Pesadillas en el colegio

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La tarde transcurría tranquila, a lo lejos se escuchaban los chillidos de los niños jugando en el parque. Aline se encontraba en la terraza, observando los últimos destellos que el sol regalaba al cielo antes de ir a dormir.
La brisa le acarició el cabello, indicando que la noche se aproximaba. Bebió el último sorbo de su taza y cuando se dispuso a ponerse de pie, se dio cuenta de que estaba disfrutando intensamente de ese momento tan simple.

El hecho de estar callada, tomando el aire y bebiendo café, le parecía realmente placentero. Entonces comprendió que la soledad también tiene valor y que a veces hace falta estar en silencio para centrarse y volver a uno mismo.

Esa tarde decidió relajarse, llenó la tina de agua caliente, prendió sus velas aromáticas favoritas y se sirvió una copa de vino. Era una manera de recompensarse por sus buenas acciones de la semana, sentía que estaba logrando cosas aún más importantes que sus premios en investigaciones; se estaba descubriendo a sí misma, sin capas ni maquillaje, ella en su verdadera esencia. Pronto el vino y la calidez de la habitación hicieron su efecto y Aline quedó  profundamente dormida.

Despertó agitada gracias al fuerte ruido de los carros, salió disparada hacia un costado esquivando un auto que por poco la choca. Respiraba rápido, tomando bocanadas de aire debido al susto. No entendía qué hacía allí en esa avenida tan bulliciosa llena de tiendas y vidrieras. Cuando recuperó el control de sí misma, divisó al otro lado de la calle una edificación que le pareció conocida. A ambos lados caminaban mujeres que apretaban fuertemente las manos de sus hijos uniformados. Todos se dirigían a una gran puerta, donde eran besados y manchados de carmín en las mejillas por sus madres. Los recibía una señora regordeta de maquillaje chillón que parecía una gárgola tiesa parada en la esquina del portón.

Luego de analizar un poco el contexto en el que estaba, Aline supo de inmediato que se trataba de su antiguo colegio, donde cursó la enseñanza primaria. El lugar de sus pesadillas en la niñez. Era un edificio de la época colonial con los desgastados ladrillos a vista, recordó que el director siempre decía que no había presupuesto para pintar las paredes. La estructura en herradura, rodeaba la plaza donde los niños jugaban y hacían deportes. A ambos lados se levantaba una tupida vegetación que nadie se había molestado en cortar, luego estaba el huerto, el lugar donde los niños grandes llevaban a sus víctimas para golpearlas sin que nadie los atrapara; debido a que la maleza impedía la visión desde los ventanales del edifico.

Una sensación agobiante recorrió su cuerpo al pensar en aquellos días tristes en los que ella y su madre tuvieron que mudarse a la ciudad y por consiguiente ser trasladada a este colegio.

De repente, entre los carros divisó a la pequeña niña, vestida con el uniforme bien planchado y limpio, pero estaba sola, entonces recordó también que por aquella época su madre la dejaba en la esquina debido a que trabajaba intensamente en una jornada de doce horas y tenía que llegar temprano al hospital.

De cualquier modo, no había mamá que la despidiera, simplemente llegó con su cabecita mirando al suelo y entró sin más. La muchacha cruzó con cuidado la calle y siguió a Ali en su andar.

Llegaron a un aula de primer grado, la niña se sentó en su puesto y la miró seria, como indicándole que atendiera a lo que sucedería. La maestra inició la clase, tenía una voz particularmente desagradable para darle lecciones a niños de primer grado, Aline recordó que se llamaba Thania. Aquella señora de mediana edad, estatura chata y pelo negro parlaba mostrando sus dientes separados y amarillentos por el cigarro.

Luego de un extenso blablablá, Thania mandó a la pequeña Ali a responder una pregunta, por lo que la chica prestó atención. La niña respondió correctamente, pero el fuerte acento de su zona natal, hizo que los niños a su alrededor comenzaran una risa imparable, la maestra por su parte comenzó a forzarla a decir la respuesta en el acento que se usaba comúnmente en la actual región, cosa que no logró. Al ver la tal Thania que no conseguía “corregir” a la niña, enfureció de tal modo que hasta Aline adulta se intimidó.

Mi niña interiorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora