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Yoongi no comprendió muy bien lo que ocurrió después de hablar sobre su servicio militar.
El general Song le había hecho un montón de preguntas a las que sólo pudo responder algún par de palabras antes de que el hombre volviera a estallar en cólera y terminara por interrumpirlo. También escuchó algo sobre que todos los soldados que habían sido partícipes de la guerra, habían estado expuestos a un intenso entrenamiento militar por años enteros, y que por orden directa del gobierno, la edad mínima para acudir a los enfrentamientos era veinticuatro años. Pero Yoongi apenas estaba por cumplir veintiuno, y casi cumplía los tres años ahí.
Más y más de los altos mandos llegaron, también un médico coreano y después de dar un breve chequeo, se retiró de aquella habitación donde prácticamente le habían encerrado. Entre otras cosas de las que su audición fue testigo, alguien dijo que si Yoongi estaba mintiendo para ser devuelto a Corea del Sur y así renunciar a su deber con la nación, estaría en muchos problemas. Pero si todas las palabras que dijo eran reales, entonces serían al menos un puñado de personas quienes tendrían que enfrentar graves consecuencias. Ahí confirmó que efectivamente, los últimos años de su vida no se trataron de un ordinario servicio militar.
Y entre cuestionamientos diarios donde tuvo que contar la misma historia cientos de veces y esperar la respuesta de la autoridad en Corea del Sur, no volvió a disparar un arma ni tampoco retornó a la zona de guerra. Tampoco pudo volver a ver a quienes fueron sus compañeros. Aproximadamente pasó un mes en total confinamiento, únicamente viendo a los superiores cuando iban a hacerle preguntas y también a quienes se encargaban de alimentarlo tres veces al día además de brindarle los instrumentos básicos para su higiene, aseo y su inhalador; hasta que en una madrugada sin tener noción del tiempo, Yoongi fue guiado hasta un helicóptero, pero el general Song iba con él.

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La primera vez que el helicoptero aterrizó, creyó que por fin había llegado a su patria. Pero el general Song le corrigió de aquel error, explicándole que se encontraban en Mondol Kirí, Camboya. Yoongi nunca había escuchado ni siquiera el nombre del país. Permanecieron unos días ahí, albergados en un hotel de baja categoría y entonces hubo otra ronda de preguntas. Se sentía cansado de tener que dar las mismas respuestas, pero la parte buena era que ya no se encontraban en Afganistán; por fin las noches eran silenciosas y no dormía con miedo a ser asesinado o terminar con el cuerpo explotando en mil partes. Pese a todo, había dormido como nunca desde hacía casi tres años atrás, aún y que el general permanecía con él todo el tiempo incluso en la habitación que apenas y contaba con cosas básicas como una silla, un escritorio, el pequeño armario y un par de camas individuales.

-General- llamó Yoongi, una tarde lluviosa en la que sólo se había mantenido mirando a la ventana sentado en una silla de madera; observando sereno el panorama y distrayendo su vista perdido en ese pedazo de selva que rodeaba el sitio donde se hallaba confinado. Le gustaba dejar su mente en blanco y aunque fuese por unos pocos minutos, dejar fuera de su memoria los recuerdos de todo lo que hizo.

-¿Necesitas algo?- respondió el hombre, quien dejó de inmediato un montón de hojas sobre aquel escritorio tan frágil que parecía poder romperse si recargaba demasiado el brazo al escribir. Se puso de pie y se situó justo a un lado de su menor, compartiendo la vista aquella.

-¿Voy a vivir encerrado todo el tiempo que me queda?

-Mañana es un día importante, muchacho. Todo está acordado, es tiempo de volver a Corea y te aseguro que no te dejaremos solo.

Yoongi no supo qué cosa le había impactado más sobre aquel comentario. El hecho de volver a Corea del Sur significaba tener una oportunidad de volver a ver a su amado Jimin y le aterraba pensar en qué le diría cuando estuviera frente a él. Sus ojos habían visto lo peor de la guerra y ya ni siquiera podía reconocerse a él mismo, así que no se sentía capaz de verle frente a frente y narrar las atrocidades de los últimos años.
Y después de eso, escuchar de los labios del general cómo le había llamado "muchacho". Yoongi había combatido con personas mucho mayores que él; había dormido hombro a hombro y también ayudó a recoger cuerpos de soldados cuyo entrenamiento había llevado años. Y todo ese tiempo fue llamado "cabo o soldado Min" "Hombre" y también simplemente "Min". Pero él era más que un par de palabras o un sobrenombre, llegó a la guerra apenas dejando de ser un niño y había perdido ya tres años enteros de su vida entre armas y sangre. A los dieciocho años, otros chicos tuvieron que lidiar con los primeros meses de la universidad, salir con otras personas e incluso resultar un par de veces heridos por amor. Esa tarde comprendió que la nación, el amor a la patria o como quisieran llamarlo, le había robado una gran parte de su vida que nadie iba a poder devolverle. Porque en la vida no existen las segundas oportunidades, y Yoongi había perdido «eso» para siempre.

La venganza del inocente. » YoonMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora