El Cielo

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Daegu, 5 de febrero del 1998.

Querida alma gemela:

El día comenzó sin fuerza, como cansado de la rutina de tener que amanecer y atardecer sin motivo. Era el día que tanto llevabas esperando. Incluso pediste permiso en tu trabajo actual para poder asistir a la boda de la cual Jin te había comentado.

Un sereno color blanco cubría la superficie de la mayoría de los objetos que podía alcanzar con la vista desde tu lado. Mesas, sillas, paredes, todo el mobiliario compartía la misma insípida decoración que difícilmente podría decirse que se trataba de una celebración llena de alegría.

Tal vez el color no era el adecuado para una boda, pero pudo ser la clave para deducir lo que ocurriría rato después.

La novia vestida de blanco lucía nerviosa acompañada de su padre, un hombre bien vestido que la llevaba del brazo. Nunca había asistido a una boda, pero para mi gusto creo que faltó más locura, felicidad y bailes.

- Que bello suena – dijo una mujer en voz baja escuchando la melodiosa voz del piano.

Todo tan blanco, color neutro y de serenidad, pero tanto a la novia como al novio le transmitieron ansiedad y nerviosismo. De pronto la mujer se detuvo a mitad de camino y por mucho que el padre intentara encaminarla hasta su futuro esposo, ella no se movió. Fue allí donde todos lo comprendimos: No habría boda.

Rato después las dos familias se encontraban reunidas en el salón, a la espera. La luz del domingo comenzaba a apagarse mientras se encendía la conversación de a poco. Los novios ya no estaban en el lugar, pero aun así los invitados seguían allí. Ambas familias no iban a desperdiciar el dinero que llevó a cabo ese gran banquete.

Aunque los novios tuvieran sus diferencias, no quitaba que podrían pasársela de maravilla comiendo aquella deliciosa cena.

Entre bocado y sonrisas, planeaban la cena de esa noche, la primera en la que las dos familias se conocerían completamente y que prometía ser tensa: diferencias políticas, económicas y futbolísticas que quedarían en nada. Es lo que sucede con las bodas arregladas. Si no hay amor, no se puede esperar demasiado.

Las palabras se esfumaban, se volvían vanas, se marchitaban en cuanto salían de los labios de ambas familias. Eso sucedió por un largo tiempo hasta que comenzaste tu solo.

Apenas comenzaste a tocar el piano todos pusieron su atención en ti. De fondo, el incómodo murmullo de la gente, emocionada, nerviosa, molesta por tener que arrendar trajes caros para nada, fue desapareciendo hasta ser nada. Ninguna de aquellas voces me era conocida, pero te seguí escuchando atentamente. Debía aprovechar los cortos tiempos en que te dedicabas al piano para atesorarlos más tarde.

La pista de baile se fue llenando de parejas conforme la luz comenzó a atenuarse y las primeras notas salieron suspiradas de lo que parecía ser el cielo. La sucesión de valses animó cada vez a más invitados y los observé un buen rato hasta que una suave melodía nacida de la caricia de las cuerdas de una guitarra, fundió a los invitados de nuevo en parejas.

Poco a poco fui sintiendo mis pies moverse, mis manos sudaban. Después me di cuenta de que estaba de pie frente al gran piano de cola, mis piernas temblaban incontroladas. Mi corazón latía a gran velocidad, la respiración le seguía en la carrera y mis alas desplegaron libres.

Traté de recordar algo que me pudiera haber llevado a esa situación, pero nada, no pude encontrar ninguna referencia que aclarase mis dudas. Me sentía confuso, ansioso, llegué incluso a sentir miedo.

Quise bailar como lo hacían los demás. Quise bailar contigo, bailar para ti, pero no podías verme.

Bailé dejando mi cuerpo llevar de un lado al otro. Quise que vieras lo hermoso que me movía para ti, que de algún modo eso pudiera cautivarte y enamorarte tanto como lo estoy yo de ti.

QUERIDA ALMA GEMELA | YOONMINWhere stories live. Discover now