosas...

Subí sola porque Agatha no podía subir las escaleras tan empinadas que llevaban a este, pero desde la parte de abajo me hacía llegar las indicaciones para encontrar una mecedora hecha de roble tallado...

Había sillas antiguas, candelabros rotos, estantes vacíos y nada parecido a una antigua mecedora de madera. También había baúles de madera que parecían los que usaban los piratas para guardar sus tesoros, maletas y mucha ropa vieja, pero lo que más había era polvo, no podía dar un paso sin levantar una nube de polvo y este estaba empezando a hacerme estornudar... Cuando dije que aceptaba buscar la mecedora inexistente debí haber mencionado que le tenía una ligera alergia al polvo.

Estornudé otra vez.

— ¿¡Ya la viste!? —gritó Agatha.

— ¡Aun no, iré más al fondo! —elevé la voz para que me escuchara.

Aparte del polvo, allá arriba hacia demasiado calor y de verdad me arrepentí de llevar el pelo suelto, no tenía nada con que sujetarlo y dudaba que entre todas las cosas que encontrara algo para hacerlo.

Caminé observando todas las cosas con fascinación, había mucha historia allá arriba.

La verdad estar en el ático fue más divertido de lo que pensé, tenían tantas cosas que podían haber hecho algún tipo de museo o venta de antigüedades.

Otro estornudo. 

 — No puede ser... —la nariz no dejaba de picarme. 

 Además del calor, el polvo y las antigüedades e historia que había en el ático, vi una gran variedad de amigos arácnidos a los que por respeto decidí ignorar, ya que yo solo era una intrusa en su mundo de telarañas...

— Podrían limpiar esto por lo menos una vez al año... O cada dos. O cinco...

Saqué mi teléfono para ver la hora, ya había pasado más de treinta minutos desde que subí así que ya podía bajar y decir que no había encontrado la mecedora.

Di la vuelta para regresar y me topé con un montón de álbumes amontonados sobre un viejo escritorio que llamó mi atención. Tomé uno al azar y vi retratos antiguos de personas que parecían parte del elenco del Gran Gatsby, todos elegantemente vestidos y sonrientes; iluminé con mi teléfono para ver mejor las fotos y en varias aparecía el mismo sujeto que me resultaba extrañamente familiar, cómo si lo hubiese visto antes, saqué una de las fotos del álbum, porque si, CURIOSA era mi segundo nombre; la vi con detenimiento y me esforcé por tratar de acordarme de donde me parecía conocido; en realidad salían dos hombres, él que me era particularmente familiar y otro, ambos eran muy simpáticos y estaban abrazados, como si fueran amigos, di la vuelta a la foto y con perfecta caligrafía estaba escrita una fecha: 03 de marzo de 1924.

Y otro estornudo más. 

Metí la foto en el bolsillo de mi chaqueta.

  ¿Por qué? 

SENSACIONESWhere stories live. Discover now