Capitulo trece: [EDITADO]

131K 5.5K 590
                                    

Narrado por Tessa: 

Rose jamás había sido una excelente conductora, y a pesar de los peligros que estar dentro de su coche conllevaba, todo el enfado se fue de mi cuerpo cuando sentí el cuero del asiento amoldarse a mi figura. No le pregunté a donde conducía, simplemente encendí la radio, que estaba sintonizada a una emisora de música texana, y dejé escapar un suspiro.

—Te esta afectando demasiado juntarte con él —dijo después de unos minutos—. Has tenido problemas con Kalsey antes pero Tess, jamás te vi de esa manera. Pensé que ibas a lanzarte hacía sus extensiones en cualquier momento.

Si ella hubiera sido capaz de sentir por un segundo las emociones que me habían dominado, no hubiera dudado que tenía más razón de la que me gustaría haber admitido. Había sentido como si me golpearan directo al estómago con una patada imposible de esquivar, y ese dolor había afectado el funcionamiento de mis órganos, para que mentir, de mis emociones enteras.

No comprendía la forma tan extraña en que lo sentía como mío, como si nadie más tuviera derecho siquiera a insinuar que podría acercarse a él. Había sentido cierto grado de pertenencia cuando lo había visto herido, porque deseaba evitar que cualquier persona, incluyéndome, le hiciera daño. Pero lo que había sentido en ese vestuario, maldición, eso había superado cualquier otro sentimiento.

Era mío, no podía decir lo contrario a lo que sentía.

—Creo que su posesividad se me está contagiando —respondí pasados unos segundos—. Ya sabes, como la rabia cuando te muerden.

—Entonces vaya mordida que te dio, porque querida amiga, parecías una perra peleando por lo suyo. —Una sonrisa en mi dirección, y supe que Rose jamás me abandonaría—. Joder, me siento orgullosa. Siempre te vi como una gatita indefensa, pero hoy me demostraste que no eres gatuna, sino que perteneces a mi bando.

—¿El bando perruno? —pregunté bromeando, algo desconcertada. Tenía una mejor amiga que era una caja de sorpresas.

—¿Sabías que actuales investigaciones dicen que los perros descienden de lobos europeos ya extintos? —Elevé mis cejas casi por inercia y eso provocó que soltara una carcajada—. Si, nena, somos unas lobas cuidando a nuestros machos.

—¿A quien cuidas tú, si se puede saber? —pregunté interesada, y queriendo olvidar la mierda de Kalsey por un rato—. Que yo sepa, estas soltera.

Cuando una punzada atravesó mi brazo hasta alcanzar mi muñeca solté un siseo entre dientes. ¿Qué diablos había sido eso? Comencé a acariciar con mi mano el área a donde la punzada había ido, y contorsioné el rostro sin poder evitarlo. Me quemaba como el maldito infierno, no aguantaba ni siquiera pasar un dedo por encima de la piel.

—Olvida lo que dije, soy una loba que te ayudará a cuidar a tu macho, aunque parece que no necesitas ayuda. —No le respondí y Rose no demoró en apartar los ojos de la calle para mirarme—. ¿Todo bien?

—No sé, me duele la muñeca. —Subí la cara interna de la misma hasta tenerla frente a mis ojos, cuando vi que la piel estaba tensa, y bastante inflamada—. Mierda, ¿que es esto?

—Me parece que cerraste el casillero con mucha fuerza —dijo frunciendo el entrecejo, y después, regresó la vista a la carretera—. Seguro el golpe de adrenalina no te dejó sentirlo en el momento y por eso ahora duele. Le diré a Matt que traiga hielo y alguna crema desinflamante, no te preocupes.

—¿Hablaste con Matt?

—Por supuesto, mientras tú te hablabas con don "vendo drogas y monto fiestas a lo grande". —Lanza su teléfono sobre mis piernas, y sin necesidad de que me diga, coloqué la contraseña que lo desbloqueaba—. Le dije que nos fuera a ver a un sitio al que tengo ganas de ir hace mucho tiempo.

The boy in my dreams [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora