Capítulo 19: Monocromático (Parte 2)

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- ¡Ah!..~ ¿Qué... ha... es esto?... - Decía entre gemidos el omega, también siendo interrumpido un par de veces por los belfos de su amante. Si bien su aliado rubio le había explicado todo con lujo de detalle, el sentirlo era completamente diferente, además, ¿no había dicho que serían dos dedos? Su alfa estaba usando tres sin duda, y lo hacía con tal maestría que su vista se nublaba con cada movimiento que la mano del hombre hacía. Había pasado de arremetidas lentas a un ritmo más rápido, podía sentir que ya era momento, su interior pedía a gritos ser llenado por su alfa, sus manos temblorosas pasaban al rostro del mayor, enfocándolo lo mejor que podía para quedar contra el suyo.

Los orbes azules reflejaban una mirada deseosa, los sarcásticos gestos del alfa habían desaparecido, en su expresión ahora sólo se denotaba la pasión, el esfuerzo sobrehumano que utilizaba para controlarse a pesar de tener al mismo Ciel Phantomhive gimiendo y jadeando bajo suyo.

Por su parte los ojos rojizos tenían la mejor vista de su miserable vida, un omega, su omega, un encantador jovencito que se mostraba siempre distante y recatado, jadeando y maldiciendo en susurros casi imperceptibles pero que él entendía perfectamente. Sus labios ligeramente hinchados, su vista nublada aunque no por esto menos hermosa, sus mejillas teñidas de ese rojo intenso, y su aliento caliente que soltaba junto con sus jadeos eran una maravilla.

-¿Estás seguro que no eres un ángel, Ciel Phantomhive? Hablaba con una sonrisa, la primera que era sincera en mucho tiempo. En momentos como esos se replanteaba la existencia de dios, se preguntaba si era él creación suya por ser tan perfecto, o si muy por el contrario era una encarnación del infierno. Misma que lo obligaría a pecar de nuevo desde ahora hasta el fin de los tiempos, pues aunque el sacerdote aceptara casarlos por una muy generosa contribución continuaban siendo pecadores ante los ojos de ese ser celestial, que decía ser bueno, pero únicamente escuchaba a quienes lo siguieran sin pensar ni cuestionar nada. Sin percatarse se perdió de mueva cuenta en ese bizarro laberinto que era su mente, hasta que la presión que ejercían esos pequeños dedos sobre sus mejillas le devolvieron la vida, deteniendo el movimiento de sus dígitos los retiraba lentamente, a lo que el contrario soltó un quejido, seguramente inconforme por el vacío que esta acción le causó.

Con la respiración agitada el azabache se alejaba para posicionar a su pequeño, quien de forma instintiva abría sus piernas todo lo que su delgado cuerpo le permitía, sus puños se cerraban mientras que mentalmente se armaba de valor. En esa posición claramente se le fue otorgada la vista completa de su esposo, con esos fuertes brazos, su marcado abdomen y esa mirada de depredador que lo volvía loco. Su mirada seguía bajando, impaciente por la exclusiva vista que nadie además de él tendría nunca, hasta que llegó a ese punto en el que reconsideró si el habérsele insinuado antes de investigar sería la mejor idea.

Y es que en ninguna parte de la explicación que se le había concedido se mencionó que el miembro de su amante mediría medio metro, que si se comparaba con su altura que era de aproximadamente metro y medio era una tercera parte. ¿Le parecía demasiado debido al miedo? Lo más seguro era que lo estaría imaginando, ¿no era así? Inquieto se removía discretamente, dudando entre permanecer ahí y no decir nada, o si debía salir corriendo del lugar.

Era obvio que en condiciones normales optaría por la segunda, pero debido a la condición que tanto maldecía sus piernas temblaban y su juicio estaba tan nublado como sus cristalinos ojos azules. Su mente no hacía más que recordarle lo obvio, que definitivamente dolería hasta el punto de quemar lo más profundo de su alma, justo como la filosofía de infierno que él mismo predicaba, pero su corazón... Sí, en términos no literales claro, le ordenaba firmemente adentrarse en ese infierno, quemarse en las brasas ardientes de la pasión a las que tanto se rehusaba, ¿miedo quizá? ¿O era que no quería rebajarse a tal estado? ¿No lo haría valer menos? Buscaba que su voz por frágil que sonara fuera escuchada por sí sola, sin la necesidad de que un alfa tuviera que comunicar lo que él mismo precisaba expresar. Tal vez había hecho una interpretación demasiado pesimista, ahora con "amor" de por medio... ¿Qué pasaría si su alfa únicamente se encargara de generar el silencio para que él pudiera hablar?

Rojo y AzulWhere stories live. Discover now