39. La furia y el dolor.

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Salgo de la autopista en busca de las calles iluminadas de Londres, pero una extraña sensación me invade y la imagen de Bailee llega a mi cabeza

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Salgo de la autopista en busca de las calles iluminadas de Londres, pero una extraña sensación me invade y la imagen de Bailee llega a mi cabeza. Busco mi teléfono con rapidez y marco el número de la castaña para luego poner el altavoz.

—Hola, cielo —saluda y el alivio me recorre por completo.

—Hola, amor. ¿Dónde estás?

—Cerca de mi casa —dice—. ¿Y tú?

—Estoy conduciendo, llegaré en unos diez o quince minutos —le informo, al tiempo que piso el acelerador, porque necesito tenerla cerca.

—Pediré la pizza —me la imagino sonriendo y yo sonrío como estúpido—. No te demores, voy a abrir la puerta.

—Okey, te amo —me despido para dejarla hacer su tarea.

—Y yo a ti —cuelga y la paranoia me invade otra vez, acelero más.

No sé porque me siento de este modo, pero desde que Joel me dijo que maldito de Fred estaba en Londres, lo único que he tenido presente en mi cabeza es a Bailee. Entonces, marco el número de Joel.

—Necesito tener a Bailee bajo vigilancia —suelto de golpe.

—Hola para ti también, hermano —lo escucho bufar—. Jordan, respira y relájate. Bailee pasa la mayor parte del tiempo contigo, tampoco la vamos a espantar mandándole a tres hombres para que la vigilen.

—Hablaré con ella —aprieto el volante con fuerza—. Joel, necesito saber que está segura, yo... Maldición, me estoy volviendo loco.

—Mira, hagamos algo —comienza—. Quédate con ella hoy, es jueves. Mañana la puedes traer y que pase el fin de semana aquí en la casa, cuando estés en el lote, la llevas contigo.

—Bien —respiro estacionado frente a los bloques y bajando del auto—. Quizás eso sea mejor, no lo sé... Necesito... —me freno de golpe al ver una moto cerca de las escaleras.

—¿Qué necesitas? —cuestiona Joel al otro lado de la línea. Mi ceño se frunce mientras observo detalladamente el vehículo, mirándola desde todos los ángulos—. ¿Qué es, Jordan?

—No tiene placa —mi alarma se activa—. Mierda, mierda, mierda.

—¿Qué sucede? —Joel no para de hablar y yo ya estoy subiendo las escaleras.

—Necesito que vengas a la casa de Bailee...

—¿Qué...?

—¡Tú solo ven! Carajo —cuelgo y guardo el teléfono antes de sacar mi arma—. Por favor, por favor —ruego internamente porque solo sea una simple coincidencia y que mi ángel este perfectamente bien mientras camino hacia la puerta, pero todo pensamiento se va de mi mente cuando empujo la madera y mi alma cae en picada.

Una bestia bajo la tormentaWhere stories live. Discover now