Capítulo 24: Uso rudo

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Los problemas no aparentan ser tales desde la perspectiva de un humilde espectador, uno puede observar deleitado o resignado las acciones de los demás, pero sin intervenir de manera alguna. Son capaces de analizar, aclamar y dar su opinión en voz baja de la orquesta que ha sonado, del servicio que se ha dado, o de la pareja que se ha casado. Cosas como "el traje del novio era demasiado femenino" "nunca estará a la altura de una novia" "¡por Dios! ¡Qué bajo hemos caído los Michaelis!" le enfurecen. Comentarios como "Hasta que alguien se casa por amor en esta familia" "¿Un Michaelis y un Phantomhive? Quiero ver eso" "Me compadezco de los enemigos del matrimonio maldito" le enorgullecen.

Todo lo anterior por obvias razones está sujeto de quien nos referimos, pero en este caso hablamos de la viva imagen del novio, quien observa impotente desde el otro lado del altar, tomado de la mano de su prometida. Ambos con una expresión de tristeza y enojo respectivamente, pero intentando fingir una sonrisa de apoyo al azulino vestido de blanco que los observa. Lo destroza ver los ojos de su querido hermano llenarse de lágrimas, y le pesa más que no pueda soltarlas en su hombro como siempre lo ha hecho. Desvía la mirada al hombre junto a Ciel, quien muestra una sonrisa ladina, contemplando con lujuria al niño que tiembla en el altar. Quiere golpearlo, quiere apartarlo y tomar a su hermano, acabar con él antes de tener que llamarlo familia.

Pronto el hombre se da cuenta que lo ha visto, lo mira ahora a él, y sin apartar su vista tira del brazo de su hermanito, acercándose cínicamente al menor y desgarrando su cuello frente a sus ojos. El niño llora y grita su nombre por ayuda, al tiempo que su traje blanco se tiñe de rojo, pero él no puede hacer nada.

Es totalmente inútil.

-¡Astre! ¿Te encuentras bien? Hemos llegado...- Hablaba con dulce preocupación su prometida, acomodando su moño y su cabello dentro del carruaje, que seguía en movimiento. La imagen que daba era adorable, pero aún así de denotaba la seriedad con la que se expresaba, después de todo Ciel también era su primo.

-La misma pesadilla de siempre... Maldición... Debí haber hecho algo...- Se expresaba con frustración pues por si fuera poco no había dormido nada la noche anterior, pensando en el dueño de la cama vacía junto a la suya. Quien pensaría que el pequeño que lo despertaba a causa de sus pesadillas casi cada noche ahora estaba al otro lado de la ciudad, seguramente siendo devorado por un imbécil. No podía evitar sentirse culpable.

-No debes culparte por eso Astre, el plan de Ciel requería un sacrificio como este. Además me ha dicho que Sebastian no es un mal sujeto.-

-No lo entiendes lizzy, no estamos hablando del intelecto, o de su forma de pensar. Es un alfa, y uno dominante y sin experiencia, ellos dos solos, en una casa tan grande. ¡Lo hará trizas si me quedo de brazos cruzados!-

-Ten por seguro que haremos todo lo que esté en nuestras manos para ayudarlo, pero recuerda que el duque no es ninguna clase de enemigo, se supone que es un aliado de todos nosotros... Y aunque así lo fuera estaríamos en desventaja.- Terminaba de declarar la rubia, poniéndose de pie una vez el carruaje paró frente a la residencia Michaelis, con una sonrisa en su rostro llamaba a la puerta.

-Buen día, venimos a visitar al duque y a su esposo. Astre Phantomhive y Elizabeth Midford, encantados.- Decían mecánicamente en la puerta, en espera de que la señora de la casa los dejara entrar. Dependían de eso.

De regreso en el invernadero.

-Ngh... ¡Ah!... Aguarda...~ ha... ¡Sebastian!- Gritaba Ciel desde la incómoda posición en la que Sebastian lo había puesto, sus manos permanecían atadas entre el cuero y sus muslos separados por la cintura del contrario. No podía evitar sentirse complacido, pero aún en su consciencia sabía que algo como eso no estaba bien. Todo esto sumado al evidente dolor al que estaba sometido le recordaban a la descripción de su colega, tal vez no estaba tan equivocado, aún así era decepcionante en cierta medida.

-...- El mayor que se encontraba arriba de él no decía nada, se veía totalmente concentrado en su labor, metiendo y sacando su miembro del omega a un ritmo constante; y al mismo tiempo intentaba arrancar con desesperación el aro metálico alrededor del cuello de su presa. A ciencia cierta lo que pasaba por su mente era incluso más confuso como para dar explicación a su repentino cambio de actitud. Demasiado estrés mezclado con el trauma que genera asesinar a alguien, nadie esperaría que un Michaelis se viera tan afectado por solo eso, pero debemos recordar que Sebastian es un hijo que ha pasado toda su vida fuera, el mayor crimen que había cometido para ese momento era robar materia, nunca una vida.

-A...Aghh N-no.... edo...~ ha... resp...ira...- Jadeaba el menor, como si palabras como esas fueran a hacer más que encender si eso era posible más al hombre atacante. Si bien había tomado eso en cuenta no creía que apenas un día después de casados la situación se complicaría a tal punto. Como ya sabrán, asfixia, era todo lo que sentía.
Sentimiento sofocante pasaba por su nublada y confusa mente, tal vez le faltaba oxígeno a su cerebro, el fuego se extingue sin oxígeno, pero también lo apaga, probablemente debía dejar de pensar en estupideces antes de quedarse sin aire, pero era imposible para alguien tan profundo como él no darle un sentido metafórico al escenario en el que se encontraba.

O bien podría verlo desde el sentido literal, su garganta seca y adolorida, la placa de metal junto con las manos de su amante marcándose en su piel, sus manos sobre su cabeza cerrándose con fuerza sobre el cuero negro del cinturón, forcejeando de vez en cuando. Claro está que era perfectamente consciente que cualquier intento por escapar sería inútil o en el peor de los casos, contraproducente.
Sus piernas tal vez seguían en la escala de los sentidos, elevadas a la altura de la cintura de Sebastian, se movían al compás de las embestidas, curveándose cada vez que el alfa arremetía con fuerza en su interior. Le estaba haciendo el amor en contra de su voluntad, pero por alguna razón no podía cerrar sus piernas, físicamente no podía dejar de disfrutarlo.

Segundos después continuaban en la faena, Ciel apenas y gemía en sus intentos por conseguir oxígeno, podría sonar idiota pero su gozo era aún mayor que cuando lo tomaban normalmente. Sus intestinos se contraían cada vez que intentaba inhalar, su cuerpo entero se calentaba y apretaba deliciosamente el miembro de su amante, no dolía demasiado, puesto que continuaba lubricado. Sus gestos faciales tampoco ayudaban mucho si pretendía comunicarle seriamente a su pareja que literalmente se estaba ahogando. Sebastian obviamente también sentía el cambio de intensidad en la "entrega de amor" que según él le estaba regalando a su lindo esposo, por lo que disfrutó de unos cuantos instantes más antes de detenerse.

-¿Duele?- Atinaba a preguntar con la poca caballerosidad que le quedaba, aunque debían darle crédito por detenerse justo antes de llegar al clímax. Jadeante soltaba su cuello con una sonrisa, como si no hubiera hecho nada malo, ajeno al sufrimiento que el otro experimentaba, para él era simple goce para ambos, aunque tal vez lo era.

Impaciente aguardaba por su respuesta, dando un toque sensual arreglaba su cabello negro azabache, ligeramente desarreglado por la actividad física y se quitaba el saco arrojándolo en algún lado del piso de la habitación.

-Ha... ha... ha... desátame...- Pedía en medio de jadeos, pero no rogaba, eso nunca lo haría. A esto el otro le miró confundido, como si hubiera pedido algo del otro mundo, pues como ya se ha dicho: lo que sucede en estos momentos en su cabeza no tiene sentido, como en todos los humanos.

-Ciel...Si te desato vas a huir, debo quitarte ese estorbo y unirnos para siempre. ¿No quieres estar conmigo acaso? ¿No quieres tener a mis cachorros?- Explicaba con tal maestría que por poco le cree, es fascinante la mente enamorada promedio.

-Ha... Sebastian... soy muy joven para llevar a nuestros hijos... creí que Sullivan te lo había dicho. Por supuesto que te amo.- Contestaba, pero no desde su corazón, sino desde su intelecto y las respuestas que había preparado por si situaciones así se presentaban. Era un Phantomhive, podría manejarlo.

Al menos eso creía.



Seguimos con vida :D

Disculpen el retraso querid@s, pero hilar la trama luego me causa pedos existenciales y morales, entonces tiendo a procrastinar.

En fin, a mimir.

Rojo y AzulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora