28.- Tiburón.

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Narra Altagracia

- ¡Altagracia! - escuché mi nombre. José Luis y yo nos espantamos y nos arreglamos. Cuando me giré Regina estaba con los ojos abiertos como platos. Se giró indignada y yo fui tras ella.

- Regina - entré al camarote.

- Ni se te ocurra decir algo, Altagracia. - se tocó la frente. - ¡¿Cómo se te ocurre?!

- Gina, es que... Bueno, es normal. - excusé.

- ¡¿A los diecisiete?! Discúlpame, Altagracia, pero no, ¡yo pensé que aún no llegaban a tanto! Pensé que él tendría más respeto y esperaría.

- Regina. Te lo voy a decir porque sé lo que estás pensando. Si yo decidí entregarle mi virginidad a él fue porque es alguien que también me ha respetado, yo sé que para ti eso de perder la virginidad cuando te casas es lo correcto según nuestros padres y tú, y lo entiendo. Pero a mi sencillamente no me gusta eso.

- ¿Te forzó?

- ¿Qué? ¿¿Me estás escuchando??

- ¡No lo entiendo, Altagracia! ¡Nuestros padres siempre nos lo han enseñado así y tú no respetas eso!

- A mi me vale lo que digan nuestros padres. Es mi cuerpo y yo decido, siempre se los he dicho, nadie ¡nadie! Va a decidir por mi. Porque si yo me entregué a José Luis fue porque yo quise y porque me paso por donde me dá la gana eso de casarse y luego perder la virginidad.

- Estás siendo grosera, Altagracia.

- No. Estoy siendo sincera que es diferente. Te quiero, Regina, pero me cansa que quieran decidir por mi.

- Voy a hablar con él. - intentó pasar por mi lado.

- Claro que no. Regina, por favor. Me siento bien, ¡me siento feliz! No quiero que me arruinen esto con él. Te recuerdo que con Andrés apenas me dí un beso y casi me meten a un seminario.

Regina suspiró.

- Déjame... Estoy muy feliz así.

- No quiero verte nunca más haciendo eso, Alta. Si lo haces que sea en la intimidad, no en un lugar donde te vean todos.

- Está bien, tienes razón, lo siento.

- Bien.

Nos miramos, ella tenía su ceño fruncido mientras yo aguantaba la risa.

De un momento a otro reímos y Regina me abrazó.

- Te quiero, Chiqui.

- Y yo a ti - la abracé.

- ¿Me juras que fue bueno contigo?

- Te lo juro - la miré - Gina, te juro que fue muy delicado, me cuidó mucho. Me sigue cuidando, la verdad.

- Lo que yo vi en esa cocina no era precisamente delicado, mucho menos cuidadoso.

- Bueeeno - reí - Las próximas veces ya no, pero te juro que siempre me ha respetado y tratado con cariño.

- Nuestros padres no creo que sepan, ¿verdad?

- No. No tienen ni idea. Y espero que siga así.

- Alta...

- Cuando lleguen se lo vamos a decir.

- No va a ser fácil.

- Claro que no, pero entenderán, deben hacerlo.

- Bien. Salgamos ¿si? Quiero olvidar la escenita que vi - dijo. Reí y salimos. Regina fue con los demás a tomar aire y yo fui con José Luis. Este estaba tomando un vaso de licor mientras estaba en el mirador de arriba.

Este me miró espectante.

- No pasó nada. - fui hasta él y me abrazó de la cintura.

- ¿Qué dijo?

- Nada importante, sólo me regañó porque nuestros padres siempre nos han dicho que debemos perder la virginidad cuando nos casemos. Son muy cerrados en cuanto al tema.

- ¿Por qué no me lo dijiste?

- ¿Lo de mis padres?

- Si.

- Porque no tiene importancia, amor. Aparte que siempre les he dicho que mi virginidad la iba a perder cuando yo quisiera y con quien quisiera.

- ¿Y qué te decían?

- Me regañaban y me mandaban a mi habitación - reí pero este no.

- Bueno. Cuándo tú y yo nos casemos les vamos a confesar a que hermosa edad perdiste tu virginidad.

Su respuesta me toma por sorpresa.

- ¿Tú y yo nos vamos a casar? - sonreí.

- Cuando llegue ese bonito momento, sí.

Solté un pequeño gritito y lo abracé. Este también me abrazó, aunque claro, ambos sabemos que ese momento puede o no puede llegar. Solo es cosa de tiempo.

- ¡Alta! ¡Vengan! - Gritó Felina apunto de saltar del yate. Bajamos y ellos ya se habían metido a bañar. Regina y José Luis cruzaron miradas, se dieron una sonrisa y luego continuamos igual que siempre.

- ¿Te quieres meter? - me preguntó.

- No lo sé. ¿Está fría? - le pregunté a Felina.

- ¡Para nada! - nadaron.

- ¡Oye feli! - dijo Braulio, esta se giró y recibió un chorro de agua en la cara de parte de la boca de Braulio.

- ¡Malparido idiota! ¡Tenía la boca abierta, gonorrea!

Se le tiró encima hundiendolo por completo. Unos segundos después Braulio salió riendo y tosiendo, Felina no dió tregua y lo volvió a hundir consiguiendo que este la tomara de la cintura y la hundió junto con él.

- Alta - me habló José Luís.

- Dime.

- ¿Me quieres? - preguntó con una sonrisa.

- Obvio que sí, ¿por qué?

- No te enojes.

Segundos después de su sonrisa sentí como me empujaba y me caía al agua. ¡Sí estaba fría!

- ¡Ahí te voy! - escuché desde abajo del agua y José Luis saltó al agua.

Salí tosiendo por el agua que había tragado y él me recibió sujetándome una vez estuve arriba.

- ¡Idiota! - dije tosiendo.

- No te enojes - reía como loco mientas me besaba la cabeza.

- Ojalá apareciera un pinche tiburón a morderte el culo - respondí y este rió más.

- Nos comería a los dos.

- Sí, pero te mordería el culo y te lo mereces. - volvió a reír.

Me giré frente a él y me subí a su cintura. Este me abrazó también y movimos nuestros pies para no caernos.

- Podría hacerte mía aquí mismo - susurró y abrí los ojos como platos.

- Ni se te ocurra - reí.

- ¿No? Porque al parecer - puso su mano en mi intimidad - a ti tampoco se te bajó la calentura.

Luego de un tiempo de pelear en modo risitas terminé yo misma bajando su traje de baño y me introducí en él observando como Felina y Braulio se agarraban a putazos cada vez más mientras Regina dormía.































Me Faltabas Tú || NavagraciaWhere stories live. Discover now