13. Hamaca del destino

10.3K 1.9K 2.3K
                                    

—No me gusta la forma en que me mira esa cosa —susurra Timmy al hundirse con timidez en su sillón rescatado del basural

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—No me gusta la forma en que me mira esa cosa —susurra Timmy al hundirse con timidez en su sillón rescatado del basural.

Sigo su mirada hacia el conejo. Arlo lo sostiene contra su pecho y le rasca detrás de las orejas. Una pequeña sonrisa maliciosa crispa los labios del chico.

—¿Quieres saber cómo se llama? —lo provoca.

Le lanzo una mirada de advertencia que dice: «No es momento», a lo que me mira de regreso: «Siempre es momento para fastidiar a Timmy».

—Tengo que estudiar, así que ahórrense los comentarios sobre el bicho ese —dice Liv, alzando su taza hacia el animal antes de beber.

Tomo asiento en mi mecedora y estoy por beber el café —me aseguré de comprar edulcorante— cuando la puerta se abre de golpe. Sawyer aparece impulsado dentro del cobertizo por el viento, que sopla salvaje fuera.

—¡Siento la tardanza, Cora me retuvo! —Se quita el gorro de lana de un tirón y comienza a desenroscar su bufanda mientras rodea las pilas de libros con frenesí, como si hubiera llegado una hora y no dos minutos tarde.

—¿Te retuvo? ¿Quién es? ¿La policía? —Se mofa Arlo.

—La policía no te la mama. —Sonríe gustoso el recién llegado.

Liv escupe el café dentro de la taza otra vez y Timmy ajusta los cordones de su capucha hasta que su rostro es tragado por ella, incómodo. Mientras tanto, río y la pequeña sonrisa de Arlo permanece en su rostro. Es todo un récord que siga ahí. Desde que Sawyer lo salvó de la furia del coach, han estado compartiendo un par de chistes a costa del otro.

Casi parece que se agradan.

—Escuchar a la gente hablar así de la intimidad solo potencia mi asexualidad. —Liv deja la taza sobre la mesa ratona y cierra los ojos con disgusto—. ¿Podemos borrar esa imagen y sacar la frase del frasco de una vez? El trabajo de Historia tiene trece páginas y una invitación para exiliarme a Sudán, y son cosas que debo atender.

Un silencio se asienta en la habitación. Sé de inmediato que ella se arrepiente de haber traído a colación el asunto de Bianca. Pocas veces hablamos de la mamá de Arlo en voz alta.

Él deja de acariciar a Camello, pero lo mantiene junto a su pecho. Sus facciones se suavizan y el remordimiento brilla en sus ojos. Abre la boca, pero Liv sacude las manos y se adelanta:

—Aunque hablaras con ella no cambiaría nada… —Se encoge de hombros, rendida—. Ambos sabemos quién tiene la culpa de que me odie, así que deja de mirarme así. No es tu responsabilidad. —Destapa y empuja el frasco a través de la mesa, animándolo a sacar el papel con gentileza pero decisión.

Arlo cree que, si le pidiera a su madre que trate mejor a Liv, Bianca lo haría. El problema es que si le pides una cosa a esa mujer, terminas debiéndole dos.

Club de los paraguas rotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora