𝑽𝒆𝒊𝒏𝒕𝒊𝒖𝒏𝒐

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El primer hijo siempre es el más querido ¿no? Claro, cuando es planeado. Bueno, al parecer Zed Philip había roto aquellos mitos. Su madre Elizabeth Van nunca hubiese querido ser madre, odiaba el simple hecho de nacer como una omega, esa mujer estaba llena de lujos, diamantes y joyas. Así ¿quién no quería ser una omega? Ella, su esposo ni siquiera la notaba, vivía en la oficina solo llegaba a dormir, además de que era el Alpha de la manada. Tenia una empresa grande que manejaba autos de lujo, siempre una obra de arte. Cualquiera que mirará al gran Jacob Philip pensaría que sería un gran padre, Alpha y todo, a simple vista ese hombre era perfecto.

Al nacer, su padre no estuvo en el hospital, dejó sola a su madre que aún que fuese su hijo el que había nacido, lo dejo de lado para ir a hablar con su esposo, el cual estaba ocupado siendo el Gran Alpha. Ese día se había quedado con su abuela Margaret Van, una beta viuda. Su abuela había ido solo a verlo pues vivía a varias manadas de aquí, cuando era un bebé fue ella misma quien lo cuidó, hasta que cumplió 3. Su abuela falleció de un paró cardíaco pues ya era una mujer de edad avanzada, el pequeño no se enteraba de nada así que solo le preguntó a su madre.

–¿Donde está la abu?– preguntó aquel pequeño de ojos verdes llenos de inocencia.

–No volveremos a verla–

El niño no entendía pero creía ciegamente en su madre, desde ese día su madre "cuidó" de él, o eso decía ella. Había contratado una niñera novata que solo le importaba que el niño comiera, aquel niño había descubierto que tenía una cierta pasión por el dibujo. Cuándo apenas cumplió 4 años meses después nació la pequeña Zoe Philip, no entendía como había pasado, su madre había pasado de ser una mujer gorda a estar más normal.

El día que Zoe nació, Jacob asistió y estuvo para la madre en todo lo que necesitaba, como los actuales padres estaban ocupados no notaban a Zed y cuando este llegaba para mostrarles uno de sus dibujos que realmente eran preciosos, ellos solo le decían que estaban ocupados y se fuera a su cuarto. Así fue siempre, nunca pudo odiar a la pequeña que robó la poca atención que tenía, había jurado protegerla con su vida si hacía falta, era la única que se preocupaba realmente por el. En su cumpleaños número 14, pasó algo que nunca olvidará.

–Mamá– exclamó feliz, hoy cumplía 14.

–¿que es lo que quieres? – respondió secamente

–Adivina que día es hoy..

Zed, ya estás grande deja las niñadas para Zoe y vete a tu cuarto estoy ocupada.

El pequeño sólo se marchó con la cabeza cabizbaja, a su madre sólo le importaba cuando se trataba de hacer una foto para la portada de una revista sobre la familia perfecta. Ese día nadie se acordó de su cumpleaños hasta que a las 8:30 entró una pequeña niña con un panquecito con una vela.

–¡Felicidades!– le dijo alegre –Apenas se durmió mamá y pude decirle a la sirvienta que trajera esto– dijo ofreciéndole el panecillo.

–Muchas gracias, Zoe, eres la única que lo ha recordado–

Ambos disfrutaron de aquel panecillo, desde ese día Zed nunca le ha gustado celebrar su cumpleaños..

Otra ocasión fue cuando cumplió 18 y confrontó a su padre diciéndole que el sería un pintor y que se marcharía del pueblo.

–¿Estas de coña?– pregunto sin separar su mirada de los papeles, levanto su cabeza encontrándose esos ojos verdes que al rededor de los años habían perdido ese brillo y ahora parecían estar muertos.

¡¿Eres Un Alfa?! © [BLACKVERSE #1] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora