7. A través del telescopio

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—Sabes que el objetivo de salir de compras es comprar, ¿no? —espeta Cora

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—Sabes que el objetivo de salir de compras es comprar, ¿no? —espeta Cora.

Levanto la vista pero no contesto. He estado paseando entre las hileras de ropa desde que entramos hace veinte minutos. Ella y mamá no pararon de hablar durante todo el trayecto hasta el centro comercial. Tampoco se contuvieron de hacerlo cuando ingresamos a la tienda. Están en su elemento.

Se pasan conjuntos y recomiendan colores según su tono de piel. Halagan el cuerpo de la otra. El ritual me resulta incómodo, por eso me ofrecí a ser su perchero personal y sostengo sus bolsos y abrigos.

—A Gretha no le gustan las compras. Ropa, maquillaje, manicura, masajes... Nada de esas cosas le interesa —explica mi madre por mí, en tono amable y sin ánimo de ofender, porque solo expone la realidad—. Aunque siempre me acompaña a todos lados, claro. De todas formas es lindo tener a una adolescente normal en la excursión del día. —Le guiña un ojo a Cora.

Marion Fisher es una mujer encantadora. Independiente, sociable, trabajadora y de mente abierta. Es una gran mamá, y aunque no tenemos mucho en común, respeta mi forma de ser.

Me ama, pero no conecta conmigo.

La amo, pero no conecto con ella.

Me alegra que Cora esté aquí. Mamá puede hacer con ella las cosas que a mí no me gustan y sé que eso no quiere decir que me está reemplazando. Pasar tiempo conmigo para los extrovertidos como mi progenitora debe ser aburrido, y no me gusta aburrir a las personas porque siento que malgasto su tiempo, así que intento conseguir a alguien que los divierta y acompañe en sus aventuras de la forma en que yo no puedo.

La Carnívora es una bendición en este caso.

—¿En serio no te probarás nada? —Estrecha los ojos sobre la pila de ropa que tiene entre las manos para llevarse al probador.

A pesar del tono despectivo, me mira con una curiosidad que jamás había mostrado hacia mí. Una lejana alerta se dispara en mi cabeza y niego con la cabeza.

—En realidad, tengo que ir al baño.

Dejo sus pertenencias en una silla con esa mentira.

—Te dije que fueras antes de salir. Sabes que no me gusta que uses los públicos. —Suspira mamá—. Recuerda hacer una sentadilla. No te apoyes en el retrete, y si lo haces debes tirar la cadena primero y poner doble capa de papel higiénico al...

La saludo con la mano mientras salgo por la puerta. Ya sé las instrucciones de memoria.

Voy muchas veces al baño por día. Como mínimo veinte. Ella dice que tomo mucha agua y tiene razón, pero el 90% de las escapadas al tocador no tienen nada que ver con el H20.

El caso es que tengo una relación contradictoria con los espejos, los odio pero los necesito.

Sin embargo, no es lo mismo mirar mi reflejo en casa que en una tienda. Tuve miedo de que Cora sospechara, así que por eso la mentira. No puedo arriesgarme a entrar en un probador con un pantalón que me parece lindo y este deje de hacerlo en el segundo en que me lo pruebe. No puedo desvestirme en un lugar del cual no puedo salir inmediatamente y caminar una hora ininterrumpida si mi reflejo no muestra lo que quiero. No puedo permitirme correr el riesgo de que algo me quede grande y mamá se de cuenta que necesito un talle muchísimo más pequeño cuando se lo pida a la empleada.

Club de los paraguas rotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora