12. Ahogándose en lamentos.

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Estaciono el auto en el mismo lugar de siempre, el lote luce extraño a plena luz del día, pero eso no detiene mi andar, llego a la bodega y no dudo en empujar la puerta

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Estaciono el auto en el mismo lugar de siempre, el lote luce extraño a plena luz del día, pero eso no detiene mi andar, llego a la bodega y no dudo en empujar la puerta. En el interior del lugar me encuentro con mis hermanos, con James y Rachel.

—¿Qué hace ella aquí? —cuestiono sin siquiera saludar.

—¡Oye! No seas grosero —frunció el entrecejo y se cruzó de brazos, le muestro el dedo medio y ella me saca la lengua.

—¿Entonces? —me dejó caer sobre una de las sillas.

—Uno de nuestros distribuidores estaba dándoles información de más a los Weber —dice Jonathan, asiento. Joel rebusca entre los papeles de la mesa y saca un teléfono, estirando su brazo me lo entrega.

—Tiene varios mensajes que lo delatan, aparte de que James lo encontró ayer en una discoteca —explica, observo a James quien se pone de pie y teclea algo en su teléfono, luego extiende hacia mí. Una imagen algo borrosa aparece en la pantalla.

—Las luces no ayudaban demasiado, pero es Josh —dice—. Estaba hablando con Terry Weber. Por lo que alcance a escuchar, estaba dándole los puntos en dónde nosotros vendemos.

—¿Cómo lo atrapaste? —pregunto cruzándome de brazos, mi ceño se frunció.

—Luego de su reunión, lo seguí fuera de la discoteca. Lo intercepté en un callejón, le di un solo golpe con el arma y se desmayó —informa, asiento.

—¿Dónde está? —Joel y Jonathan se miran entre si—. ¿Dónde carajo está?

—Lo dejamos en el galpón de al lado —se encoge de hombros, me pongo de pie—. Jordan, ya lo dejamos toda la noche ahí, no ha bebido agua... si lo golpeas... vas a matarlo.

—Esa es la idea —murmuro, escucho como Joel maldice. Luego una pequeña mano en mi brazo.

—Jordan, no lo hagas... ya saben todo lo que hizo...

—¿Se puede saber por qué todos están cubriéndome? —los encaro, sus ceños fruncidos—. ¿Por qué no puedo acabar con ese hijo de puta?

—Porque no queremos que añadas uno más a tu lista de muertos, Jordan. Por eso —simplifica Joel.

—¿Qué significa eso? —cuestiono—. ¿Desde cuándo dejamos ir a las personas, así como así?

—Jonathan se hará cargo...

—¡No! A la mierda con todo —exploto—. Voy a ir y voy a matarlo. Nadie se mete en mi territorio y se va sin pagar las consecuencias. Él no será la excepción —me zafo del agarre de Rachel con algo de brusquedad y me doy la vuelta dispuesto a salir, pero la voz de Joel me detiene en seco.

—Piensa en Bailee, Jordan —dice, mis puños se cierran a los lados de mi cuerpo—. Estás con ella ahora, ¿verdad? Ya no puedes ir matando gente como loco si quieres que no la maten a ella después.

Una bestia bajo la tormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora