Capítulo 14

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(Advertencia: capítulo probablemente no apto para menores de 15 años, se recomienda discreción jaj)

(...)

Delusiones


Era un domingo muy temprano, en la mañana. Los tenues rayos de sol que alcanzaban a filtrarse por la ventana recién comenzaban a iluminar la habitación y, por fuera, los pájaros trinaban en su regular escándalo.

Kayn se fue removiendo en su cama, a medida que sus difusos sueños se le escapaban. Cuando menos lo esperó, sus ojos azules estuvieron finalmente medio abiertos. Reconociendo las paredes beige de su cuarto, inspiró aire bien profundo y, para espabilar, intentó levantarse de su lecho. No le fue tan fácil.

Alrededor de su cintura, afianzados cual anillo, yacían los brazos de alguien más. Se giró para identificar a quien le retenía con tanto apego y una sonrisa ladina se dibujó en sus labios al reconocer el rostro aún durmiente de una chica de despeinados cabellos negros. Los recuerdos volvieron a su mente. Sí, sin duda era domingo por la mañana.

A pesar de que la joven pareció acurrucarse más contra la espalda bien formada del chico, él no tuvo reparos en empujar sus brazos uno a uno hasta librarse por completo. Acto seguido, se incorporó, haciendo a un lado las sábanas que cubrían su desnudez; sorteando las prendas que estorbaban de forma tan frívola en el suelo. Se fue a su armario y sacó lo primero que encontró. Nunca estaba de más una ducha matutina después de una noche como aquella, pensó mientras salía de su pieza y se iba al cuarto de baño.

Al término, salió ya vestido; con el pelo mojado y listo para desayunar. Bajó las escaleras del final del pasillo para llegar a la cocina y no se sorprendió cuando el aroma acedo a restos de cena sin guardar fue lo primero en recibirlo. En el fregador, reposaban apilados mil y un trastes sucios que no tenían pinta de ser todos tan recientes. En el suelo de azulejos blancos no faltaban las manchas de dudosa procedencia.

Suspiró con desdén en el momento en que abrió la alacena y descubrió que no quedaba más para comer que apenas un poco de cereal de caja y un plátano bien maduro. Ni siquiera había rastros de leche en el refrigerador. Esas y más eran las desventajas que había de compartir hogar con tantos otros individuos... y todos varones.

Resignado, no le quedó más que servirse su mísera merienda en uno de los pocos cuencos que había limpios e irse a la barra con la intención de comerla. Haciéndose su característica trenza, descubrió por el sonido difuso de la TV que escuchaba provenir de la sala que los demás ya se habían levantado. Y lo confirmó en el momento en que sintió cómo alguien llegaba desde atrás y le propinaba un buen coscorrón en la cabeza.

-Oye Kayn, ¿por qué volviste a llevarte mi auto anoche? -reclamó la voz de su agresor, sentándose en la silla contigua al chico y dejándose ver. Se trataba de Aatrox, uno de sus compañeros de trabajo.

-¿Qué te pasa, imbécil? -profirió Kayn, en cambio. Con el ceño fruncido y una mano que acariciaba discretamente el lugar donde el mayor le había golpeado.

-No evites mi pregunta -insistió el otro, con sus ojos rojizos entrecerrados y una voz amenazante-. Es la tercera vez en la semana que te llevas mi auto sin preguntarme. ¿Por qué lo hiciste?

El de la trenza alzó los hombros en un gesto de indiferencia y volvió su atención a su plato de comida, tomando otra cucharada y refutando con la boca llena:

-Ni siquiera usas esa carcancha, no puedes quejarte. Además yo pago la gasolina.

-Eso no importa, mocoso idiota -masculló Aatrox-. Lo que importa es que no tienes licencia de conducir, que todavía no eres mayor de edad y que ese auto es mío. ¿Nunca te enseñaron que no debes tomar lo que no te pertenece?

Lóbrego Endulzante || KaynXZoeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora