Epílogo - Parte 1

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El lugar está iluminado, el sol resplandece sobre nosotros. En lo alto de una montaña con vistas a un valle precioso que se abre paso ante lo que parece un paraíso, se celebra la ceremonia de ascenso. Mi madre es quien auspiciará formalmente mi regreso, hoy obtengo el honor con el que he soñado desde que nací: ser la guerrera que protegerá a los Lyrianos.

Dicen que el dolor de cabeza se irá pronto, pero desde que desperté me ha acompañado. Hace menos de 24 horas abrí los ojos en mi mundo. Cumplí mi misión. Regresé del planeta al que me enviaron y es normal que me duela la cabeza, entendiendo que vaciaron mi mente de todos los recuerdos del mundo al que viajé. Mi memoria se ha reiniciado y mi alma tiene las cargas de lo que sea que dejé atrás. Desperté en el cuarto blanco que se sostiene en el cielo y cuyas bases son los recuerdos que los viajeros dejan atrás. Siempre quise viajar y nunca pensé que me dolería el peso de mi pasado. Hoy, de algún modo, siento que lo que me falta vale más que aquello que obtuve en mi paso por el ayer.

Era la primera vez que viajaba a otro mundo. Antes de hacerlo el consejo se negó. Hubo un debate entre la población y los que lideran la existencia pacífica de nuestra comunidad. Mi madre ya había ido a la misión y fue por ella que decidieron aceptarlo. Me pidió como condición asegurando que nuestro Dios así lo había requerido. Si no me enviaban, todos estarían en serios problemas morales por desobedecerla. El día de hoy la situación ha cambiado. Los que desconfiaban están rendidos a mis pies. Arrodillados ante lo que soy después de haber hecho la primera parte para rescatar a la humanidad de su extinción. Ahora las civilizaciones interestelares, incluyendo la nuestra en el planeta Vega, me veneran. Incluso después de haberme dicho que no tenía lo suficiente. Mi confianza nunca dudó. Quería ser la viajera como si de eso dependiera mi vida y lo soy. No recuerdo lo que viví. Desperté en la habitación y el vacío era grande. Grité de dolor, grité de impotencia y no lo recuerdo. No recuerdo qué fue lo que me hizo sentir que no era de mi mundo. Pedí a gritos regresar y no lo entiendo. No sé qué fue tan importante para mí como para sentirme tan furiosa. Enfurecida de haber cumplido mi misión, de estar lejos, de haber vuelto.

Yo hice lo que me correspondía, mi madre fue explícita: ya no depende de mí. Mi actual responsabilidad se centra en viajar a los planetas aliados, negociar y entrenar a los guerreros con el corazón puro y el alma iluminada. Seré yo quien los ayude en su proceso de iluminación, pero no me siento conforme. En las reglas está que no puedo ir a la sala de los recuerdos, tengo que desprenderme o pondré en riesgo el trabajo realizado. Es el día de mis sueños, la razón por la que entrené por miles de años con la paciencia de la guerrera en la que me convertí. "Dos décadas en la tierra no pueden borran miles de años de entrenamiento, Katherine. Cumpliste la misión, ahora déjalo ir y concéntrate en tu verdadero mundo", fueron las palabras de mi madre, cuando salí de mi habitación en medio de la madrugada para exigirle mis recuerdos.

Miles de años de vida parecen insuficientes cuando tienes un vacío en el cerebro y también en el corazón.

Camino absorbiendo las miradas llenas de respeto que expresan la satisfacción que tanto anhelé, pero no me siento completa. Los Lyrianos están reunidos para mi ascensión, sí, pero yo me encuentro en otra parte. Daia, el alma con quien he compartido más de tres mil años me dijo que era comprensible. Sus manos sanadoras se posaron en mi frente y no funcionó. El sentimiento de vacío siguió conmigo. Sentir la calidez de sus labios no hizo que dejara de recordar, el problema es que mi memoria no responde, no hay nada.

—La confusión es común, has regresado. Tu alma se está adaptando porque, aunque no lo recuerdes, viviste e hiciste lazos, ahora tienes que liberarte. Por fin estás en casa —fue lo que dijo mientras cepillaba mi cabello antes de bajar del castillo.

Ahora ella camina detrás de mí, al tiempo en que avanzo hacia las escaleras.

Mi ceremonia de ascenso se está transmitiendo para todo el planeta. Soy yo, son mis logros, por fin soy su guerrera. Debo concentrarme en lo que estoy viviendo y no en aquello que viví. Dicen que mi tiempo allá es un pestañar en el planeta Vega, pero, ¿un pestañar puede ser tan eterno? Porque el sentimiento que vive en mí es de eternidad.

Siempre vuelvo a ti Donde viven las historias. Descúbrelo ahora