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CHAPTER TWELVE
𝑨𝒍𝒐𝒉𝒂, 𝑴𝒂𝒍𝒂𝒎𝒂 𝑷𝒐𝒏𝒐
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—Bien, una más y terminamos, ¿sí?—ella asintió mordiendo una almohada—Va—atravesó su piel con aquella filosa aguja para dar una última puntada a su herida—Listo—sentencio cortando el hilo y colocándolo en una charola—Sé que hubieses preferido que alguien más experimentado te cosiera, pero, dadas las circunstancias—terminando de limpiar la sutura para taparla con una gasa limpia—Aunque—admirando su trabajo—No lo hice tan mal, me sorprende lo genial que soy con todo—se alago sonriéndole
—Si, lo eres—Lexy sonrió al mismo tiempo que le colocaba dos trozos de cinta para sostener la gasa—Muchas gracias por todo esto—sonrió débilmente por el dolor
—Kono, llevas horas agradeciéndome—suspiro—Si sigues haciéndolo te juro que llamare a la policía y les diré que estas escondida aquí—dándole un leve zape en la frente
—Okey, lo siento—aseguro Kono riendo para luego quejarse del dolor
—Tomate esto—ordeno entregándole una pastilla y un vaso con agua, los cuales Kono agarro sin protestar—El calmante te hará efecto en un par de minutos, debes descansa porque realmente te ves terrible—rieron—Tranquila, nadie vendrá por ti y si lo hacen deberán pasar sobre mí para llevarte y eso no será nada fácil—afirmo cubriéndola con una cobija al mismo tiempo que Shiva se acurrucaba a su lado—Te dejo con una custodia personal—aseguro haciéndola sonreír
Lexy salió de la habitación y respiro profundo viendo hacia el cielo. La única razón por la que se había mudado a Hawái era porque creía que allí los problemas para ella terminarían, pero tal parecer que, literalmente, la siguen a donde sea que vaya.
—Soy un imán de problemas—comento un poco resignada alejándose de la habitación
Bajo las escaleras, llevando consigo la charola plateada del desayuno llena de agujas y gasas ensangrentadas auspiciadas por la Oficial Kono Kalakaua. Ingreso a la cocina y, tras aventar esas cosas a la basura, mojó su rostro en el lavabo intentando disipar la frustración acumulada. Suspiro, apoyando las manos en la mesada pensando en todo lo que Kono le había contado hace instantes y en cómo demonios le explicaría todo este desastre a David si algo saliera mal y terminase metida en problemas mucho más grande de los que ya estaba metida.
—Va a asesinarme—se lamentó—O peor, me enviara a trabajar con su amigo a Guantánamo—unos golpes en la puerta del frente llamaron su atención—Por favor, no más sorpresas, ¿si?—pidió viendo al cielo y acercándose lentamente a la entrada, vio por la mirilla, suspiro un poco aliviada de ver aquel rostro y abrió—Bienvenido al consultorio de la Dra. Lexy, pasa, saca un número y te atenderé en breve—hablo en tono de ironía haciéndose a un lado para que pasara