28. Malos ratos.

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Los ojos de Bailee me miran con horror, su rostro está pálido y sus labios entreabiertos. Cierro los ojos pasándome las manos por el cabello, suelto un suspiro pesado.

—Afuera todos —dice Joel, sabiendo que le debo una gran explicación a la castaña—. Hablaré contigo después —me señala y veo la furia en sus ojos—. De esta no te salvas —se da la vuelta y aprieta el hombro de Bailee.

Rachel sale junto con James y Jonathan es quien se encarga de cerrar la puerta. Mi ángel me observa con detenimiento y sé que está evaluando mi humor. Cuando no nota nada extraño se acerca a mí a paso firme y me dispongo a tomar asiento sobre la mesa de metal.

—¿Qué te pasó? —sus pequeñas manos toman mi rostro con delicadeza, sus ojos recorren toda mi cara y sé que tengo más heridas que solo la sangre en mi nariz.

¿Por qué carajos no me he limpiado?

—Estoy bien —alejo el cabello de su cuello.

—No. Si estuvieras bien, no estarías sangrando —dice con molestia—. ¿Dónde estuviste? ¿Por qué estás así?

—Estoy bien, amor —acaricio su mejilla, queriendo quitar la expresión de preocupación de su rostro—. Tranquila, no pasa nada.

—Sí que pasa —aprieta los dientes y en cierto modo es chistoso, pues son pocas las veces que ella se molesta—. Te estuve llamando todo el día, estaba preocupada por ti.

—No sé dónde está mi teléfono —me defiendo porque es la verdad, no recuerdo dónde dejé mi teléfono—. Supongo que está en algún lugar del auto... Yo... Perdón, no quise alarmarte.

—Bueno —suspira y sus dedos siguen recorriendo mis mejillas—. ¿Qué te ocurrió?... Y quiero la verdad —me fulmina con la mirada antes de que siquiera pueda decir algo.

—¿Para qué quieres que te cuente? No quiero que llores y tú lloras por todo —digo divertido y ella rueda los ojos.

—Porque dijiste que serías sincero conmigo, que me contarías todo y yo... Solo quiero saber porque estás así —me suplica, sosteniendo mi rostro cerca del suyo.

—Tenía que hacer un encargo... y las cosas no salieron del todo bien —frunce el ceño—. ¿Qué? ¿Quieres la historia larga?

—Sí, quiero todos los detalles —me sonríe inocente y sé que su sonrisa es falsa.

—Bien...

—Espera —levanta la mano y saca el teléfono de su bolsillo, frunce el entrecejo y teclea algo rápidamente—. Los chicos ya se van, espérame un segundo.

Antes de que pueda decir algo, ella sale disparada del lugar... me paso las manos por el cabello mientras cierro los ojos.

—¡Volví! — exclama la castaña luego de cerrar la puerta detrás de sí—. ¿Tienes un botiquín?

Una bestia bajo la tormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora