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La luz del sol le hizo fruncir el ceño, Johnny definitivamente no tenía ganas de despertar en lo absoluto. Durmió tan bien que se había olvidado de dónde estuvo, lo que hizo y lo más importante, con quién.

Pero en su mente todo se normalizó, porque no se sobresaltó al sentir la piel ajena contra su cuerpo. Todo lo contrario, se dio el tiempo de rodearle bien por la cintura, abrazándolo hasta ser molesto.

Doyoung despertó sobresaltado en cambio. Miró a distancia su teléfono, vibrando y sonando constantemente, así había estado toda la noche. Se sorprendía de que aún no le hubieran buscado en el sitio más obvio, su departamento. Tal vez pensaron que huiría. Dejó de pensar en eso al sentir la cálida respiración del detective contra su cuello, le estaba abrazando con demasiada fuerza. Acarició lentamente sus brazos para soltarse poco a poco de ese agarre. Necesitaba levantarse, al menos para avisar que no llegaría temprano al trabajo.

John Seo sintió la soledad sobre la cama, pues al intentar abrazar nuevamente el cuerpo de su amante, sólo obtuvo una almohada que no fue suficiente para mantenerlo dormido. Al abrir los ojos, divisó y se dió cuenta de que no estaba en su habitación. Los recuerdos de la noche anterior llegaron de golpe, haciéndole sentir un frío en la boca del estómago.

¿Qué mierda había hecho?

Sostuvo su cabeza con ambas manos, despeinando sus cabellos una y otra vez ante la ansiedad de lo incorrecto. Sí, lo que hizo no fue correcto, pero no podía decir que se arrepentía y más importante: no podía prometerse que no volvería a suceder. Porque el pelinegro lo llamaba, de muchas maneras que eran inexplicables.

El olor de la comida le motivó a salir de la cama, usando tan sólo su bóxer, porque de su camisa no había rastro alguno. Cuando llegó hacia la cocina, vio al ladrón de prendas, de espaldas, preparando el desayuno. La situación era extrañamente cálida, y no le desagradó en lo absoluto. John sintió que podría familiarizarse con eso.

—Buenos días, Johnny.

Y era la primera vez que se dirigía así hacia él. La extrema confianza no le desagradó y encima le hizo sonreír con algo de nerviosismo. Tomó asiento frente a la pequeña mesa, observándole cocinar con atención.

—Llamé a mi trabajo para avisar que llegaría tarde. Quería al menos prepararte el desayuno.

—Huele demasiado bien.

Doyoung se acercó con la sartén para dejar las apetitosas tostadas francesas sobre el plato de Johnny, luego rellenó su vaso con jugo de naranja. También había café, no sabía qué sería del agrado del detective.

Detective, Doyoung recién recordó aquel detalle.

—Lamento si fui... demasiado agresivo.

Y aquello simplemente provocó que el pelinegro se atorara con el café. Luego de toser un par de veces para calmarse, intentó sentarse al lado de Johnny, procurando fingir que no dolía.

Le ocasionó ternura que él estuviera disculpándose por algo como eso.

—Estoy bien. —le sonrió.

—Aún así —interrumpe John, acercando su mano hacia el cuello de su camisa en el cuerpo de Doyoung. Vio la marca de sus dientes, tanto en el cuello como en el hombro, y los raspones en sus clavículas—. No tenía el derecho de marcarte.

—No me oíste quejar, ¿O sí?

Era una charla demasiado intensa para el desayuno, y si Doyoung no lo frenaba, quizás acabaría contra la mesa. Porque en poco tiempo logró memorizar el cómo las pupilas de Johnny se dilataban cuando estaba excitado.

—Sé que estoy en un dilema enorme. Trabajé mucho para ser un buen detective —se atrevió a confesar—. Así que dejaré tu caso.

—¿Qué?

—Voy a renunciar, y en cambio... quiero guiarte.

—Pero, Johnny —Doyoung quiso interrumpir.

—No quiero saber si lo hiciste —John le calló, acercando su mano hacia la curva de su cuello. Juntó sus frentes, porque estaba cansado, porque era la primera vez que estaba admitiendo algo tan importante—. No quiero saber lo que ocurrió. Eres inocente, y te ayudaré. Lo prometo.

¿Cómo podría decirle algo, cuando le hablaba de esa manera? Doyoung no pudo emitir un sólo sonido. Y cuando John le besó, creyó en sus palabras. Por primera vez, tenía un rayo de esperanza, para continuar con su vida. Para ser feliz, a su lado.

Deseaba haberle conocido antes.

—¿Puedo verte esta noche? —preguntó el detective.

—Puedes verme siempre.


***


Estaría bien aparecer por la oficina, al menos eso decidió una vez que salió del departamento de Doyoung. Era cerca del medio día, sin duda tendría más de algún reclamo, pero no le importaba en lo absoluto.

Antes de llegar, recibió un mensaje de su compañero. Tenían un rastro, de una cámara cerca del puente en donde YukHei había sido visto la noche en que murió. Había una evidencia.

John se quedó frío por un momento, porque sabía que si en esa cinta había algo que incriminase a Doyoung, estaría interponiendo su ética de una forma mucho más explícita. Y sabiendo que Ten no estaría presente, sería el único con la información.

La memoria extraible le fue entregada por el dueño de un almacén, quien aseguró no haber revisado el video. Johnny sostuvo la evidencia entre sus dedos, aún a las afueras de la estación policial. Su compañero seguiría mandando textos preguntándole dónde estaba, pero John no podía avanzar hasta saber qué habían en las imágenes, si acaso se trataba de Doyoung. Si él fue quien asesinó a Wong YukHei.

Pero una vez que reprodujo el video, con la ayuda de su móvil, sólo vio un auto. Un mustang negro, bastante lujoso. Un auto que no pertenecía a Doyoung porque no tenía licencia de manejo. Una puerta se abre, y de ahí sale un complicado Wong YukHei. Johnny sabe que podría mejorar la imagen, volverla nítida y descubrir quién conduce, sabe que no puede correr un sólo riesgo.

Ya no hay más video y John puede respirar en calma, porque no hay nada que inculpe a Doyoung. Pero sus dudas se multiplican.

Ha pasado tanto tiempo en el auto, que puede notar la luz del sol desvaneciéndose. Aún cuando le dijo al pelinegro que no quería saberlo, realmente quiere. Pero no quiere saber cualquier respuesta, quiere saber que él no lo hizo. Porque no podría vivir con la sangre en sus manos. No.

Maneja hacia el departamento de Kim Doyoung, esta vez sin prisa, mirando de reojo la memoria extraíble sobre el asiento del copiloto. ¿Qué debería hacer con eso? Piensa, pero no llega a ninguna respuesta. Y luego de volverse loco con el timbre del teléfono sonando a cada minuto, decidió apagarlo.

Logró llegar al complejo de departamentos. Salió del auto con lentitud, caminando de la misma forma para subir peldaño a peldaño. Es extraño, las luces están apagadas. Sabe que Doyoung debió salir del trabajo hace dos horas. Todo se vuelve aún peor al notar que la puerta está abierta.

Johnny no pensó mejor las cosas. Quizás debió sacar el arma de su tobillo antes de encender la luz, porque lo que vio le dijo que las cosas distaban de estar bien. Doyoung estaba en el suelo, atado de manos y pies, con una cinta metálica en la boca.

Antes de poder acercarse para ayudarlo, sintió el fuerte golpe en su nuca, el golpe que le dejó imposibilitado para hacer algo más que caer al piso también. Pero era necio, tan necio, que aún cerca de quedar inconsciente, intentaba acercarse hacia Doyoung, siendo golpeado con mayor fuerza. La oscuridad envolvente no tardó en invadirlo, cerrar los ojos se volvió inevitable. 


Debí haberte contado sobre eso, Detective.

Debí haberte advertido que estaba maldito.

Porque ahora te arrastrarán de vuelta al infierno

conmigo. 

Play dead // JohnDo ⁿᶜᵗ¹²⁷Où les histoires vivent. Découvrez maintenant