El tiempo sigue (Lord Liu Kan/Kung Lao)

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La belleza de el dios que lo crío es atemporal. ¿Qué hora es para quien tiene la eternidad a su disposición, para quien no cambia a medida que pasan los milenios? El agua fluye sin cesar pero permanece igual. Un momento gotea en el momento en que ese dios llega a su rostro y le quita un mechón de cabello.

—Ven aquí, fuerte y delicado shaolin.–

La mano acuna su barbilla, acercando su rostro a estos ojos blancos que reflejan sombras verdes de árboles y musgos y chorros de manantiales forestales; a estos labios que parecen estar cortados de piedra pálida pero que son tan suaves al tacto.

—Ven a mí, defensor de la tierra.–

Siempre ha sido así. No recuerda nada más desde que empezaron con esto y, por lo tanto, nada más ha sido, podría ser. El tiempo es inmenso, el concepto es imposible de entender. Y cada día es tan similar a otro que se deslizan juntos, indivisibles como gotas en una corriente de agua.

No sabe cómo fluye el tiempo, un abrir y cerrar de ojos a veces lo mismo que pasar siglos. Y donde no hay pasado ni futuro, ni cambio ni muerte, ¿Qué está bien o mal aquí? Existe todo el universo en el toque de la mano de el dios que ve como un padre. La palma acuna su mejilla, y él cede a ella, habitualmente, a las cosas que siempre han sido y siempre serán.

El protector del Mundo Exterior. El dios del viento con la cara de una belleza deslumbrante, que no parece tener un día mayor que él. Su amante.

Debería ser así, ¿No? No sabe nada diferente.

Su amado es eterno. Y él mismo es un poco menos que eterno. Pero no hay nada igual entre ellos. Él sabe dónde está su lugar. Aquí, separando las piernas para el dios, arqueándose hacia el toque de los dedos fríos. No quiere reconoce otra vida. Cualquier otra vida no existe.

Su dios lo toca, de la manera correcta perfeccionada por miles de años. Justo en los lugares correctos, los lugares que hacen que su cuerpo se arquee impotente y tiemble. Sigue y sigue, hasta que piensa que su mente se romperá, y el cuerpo de su padre empuja contra él, sus fuertes manos se envuelven alrededor de su cintura, con la boca ardiente cubriendo sus pezones.

Luego descansa en los brazos de dicho, escuchando los sonidos de los árboles, el murmullo del agua y el tintineo suave de las campanas tubulares que decoran el jardín del Loto Blanco.

El dios del viento es metal y agua, inquebrantable y fluido, y no hay nada que se le pueda negar.

A veces se le permite irse; pero él siempre regresa, y nada cambia aquí. La piel se desliza sobre la piel ajena en una danza intemporal de cercanía, de ceder, de pertenencia. Durante meses. Por años. A veces piensa que no sabe si lo sueña todo. Quizás duerme toda su vida, bajo el sonido del agua, duerme con los ojos abiertos. Duerme incluso cuando sus manos toman su sombrero afilado y lo lanzan para matar. Duerme incluso cuando su cuerpo se retuerce en el orgasmo bajo la caricia del dios albino. Duerme y pasa la eternidad, reflejándose en los insondables ojos de dicho dios.

Su cuerpo está entrenado por años y años para responder al más mínimo contacto, incluso mientras su mente vaga por otro lado. En otro lugar donde el agua no canta sino que ruge, donde las caras no son de la máxima perfección, donde cada día está un paso más cerca de la muerte y nada es estable y conocible.

Los ojos de la deidad son espejos donde ve su propia cara, sin mancha del tiempo. No pregunta si debería ser así. Simplemente es. Duerme en los brazos de este, en una prisión inmaculada de ellos.

Y nada cambia.

Se despierta con una sacudida: se despierta con un hombre de cabello oscuro que no es más que un niño como el antes de su infinito, pero el recuerdo de las generaciones pasadas arde detrás de su obstinada frente. No hay nada que fluya sobre este hombre, pero todo es duro y rápido como una cuchilla cortante, excepto por su nombre que es como un susurro más gentil y significa mucho.

Liu Kang.

Algo en él comienza a doler, de la forma en que no lo sabía antes. Un hilo invisible lo conecta con el hombre, bordado en su corazón. Llamar por él incluso cuando están separados.

La mano del dios lo toca, levanta la barbilla y los ojos serenos lo miran.

—Hay un olor del ajeno a mi en tu ropa, Kung Lao. Entonces, retíralas.–

Nada cambia. Se desliza hacia la cama donde pertenece, y los momentos se convierten en días, se convierten en años, en eternidad.

Por primera vez tiene miedo.

La palma del dios de hebras blancas acaricia su pecho, los ojos luminiscentes lo miran sin curiosidad. Se lame los labios que todavía sienten el sabor de la boca de su amado y dice:

—Amo a otro.–

Las corrientes de agua se convierten en hielo en los hermosos ojos. La mano se fue, un lugar frío está en su lugar.

—Entonces vete.–

Cantando aguas y el tintineo de las campanas tubulares del Loto Blanco. Él escucha estos sonidos, su sombrero recién afilado se posa en su cabeza. Sus ojos son ardientes y picantes. Levanta la cabeza y parpadea las lágrimas bajo las pestañas.

Cuando sus ojos están secos nuevamente, sacude la cabeza y se aleja. Y el tiempo cobra vida.


Iba a hacer un especial de 10 capítulos para el aniversario de esta cosa, pero paso por allá en el 31 de mayo, yo recordaba que fue en Junio 13, el punto es que se me paso y la creatividad me dio solo para siete historias, de las cuales publique dos antes de tiempo, que fueron la anterior que dedique a Kaminari y Esto no es personal 2. Esta ultima no estaba terminada, por lo que cuando anule su publicación, se auto-elimino sin razón aparente, dejándome solo con cinco. Otra que tenía de Nightwolf se borro cuando casi pierdo la cuenta, por esto del hackeo masivo. 

Espero que todos conserven sus cuentas y estén bien. De lo demás, creo que es todo, solo quería dar la explicación. No olviden seguir a D.va que es quien me ayuda en esta historia. Todas sus historias son buenas, léanlas.

Bye.

Y que chingue a su madre KP

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