epilogue

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Arregló su corbata mientras observaba su reflejo en el espejo. Tenía algunos raspones en su rostro, heridas que poco a poco iban cicatrizando, le gustaba pensar que todo lograría desaparecer así de fácil algún día, pero la vida era un poco más complicada que eso. 

Estaba vestido para la ocasión, con el caro y fino traje que le habían regalado, para celebrar un ascenso, el ascenso que casi lo devolvería a su puesto anterior, con más regalías y libertad de investigación. Ya que había logrado desmantelar una banda criminal traída directamente desde China. Drogas, armas, trata de blancas, tráfico de órganos y prostitución. Aún quedaban sitios qué allanar, pero era el mejor en su trabajo y era cosa de tiempo para encontrarlos a cada uno y hacerlos pagar con todo el rigor de la ley.

Su madre entró a la habitación, porque John estaba tardando demasiado en hacer el nudo, divagando entre todos sus pensamientos. Aunque tenía que admitir que era una simple excusa, porque jamás aprendió a hacer el nudo de la corbata, por eso solía comprarlas con broches y así jamás tener que armar o desarmar alguna. Su mamá le brindó aquella ayuda que tanto necesitaba, y le sonreía con ternura.

—Entonces puedes atrapar a toda una banda criminal, sobrevivir a la lluvia de balas, pero una corbata es... cosa de la CIA —logró hacerlo reír como un niño, y entonces regresó aquella serenidad sólo para decirle una frase, una frase que le haría tragar en seco—. Estamos... realmente orgullosos de ti, Johnny. 

No era una frase al azar, John sintió que las heridas en su corazón se sanaban sólo con escucharla, con saber que no lo odiaban por lo que había ocurrido. Ya ni siquiera necesitaba de sus píldoras para dormir por la noche y eso sin duda le devolvería toda aquella fuerza que le hacía falta para enfrentar el presente. 

—La culpa siempre nos cegó, pero jamás quisimos hacerte daño. Eres mi hijo, mi niño. Mi hermoso Johnny.

Se despidió de ellos antes de entrar al auto, mirándolos de vez en cuando por el espejo retrovisor. Su padre era un hombre poco expresivo, pero se lo perdonaría, sólo por aquella vez... porque al menos había aceptado verlo durante la mañana. 

Ellos no estarían presentes para la premiación, porque era un día especial. Y es que en otra situación, Johnny tampoco hubiera asistido, pero fue motivado para ello. Para que cerrara aquel ciclo, con una nueva medalla de honor por sus servicios a la policía nacional.

Sus compañeros de trabajo lucían contentos, le apoyaban y lo felicitaban, deseándole suerte para su nuevo camino, como comisario. Incluso Ten fue ascendido, y lamentablemente serían compañeros. A pesar de no llevarse tan bien, a John le gustaba su instinto, sin duda harían un buen trabajo juntos.

—Sé que no es momento —dijo el tailandés—. Pero he recibido un par de archivos muy... impactantes. 

—¿Sobre la secta de Gwanak-gu? —y ante la pregunta de John, su compañero asintió— ¿Hay relación entre China y ellos? 

—Demasiada. Se abastecían mutuamente. 

No quería pasar esa tarde detrás de su escritorio, y sabía que tal vez debería hacerlo. Pero ya tenía que dejarlo ir, no era parte de su caso, pero sin duda quería ser de ayuda para uno de sus conocidos. 

—Lo veremos después, con Jae. 

Y ahí acabó la charla sobre trabajo. 

La nueva medalla era más grande, más pesada y mejor diseñada. La aguja del broche era más larga, quizás le serviría más la próxima vez que fuera esposado.

Ese recuerdo le llevó hacia Doyoung.

Tenía que verlo, ese mismo día. Así que mientras se despedía muy cordialmente de todas las autoridades, fue rumbo al cementerio. Compró un pequeño ramillete de rosas en el camino, sin saber jamás si serían realmente de su agrado. Pero estaba seguro de que si pudiera entrar en su mente, lo único que vería serían flores, hermosas flores como esas.

Play dead // JohnDo ⁿᶜᵗ¹²⁷Donde viven las historias. Descúbrelo ahora