Prólogo

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Él era definitivamente todo lo que odiaba en una persona: grosero, maleducado, serio y mugroso. Y aún así no podía evitar acercarse a él, o verlo en todos lados, y es que el argentino había cautivado al danés sin siquiera inténtarlo, ya que en primera instancia lo había tratado como basura.

¿Cómo podía evitar buscarlo siempre con la mirada? ¿Dejar de ver aquellos ojos celestes tan cautivantes? ¿Por qué siempre el argentino captaba su atención de todas las formas posibles aunque no lo intentará y parecía pasar de largo con su presencia?

Él acababa con la mucha paciencia que tenía, en tan sólo segundos.









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