¿Cuánto vales?

35 6 0
                                    

Los días comenzaban a pasar un poco más rápido para Aline, luego del viaje al interior de su propio ser, había quedado en ella una pequeña llama en la oscuridad de su tristeza.
Era como si se sintiera agradecida de estar viva, sola, pero viva.

Ya no se esmeraba tanto en lucir perfecta, así que decidió donar unas cuantas bolsas de ropa a una institución de caridad cercana al vecindario. Su aspecto era más casual, vestía jeans y camisetas, lo que le daba a su figura un toque de modernidad.

El señor Carlos, su jefe, no era particularmente estricto con la forma de vestir de los empleados, sobre todo con los arquitectos, decía que eran artistas y como tal debían expresarse.
Aunque la joven siempre se vistió formal para marcar una especie de territorio imaginario que ella misma se había creado, sabía que no era necesario.

Por primera vez en sus años en la empresa, llegó al estudio sin que los demás lo supieran, ni siquiera le importó la cara de desconcierto y sorpresa de todos al verla con un atuendo tan casual. Su asistente, un paliducho joven recién graduado al que ella siempre había tratado mal, trajo su café al escritorio temblando y sin decir palabra.

-Buenos días Alex –el muchacho brincó del susto, pues ella nunca lo había llamado por su nombre-

-Bu… buenos días señora Aline. -la chica lo miró asombrada con los ojos abiertos, en realidad ella sabía que Alex estaba sorprendido por su pequeño gesto de educación-

-¿Tan mal te he tratado para que estés así de asombrado? No, no respondas, seguro que sí. Pero eso va a cambiar, toma asiento.

- ¿Qué tome asiento? ¿Aquí en su oficina?
-Si, a partir de ahora puedes sentarte.
- Pero… -el chico dudaba a cada paso, pues se acordaba bien de la vergüenza que ella le hizo pasar al principio de trabajar allí por sentarse en una de las sillas del buró sin permiso de su jefa-

- Alex, sé que he sido una bruja, aún sigo siéndolo un poco. Pero estoy esforzándome por cambiar, por si lo estás pensando, no me he golpeado la cabeza ni he perdido el conocimiento. Solo soy yo intentando ser más amable con mi equipo. Diles a todos que se alisten para el proyecto de Hotel sol y playa. Hay que machacar a esa inversionista tacaña, solo tenemos tres meses y es hora de demostrarle a esa perra quién manda. ¿Entendido? -Aline se reclinó sobre su buró con una sonrisa pícara y competitiva en el rostro, indicándole a su asistente que se acercaba una lucha y había que pelear como nunca-

-¡Entendido! -exclamó el muchacho parándose como un resorte, entusiasmado por el nuevo proyecto y  el buen humor de su jefa.

Inesperadamente. Aline se sintió bien con esta acción y el resto del día intentó ser más amable con todos a su alrededor. Comenzó a descubrir los puntos fuertes de su equipo, Karla era rápida modelando los proyectos, Carolina siempre tenía ideas frescas y buscaba inspiración por todas partes. Claudia era la maquinita de las matemáticas, Héctor diseñaba y conectaba unidades funcionales como nadie más y Alex renderizaba las escenas cuidando cada detalle. Aline era la diseñadora y por primera vez, dejó que su equipo aportara ideas y diera su criterio en el diseño del nuevo hotel. Todos trabajaban con entusiasmo, como si se prepararan para una guerra sangrienta.

El viernes llegó en un abrir y cerrar de ojos y ya de nuevo le tocaba consulta a Aline. Llegó calmada a la consulta, cosa que la psicóloga enseguida notó de solo verla.
-Aline, Buenos días. Que bueno volver a verte, luces mucho mejor que el viernes pasado.

-Ah, sí. Es que me puse a pensar y he decidido andar con ropa un poco más cómoda.

-Si, lo noto. Pero no me refería a eso, te ves un poco más... estás sonriendo, no te vi sonreír en la consulta pasada. Parece que los problemas se han ido resolviendo.

Mi niña interiorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora