Capitulo 19: Bellezas secretas.

260 34 44
                                    

Dinamarca caminaba tranquilamente por un camino de adoquines, deteniéndose siempre que podía, a pesar de que Argentina lo apuraba a cada rato.

—¿Cuál es la prisa? Nunca había caminado por un lugar así de noche, es muy lindo— comento Dinamarca con tranquilidad, mientras que le seguía los pasos a un argentino que parecía distraído.

—¿No? ¿No te gusta salir de noche?— pregunto de forma curiosa el argentino, ya que desde su punto de vista, la noche era la mejor parte de su día a día, vinculado o no con su noctámbulismo, Argentina había hecho demasiadas cosas con la noche como su aliada.

—No es eso, o bueno sí, pero nunca tuve a nadie con quién hacerlo, y me daba algo de...miedo— admitió con timidez el pequeño país, cosa que le resultó bastante tierno y también divertido al país albiceleste.

Si las condiciones fueran diferentes, y lo hubiera convencido de subir la pequeña colina plagada de girasoles que ahora mismo estaban subiendo, Argentina habría considerado esconderse y jugarle una broma, pero ahora no necesitaba que el país pensará que era un idiota.

—Yo siempre hago cosas de noche, es mejor que hacerlas de día, algunas cosas fueron hechas para hacerse de noche— aseguró Argentina deteniéndose de nuevo cuando vio que Dinamarca se agachó para observar a un girasol, ahora cerrado por la falta de luz.

—Me hubiera encantado ver a un girasol abrirse— murmuró de forma distraída Dinamarca, aún observando la flor.

Argentina suspiró, ya que no recordaba la última vez que actuaría como un tipo complaciente, y a pesar de que en su mente se repetía mentalmente que no lo haga, ahí se encontraba, caminando al bodoque con patas, agachándose a su lado, y con su simple pensamiento, el sol que mantenía en medio de su rostro empiece a brillar con fuerza, iluminando al girasol.

—Eso...

Dinamarca se quedó callado cuando notó que la flor empezaba a moverse, hasta abrirse lentamente en dirección a Argentina, apuntando directamente a su sol.

—Se abren, y siguen al sol, eso es algo que aprendí cuando era un pibe— murmuró de forma distraída Argentina— mi mamá me decía que yo era el sol, y que debía actuar igual que el sol con los girasoles, alumbrarlas, darles calor, fuerza y vida, que así tenía que actuar con mi pueblo.

—Es un muy lindo mensaje— susurró Dinamarca, pero ya sin ver a la flor, sino viendo a Argentina, cuya luz irradiada por el sol se apagaba lentamente y el girasol pasaba a cerrarse— extrañas a tu madre.

—Más de lo que me gusta admitir— admitió Argentina, poniéndose de pie, y extendiendo una mano a Dinamarca, quién la tomo sin dudar.

Argentina no soltó la mano de Dinamarca y prácticamente lo obligó a subir la colina sin más pausas, alegando que si se tardaban más no llegarían a verlo, aunque Dinamarca no sabía a quién o qué se refería con "verlo".

—¿Por qué hablas de tu madre como si no quisieras recordarla?— pregunto de la forma más delicada posible el pequeño país, viendo como Argentina se tensaba y se ponía incómodo ante aquella pregunta.

—Simplemente te voy a decir que no era una buena mujer.

Dinamarca guardo silencio y no quiso decir nada más después de eso, ya que no quería poner incómodo al país con sus preguntas, y quería ser su amigo.

—¿Falta mucho?— pregunto cuando sus pies le pedían un descanso, anteriormente hubiera subido aquel terreno sin ningún tipo de inconvenientes, pero llevaba una semana de caminar de un lado a otro y viajes que desde su punto de vista eran algo largos, y estaba extremadamente cansado.

IMPACIENCIA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora